Chile, 1989: el derrumbamiento de un muro. Lecciones democráticas para nuestro tiempo y para todos los tiempos

AutorEnrique san miguel pérez
Páginas189-206
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CHILE, 1989: EL DERRUMBAMIENTO DE
UN MURO. LECCIONES DEMOCRÁTICAS
PARA NUESTRO TIEMPO Y PARA TODOS
LOS TIEMPOS
ENRIQUE SAN MIGUEL PÉREZ
Universidad Rey Juan Carlos
1. LA ALEGRÍA QUE VINO Y SE QUEDÓ
El derrumbamiento del Muro de Berlín y el principio
del nal de la división de Europa, a partir de la histórica
noche del 9 de noviembre de 1989, coincidió rigurosamen-
te en el tiempo con la campaña electoral de las elecciones
presidenciales y legislativas chilenas del 14 de diciembre de
1989, las primeras en dos décadas, tras el histórico triunfo
de la oposición en el referéndum del 5 de octubre de 1988,
en el que el dictador Augusto Pinochet fue ampliamente
derrotado por la oposición democrática, iniciándose un
proceso que habría de concluir con la elección del candi-
dato opositor, el democristiano Patricio Aylwin, como pri-
mer presidente constitucional de Chile tras el asesinato del
socialista Salvador Allende en la jornada del golpe de Esta-
do del 11 de septiembre de 1973.
Para quienes nacimos el mismo año 1964 en el que el
brillante líder que fue Eduardo Frei Montalva, el amigo de
Charles de Gaulle y de Konrad Adenauer, ganó la presiden-
Enrique San Miguel Pérez
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cia de Chile, es decir, para quienes nacimos y pasamos la
mayor parte de nuestra niñez en dictadura, en España, a
partir de 1975 Pinochet se convirtió en el emblema viviente
del atropello de los derechos humanos, la persecución a las
ideas, la vulneración de los principios democráticos, y la
constante expresión zaa y brutal del sentido autoritario
del poder. No desconocíamos la existencia de la barbarie
totalitaria en Europa Central y Oriental, o de la dictadura
castrista, o de los regímenes dictatoriales en Uruguay e in-
mediatamente en Argentina, y muy pronto del genocidio
camboyano. Pero la presencia del dictador Pinochet en el
lado siniestro de la historia, y la formidable creatividad chi-
lena, la literatura del exilio, y la propia emotividad eferves-
cente del proceso de transición democrático en España, en
el lado de la alegría y de la esperanza, depararon a la lucha
chilena por la democracia, y a su valiente oposición, una
presencia permanente en nuestro corazón.
Un corazón, además, sin las intermitencias de Marcel
Proust, ni las confusiones de Stefan Zweig, ni los naufragios
de Benoîte Groult. El corazón de Violeta Parra, que en Vol-
ver a los 17 nos enseñó que «Lo que puede el sentimiento/
no lo ha podido el saber/ ni el más claro proceder/ ni el
más ancho pensamiento/ todo lo cambia el momento/
cual mago condescendiente/ nos aleja dulcemente/ de
rencores y violencias/ sólo el amor con su ciencia/ nos
vuelve tan inocentes». La vida, ya lo decía Joan Sales, en
efecto, «es una larga batalla por la inocencia». Paisano, el
gran Joan Sales, del gran Josep Antoni Durán Lleida y del
gran Joan Margarit. Él también dice en su poema Nuestro
tiempo que «El nuestro fue otro tiempo mucho más inocen-
te». Los catedráticos siempre hablando de la inocencia.
¿Por qué será?
Años después, algunos tuvimos la fortuna de visitar Chi-
le con regularidad y conocer a quienes habíamos admirado
desde la distancia, aunque nunca la distancia resultó más
cercana. Siempre recordaré mi primer viaje. Durante años,
en mi parroquia, las vicisitudes de la DC, el MAPU y la Iz-
quierda Cristiana, y los debates en el seno de un vastísimo

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