¿Qué son los derechos humanos? Los derechos humanos como derechos subjetivos morales

AutorLiborio L. Hierro
Páginas115-133
CAPÍTULO III
¿QUÉ SON LOS DERECHOS HUMANOS?
LOS DERECHOS HUMANOS COMO DERECHOS
SUBJETIVOS MORALES
1. LOS DERECHOS HUMANOS COMO DERECHOS SUBJETIVOS
Se ha puesto de relieve por muchos autores que cuando utilizamos con-
ceptos normativos resulta casi imposible separar la delimitación conceptual
del problema de la fundamentación, es decir: separar el nivel de la descrip-
ción del nivel de la justif‌icación (LAPORTA, 1987a; 23). Creo, sin embargo,
que la cuestión conceptual es, al menos analíticamente, previa. Los derechos
humanos parecen ser un tipo o especie del género de los derechos subjetivos.
La noción misma de derecho subjetivo es relativamente moderna —como ya
vimos— y aparece ligada a la af‌irmación del individuo como soberano sobre
sí mismo, af‌irmación que se desarrolla paralelamente a la del estado como
soberano colectivo.
La aparición del Estado moderno en los reinos europeos, como es bien
sabido, implicó dos fenómenos simultáneos de sentido contrario: en un solo
punto de cada comunidad política, el que por def‌inición ocupaba el príncipe o
rey, se fue concentrando el poder de arriba abajo rompiendo los lazos de de-
pendencia con el emperador («rex est imperator in regno suo») y con el Papa
(anglicanismo, galicanismo, «cuius regio eius religio»), así como se fue con-
centrando el poder político de abajo arriba, sustituyendo paulatinamente los
lazos y los poderes feudales por una relación directa y excluyente del rey con
sus súbditos. Jean BODINO, el padre de la idea de soberanía, expresa de forma
clara y explícita ese doble fenómeno que pone f‌in al orden medieval integran-
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do la pluralidad de los antiguos poderes feudales en el Estado. Como subraya
Pedro BRAVO, «se consuma así —y el hecho es patente en BODINO— la pola-
rización de la comunidad política en dos términos que trascienden todos los
grados de la escala feudal: de un lado, el príncipe y, de otro, el ciudadano» [en
«Introducción» a BODINO (1576), 1973: XXXVII]. Pero, en esa polarización,
si al príncipe le corresponde la soberanía que expresa su autonomía política,
al ciudadano —al súbdito libre— le corresponde la libertad, que expresa su
autonomía personal. Dice BODINO:
La soberanía es el poder absoluto y perpetuo de una república [...]. La so-
beranía no es limitada, ni en poder, ni en responsabilidad, ni en tiempo [...]. El
primer atributo del príncipe soberano es el poder dar leyes a todos en general
y a cada uno en particular [...]. Llamamos libertad natural a no depender, salvo
de Dios, de nadie, y a no tolerar otro mando que el de sí mismo, es decir, el de
la razón, que siempre se ajusta a la voluntad de Dios [...]. En resumen: la nota
característica de la ciudadanía es la obediencia y reconocimiento del súbdito
libre hacia su príncipe soberano, y la tutela, justicia y defensa del príncipe
hacía el súbdito [BODINO (1576), 1973: 46,48, 66, 23 y 40].
La relación, por tanto, entre el Estado y el ciudadano es una relación entre
dos soberanos: aquel, institucional, que tiene el poder de dar leyes a todos y a
cada uno y —conviene subrayarlo— este, individual, que no depende, salvo
de Dios, de nadie. Se trata, en consecuencia, de una relación recíproca en la
que a la obediencia y reconocimiento del súbdito libre se corresponde la tute-
la, justicia y defensa del príncipe.
Algo parecido ocurre con el otro gran teórico del absolutismo, Thomas
HOBBES. Fue el mismo HOBBES quien, durante su refugio en París, dio las
indicaciones al grabador francés Abraham Bosse para la portada del Leviatán
que se publicaría en Londres en 1651. El grabado se divide en dos partes. En
la parte superior hay una f‌igura humana coronada, con una espada en su mano
derecha y un báculo en su mano izquierda que representan el poder civil y
el poder eclesiástico que Leviatán, el Estado, ostenta. El Estado tiene f‌igura
humana y esa f‌igura —como es generalmente conocido— está integrada por
un sinfín de pequeños individuos humanos. Estos individuos, las personas, no
aparecen dibujadas bajo la espada o el báculo, como lo están las alegorías de
diversas instituciones civiles y religiosas, sino que integran el propio cuerpo
de Leviatán como expresión de que los individuos, mediante el pacto social,
constituyen ellos mismos el Estado 1. Dice HOBBES:
Y en él consiste la esencia de la república, que (por def‌inirla) es una perso-
na cuyos actos ha asumido como autora una gran multitud, por pactos mutuos
1 Como subraya Alfonso RUIZ MIGUEL, «lo cierto es que en tal concepción se invierte la tradicio-
nal valoración del binomio individuo-sociedad para considerar al todo como compuesto por las partes
—al Estado como resultado de las partes, esto es, de las voluntades o intereses individuales—, en lugar
de al todo como superior y distinto a las partes» (RUIZ MIGUEL, 2002c: 228).

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