Capítulo segundo. Los problemas emergentes en el cruce de caminos de las nuevas tecnologías digitales y el mercado laboral

Páginas103-211
CAPÍTULO SEGUNDO.
LOS PROBLEMAS EMERGENTES EN EL CRUCE DE CAMINOS
DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS DIGITALES Y EL MERCADO
LABORAL
A lo largo del siglo pasado tuvimos ocasión de comprobar que la asimilación de lo
tecnológico o cientí co con lo moral o éticamente adecuado fue un error que provocó
graves consecuencias. Parece que no aprendemos del todo y, en muchas ocasiones, es
difícil ser optimista con la especie humana. Como Cicerón, no albergo esperanza pero
tampoco siento miedo porque son lo mismo. “Nec metu nec spe. La esperanza y el miedo
son la renuncia al presente en función de un futuro prometido. Maravilloso, en el caso de
la esperanza; terrible, en el caso del miedo. Ambos ejercen la misma función: hacer que
el sujeto renuncie a su presente. Sin embargo, debemos ser capaces de re exionar sobre
la realidad y no confundir lo que sucede con nuestros deseos. También deberíamos ser
capaces de asumir que tenemos esperanzas pero que muchas son perfectamente ilusorias,
formas de nuestro deseo.
El ser humano, de acuerdo con el Pascal del siglo XVII, siempre se encuentra en el
punto de cruz entre dos in nitos: el in nito de la grandeza y el in nito de la pequeñez. No
obstante, en ese cruce en el que no somos nada, somos capaces de crear y realizar maravillas,
como situar un vehículo en Marte.
En el in nito de las pequeñeces, en los últimos cien años, las tecnologías disruptivas
han pretendido asentarse en el mercado de trabajo negando derechos de los trabajadores.
De tal modo que el Derecho del Trabajo se ha desarrollado en un bucle creando y negando
derechos en la medida que las tecnologías se han a rmado negando los mismos.
A ello hay que añadir que las tecnologías tienen el alma prestada de quien las crea y
orienta. O, expresado en palabras de Morozov, las nuevas tecnologías digitales constituyen
la “nueva ropa del capitalismo”.
Ahora bien, del mismo modo que rechazo un determinismo tecnológico también
me alejo de la idea de que exista un determinismo legislativo laboral que cree o destruya
empleo. Donde sí incide este segundo determinismo es en la calidad del empleo, en la
pobreza, en la salud y en el acceso a la formación.
En la actualidad vivimos una vuelta a los primeros años de la primera revolución
industrial del siglo XVIII. Hoy no podemos ignorar que lo que sucede en el hogar forma
FRANCISCO AVENDAÑO MARTÍNEZ
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parte de la economía tanto como lo que ocurre en las fábricas y o cinas. No cabe duda de
que se pretende reconvertir el hogar en un lugar de producción.
En de nitiva, al igual que sucedió en el camino de crecimiento económico de la PRI,
adolecemos de evidentes fallos morales, que están provocando grandes desequilibrios
sociales.
Entiendo el Derecho del Trabajo como una responsabilidad social para regular y or-
denar una realidad. Permanentemente debemos responder nuevas preguntas que tienen
distintas respuestas. En este sentido, el mercado laboral no es una entidad espontánea,
sino el resultado de un desarrollo histórico construido a base de con ictos, mediaciones
y elecciones.
Así es como evoluciona el Derecho. Como dice Rodríguez-Piñero Royo, “las transfor-
maciones se convierten en un desafío para el sistema jurídico, del que se espera una nueva
regulación que proporcione respuestas adecuadas a las diferentes necesidades generadas,
ordenando adecuadamente esta realidad” (Rodríguez-Piñero Royo, 2017:187-188).
En la década de 1980 el modelo económico neoliberal creó el mito de que la legislación
laboral vigente era irreconciliable con una necesaria  exibilidad organizativa y competitiva.
La inoculación de la competitividad en el código genético de la estabilidad en el
empleo, de acuerdo con Beltrán de Heredia Ruiz (2018), “se ha cobrado un alto precio,
pues ésta queda siempre a expensas de los postulados económico-liberales situando al
Derecho del Trabajo en una encrucijada constante porque, a cambio de la preservación
del negocio jurídico, lo ha condenado a una espiral de reforma permanente devaluado-
ra de las condiciones de trabajo para garantizar la vida de la empresa en la economía
globalizada”.
