Colectivo de jornaleras de huelva en lucha: autoorganización rural

AutorSoledad Castillero Quesada
Páginas732-748
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CAPÍTULO 36
COLECTIVO DE JORNALERAS DE HUELVA EN LUCHA:
AUTOORGANIZACIÓN RURAL532
SOLEDAD CASTILLERO QUESADA
Instituto de Migraciones
Universidad de Granada
Departamento de Antropología Social
1. INTRODUCCIÓN
La presencia de las mujeres en la agricultura en general y en la agricul-
tura andaluza en particular, está atravesada por una serie de caracterís-
ticas propias. Una de las más esenciales está regida por la eventuali-
dad/temporalidad/estacionalidad. De este modelo de contratación tem-
poral nace el Colectivo de Jornaleras de Huelva en Lucha en 2019, a
partir de la organización de una serie de trabajadoras del sector del fruto
rojo en la provincia de Huelva. Los hechos desatados en 2018, conoci-
dos como El Caso Doñana o Temporeras contra la Esclavitud, donde
unas diez mujeres marroquíes denunciaron una serie de irregularidades
en sus puestos de trabajo, propiciaron esta organización. En 2019 tu-
vieron lugar en Sevilla las Jornadas
“Mujeres temporeras, una llamada a la reflexión”, para debatir sobre
las condiciones de los trabajadores del campo onubense. Este fue el pri-
mer acto público en el que el Colectivo se presentó de forma oficial y
trasladaron a las personas asistentes algunas de sus propuestas, a pesar
de que institucionalmente no habían sido invitadas. Este hecho rompía
así con la imagen convencional que se tiene de estas trabajadoras en el
espacio público, donde comúnmente no tienen la oportunidad de seña-
lar sus puntos de vista en primera persona. Esto se debe a que las
532 El presente capítulo forma parte de una investigación más amplia enmarcada dentro de
una tesis doctoral financiada por el Ministerio de Ciencia, Formación y Universidades, a tra-
vés de un contrato predoctoral FPU (Formación Profesorado Universitario) iniciado en octu-
bre de 2018 y finalizado en octubre de 2022. Se está desarrollando dentro del programa de
Estudios Migratorios del Instituto de Migraciones de la Universidad de Granada, bajo la direc-
ción del catedrático Francisco Javier García Castaño.
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mujeres en general, y especialmente a las que le vertebra su condición
de género, raza y clase y habitan los sures, quedan relegadas al polo
deprimido (Lamarca Lapuente, 2002). Esta periferia provoca que sean
vistas como trabajadoras sin agencia política. Y es que el papel de las
mujeres en la agricultura, a pesar de ser esencial, comúnmente ha sido
interpretado como parte una tarea secundaria, de apoyo, o como parte
del ámbito doméstico. En la obra de Dixon (1982) Women in Agricul-
ture: Countingthe Labor Force in Developing Countries, ya se aludía a
la problemática a la que las mujeres tienen que hacer frente por no ser
representadas estadísticamente.
Además de ser relegadas a un segundo plano en lo político, es común
atender a cuestiones biológicas para justificar su posición en determi-
nados cultivos. Encontramos casos paradigmáticos como es el caso del
olivar, donde en Andalucía las mujeres necesitaban un hombre que
fuese a trabajar con ellas para ser contratadas y eran quienes se ocupa-
ban de la recogida de la aceituna en el suelo, bajo el mito de que tenían
más mimo para trabajar esa parte (Anta y Peinado, 2019). En el caso
del fruto rojo, de igual modo, existe la idea generalizada de que las ma-
nos de las mujeres son más delicadas para la recolección y la manipu-
lación, lo que genera que los puestos más duros sean ocupados por mu-
jeres. Es por ello que el salario femenino, los horarios y las condiciones
se encuentran dentro del organigrama jerárquico de las empresas agrí-
colas, las cuales atienden a un diseño patriarcal (Pedreño, 2012), donde
los puestos técnicos y de poder están ocupados generalmente por hom-
bres. Esto no es algo exclusivo del sector del fruto rojo, pues tiene que
ver con un modelo de agricultura intensiva de exportación de productos
frescos y procesados, como ocurre con las fresas y los tomates en Mé-
xico, las flores en Colombia o los espárragos en Perú (Lara Flores,
1993).
Sin embargo, mientras hay una inversión en la modernización de las
instalaciones y la tecnología para los alimentos, aumenta la desvalori-
zación del trabajo manual (Pedreño, 2012). En Andalucía, siguiendo
como ejemplo el sector de frutos rojos, las mujeres se incorporan inter-
viniendo en mayor medida que los hombres en las fases de los procesos
de trabajo que son intensivas, con empleos de mayor eventualidad y
horarios discontinuos (Lara, 1993). Como en la lógica cultural globali-
zadora el mercado constituye la principal referencia para la

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