Una aproximación pragmatista al testimonio como evidencia

AutorAndrés Páez
Cargo del AutorProfesor asociado y director del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes, Bogotá, Colombia
Páginas215-238
IX
UNA APROXIMACIÓN PRAGMATISTA
AL TESTIMONIO COMO EVIDENCIA
Andrés PÁEZ *
Universidad de los Andes
1. INTRODUCCIÓN
El testimonio es nuestra mayor fuente de creencias. La gran mayoría
de las cosas que creemos han sido adquiridas a partir de las palabras de los
demás, no de evidencia recolectada directamente en el mundo a través de la
observación. Hechos acerca del pasado remoto o acerca de lugares lejanos
son claros ejemplos de creencias testimoniales. Pero también lo son nuestras
creencias acerca de hechos muy personales, tales como el lugar y la fecha
de nuestro nacimiento, o los nombres de nuestros tatarabuelos. Las teorías
y los descubrimientos científ‌icos son aceptados en la gran mayoría de los
casos a partir de lo que otros nos informan. Que el cigarrillo causa cáncer,
o que las anomalías en las observaciones de las rotaciones de las galaxias
pueden ser explicadas por la teoría de la materia oscura, son af‌irmaciones
que ninguna persona puede verif‌icar individualmente. En muchos casos ni
siquiera puedo imaginar o entender los medios a través de los cuales mis
* Profesor asociado y director del Departamento de Filosofía de la Universidad de los Andes,
Bogotá, Colombia. El autor quiere agradecer a todos los participantes del Workshop on Standards of
Proof and Scientif‌ic Evidence, organizado por la Facultat de Dret de la Universitat de Girona, por sus
valiosos aportes y comentarios. Esta publicación es uno de los resultados de la investigación: «Umbra-
les de Evidencia Científ‌ica», f‌inanciada por el Departamento Administrativo de Ciencia, Tecnología e
Innovación de la República de Colombia (COLCIENCIAS).
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creencias testimoniales podrían ser verif‌icadas, y sin embargo tengo plena
conf‌ianza en ellas.
La mayoría de los testimonios son aceptados irref‌lexivamente, sin que me-
die un proceso de deliberación consciente. La credulidad humana es un tema
f‌ilosóf‌ico con una larga tradición. Por ejemplo, REID af‌irmaba que todos los
seres humanos poseen «la disposición a conf‌iar en la veracidad de los demás,
y a creer lo que nos dicen» (2000: 194). Nuestra credulidad probablemente
está apuntalada por mecanismos subconscientes muy estables que sopesan la
plausibilidad de las af‌irmaciones de los demás (FRICKER, 1995), su consis-
tencia con las creencias del oyente y su credibilidad intrínseca y contextual
(THAGARD, 2005). Estos mecanismos psicológicos de «vigilancia epistémica»
(SPERBER, 2010) parecen necesarios desde un punto de vista evolutivo. Nues-
tra conf‌ianza en las palabras de los demás son un requisito para la interacción
social en general, y es esencial con el f‌in de alcanzar el nivel de coopera-
ción necesario para la supervivencia de la especie humana (STERELNY, 2012).
Sin embargo, nuestra tendencia natural a aceptar testimonios algunas ve-
ces nos mete en problemas, especialmente cuando la aceptación despreveni-
da de un falso testimonio tiene consecuencias negativas signif‌icativas. En los
negocios, el derecho, la ciencia y en la vida diaria debemos tomar decisiones
importantes e implementar políticas cruciales a partir, casi exclusivamente, de
las palabras de los demás. En estos contextos el testimonio ha de ser aceptado
como el resultado de un proceso de decisión racional. La aceptación del tes-
timonio requiere una evaluación epistémica para determinar su relevancia, su
credibilidad y su valor explicativo y evidencial en un contexto dado.
Es bien conocido el intento de HUME de justif‌icar nuestra aceptación del
testimonio reduciéndolo a una simple inducción por enumeración. En «De los
milagros», que corresponde al capítulo X de la Investigación sobre el enten-
dimiento humano (1743), HUME af‌irma que podemos conf‌iar en el testimonio
humano porque la experiencia ha demostrado que generalmente es conf‌iable.
La aproximación reductivista de HUME no ha encontrado muchos defensores
y ha sido criticada severamente por COADY (1973, 1992), como veremos en el
apartado 2.
La gran mayoría de los autores ha optado por aproximaciones no reduc-
tivas, en las cuales no se hace ningún intento por verif‌icar o justif‌icar directa-
mente nuestras creencias testimoniales. SHAPIN (1984), por ejemplo, intenta
transformar la pregunta de tal modo que lo que esté en juego no sea la justif‌i-
cación de una creencia sino la determinación del grado de conf‌ianza que nos
produce la persona que presenta el testimonio. Como nuestro juicio acerca de
si alguien es digno de conf‌ianza es un juicio moral, el problema del testimo-
nio en el fondo sería un problema moral. El problema es que las fuentes del
falso testimonio incluyen no sólo las intenciones mendaces, sino también la

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