Tal y como planteamos en el Capítulo anterior, el capitalismo se desarrolla en un
ecosistema que le obliga a innovar y expandir los mercados constantemente, aunque la
competencia cada vez sea menor, y los monopolios mayores. El modelo capitalista neoli-
beral de ayer es el mismo de hoy. Por ello, adjetivos como “capitalismo de plataforma” o
“capitalismo de vigilancia” no deberían alejarnos del sustantivo, de sus objetivos, aunque
surjan diferentes métodos. La evolución de la tecnología siempre ha sido consecuencia de
una forma de entender la economía y la sociedad. Es de este modo que podemos entender,
como de ne Standing (2016), el “capitalismo rentista” donde se ubican los nuevos modelos
de negocio digitales.
El término economía digital fue acuñado por primera vez en 1994 por Don Tapscott
en e Digital Economy: Promise and peril in the age of networked intelligence (Tapscott,
1994). Según Negroponte la economía digital utiliza bits en lugar de átomos (Negroponte,
1995) y no se puede hablar de “una economía digital separada. Tenemos una economía que
es digital” (Comisión Europea, 2014). Aunque la mayoría de nosotros, como individuos
y organizaciones, utilizamos las tecnologías para simpli car la realización de las tareas
existentes, principalmente informatizando o, en otras palabras, digitalizando, la economía
digital es más que eso. No se trata simplemente de utilizar un ordenador para realizar
tareas que tradicionalmente se hacen de forma manual. La economía digital se centra en
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Capitalismo y modelos de negocio en la revolución digital y transformación del mercado de trabajo
las oportunidades y la necesidad que tienen las organizaciones y los trabajadores de utilizar
las tecnologías para ejecutar las tareas mejor, más rápido y a menudo de forma diferente
que antes, con el objetivo de mejorar la productividad y la e ciencia. La economía digital
utiliza estas tecnologías para reelaborar los intercambios tradicionales y posibilitar otros
nuevos añadiendo valor.
Se ha adoptado como principio fundamental que el capital humano es la fuerza
impulsora de la rentabilidad de cualquier empresa. Así, un empleado bien desarrollado y
motivado es rentable para la empresa, ya que es más productivo y genera ingresos con sus
actividades. Al monetizar varios aspectos de la función de recursos humanos y proyectar
cómo esas funciones impactan y se suman a los resultados  nancieros de una organización,
los recursos humanos podemos pasar fácilmente de constituir un centro de coste a un
centro de bene cios.
Pero a la vez, en las últimas décadas, el modelo económico neoliberal está debilitando
el acuerdo social que por generaciones ha protegido a los trabajadores. Para ello, el sistema
capitalista se ha apalancado, y enfocado, en una suerte de nuevas tecnologías que nos
devuelven a épocas superadas con el diálogo social y la concertación.
Además, los nuevos modelos de negocio basados en la tecnología digital, que básica-
mente se dedican a actividades de toda la vida, y que intentaron revestirse con denomi-
naciones impropias como plataformas colaborativas que dicen facilitar intercambios me-
diante el uso de monedas sociales, han creado una nueva categoría laboral de trabajadores
despojados de las garantías tuitivas propias del Ius Laborum.
La precariedad laboral o el desempleo son fenómenos antisociales que conviven con
nosotros desde mucho antes de la irrupción de las tecnologías digitales. La novedad, que
sí es sustancial, está en el modelo.
Las cocinas “fantasma” que crecen en las ciudades de todo el mundo contienen la
mayoría de esas características que cali co de antisociales.
Se trata de habitáculos de pocos metros cuadrados que se alquilan a quien quiera
adentrarse en el “nuevo” negocio de la comida a domicilio. El único indicio que habla de
lo que pasa ahí dentro son las decenas de repartidores que se detienen en las puertas del
inmueble con sus motos y bicicletas a la espera de que les entreguen el siguiente pedido.
Deben llegar a su destino en menos de diez minutos. Son edi cios que no muestran indicio
alguno de lo que ocurre en su interior. Un ejemplo de “black box” analógico. Nada digital.
Al igual que los riders o los cocineros. No tienen ventanas, ni ventilación. Su interior es
más parecido a una fábrica de principios del siglo XX que de lugar dedicado a la hostelería.
En cada “o cina”, un cartel con la marca de un restaurante distinto y un pequeño ojo de
buey que permite ver el interior de las pequeñas cocinas. En la inmensa mayoría de ellos,
lo que se ve es a un cocinero sudando entre fogones y humo y corriendo de acá para allá
para no dejarse ni una sola comida sin hacer. Con exactitud taylorista, los pedidos deben
salir en menos de diez minutos. El Derecho del Trabajo no se conoce puerta adentro. Son
estructuras físicas de injusticia y del trabajo de explotación.

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