La fábula del desarrollo y sus efectos sobre la inmigración del codesarrollo a los Objetivos del Milenio

AutorCarlos Gómez Gil
Cargo del AutorDirector Observatorio y Seminario permanente de la Inmigración Sede Universitaria Ciudad de Alicante. Universidad de Alicante.
Páginas147-182

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1. La cooperación al desarrollo como el mito de Sísifo

Igual que los camaleones van cambiando su color para adaptarse al medio, camuflarse entre la vegetación y obtener las máximas ventajas del entorno, la cooperación al desarrollo, desde sus inicios mismos, ha ido cambiando de apariencia manteniendo su esencia y morfología, y obteniendo los máximos beneficios del entorno social, económico y político. Pero al igual que el camaleón, el cuerpo no cambia, la filosofía del desarrollo sobre la que interviene sigue siendo la misma, aunque vaya cambiando y renovando el léxico y los aparentes discursos, sin que hayan afectado a sus cimientos. Y por si fuera poco, en la medida en que la cooperación al desarrollo ha llegado a interiorizar, digerir y fagocitar sin contratiempos las críticas que con el tiempo se le han venido haciendo, nos encontramos con que el torrente de críticas que desde hace dos décadas acumula se ha transformado más en una vacuna que le proporciona inmunidad, que en un factor de transformación y renovación. De esta forma, como en el mito de Sísifo, éste estaba obligado a empujar una enorme piedra cuesta arriba de la ladera empinada, pero antes de que alcanzase la cima de la colina la piedra siempre rodaba hacia abajo y Sísifo tenía que empezar desde el principio, parece que nos hemos acostumbrado a que a medi-Page 148da que pasan los años y las décadas, la Ayuda al Desarrollo tenga ante sí el mismo panorama.

Todo ello en la medida en que las seis décadas de vigencia de las políticas mundiales de ayuda al desarrollo ofrecen un balance enormemente desigual, evidenciando que en términos globales no ha habido saltos apreciables en términos de desarrollo derivados de forma directa por el empuje y la certeza de las políticas de cooperación. De esta forma, no es exagerado hablar de crisis en el sistema internacional de ayuda, debido a los profundos cambios que se han sucedido a nivel internacional, en todos los órdenes, pero también en el cuestionable uso que se ha venido asignando a la ayuda al desarrollo por parte de los donantes, lo que ha le ha restado eficacia al tiempo que ha desvirtuado sus objetivos.

Si en algo ha avanzado inequívocamente la Ayuda Oficial al Desarrollo con el paso del tiempo ha sido en su dependencia de los intereses económicos y políticos de los donantes, y con ello, en su pérdida de efectividad, al tiempo que se ha ido disociando y apartando del conjunto de acuerdos, compromisos y obligaciones que la propia comunidad internacional y sus dirigentes han ido construyendo en las últimas décadas en esta materia. ¿Alguien se ha parado a pensar en el cúmulo de grandes compromisos elaborados por Naciones Unidas en sus cumbres mundiales en los últimos años, anunciados a bombo y platillo y que, como sucede con los ODM, se han elaborado y firmado desde la convicción de su incumplimiento y de su imposible consecución?

Es cierto que se ha producido un avance imparable de la miseria extrema, de la pobreza que mata, las enfermedades endémicas, la violencia, la malnutrición, el hambre, la falta de educación y el retroceso en la esperanza de vida para países y regiones enteras, a pesar de que sobre estas zonas se vienen aplicando actuaciones dentro de eso que denominamos como ayuda al desarrollo. Ahora bien, tampoco podemos ignorar que se han producido algunos avances relevantes en términos de desarrollo, entre los que podríamos citar la disminución de las distancias de los países empobrecidos con los países ricos enPage 149indicadores como el analfabetismo, la mortalidad infantil, el acceso al agua potable y la salubridad; o la creación de dispositivos esenciales de ayuda que son capaces de ofrecer atención vital en situaciones de catástrofes naturales, desastres, guerras y grandes desplazamientos forzosos bajo la cobertura de la ayuda humanitaria.

Sin embargo, podemos legítimamente preguntarnos cómo se ha podido seguir registrando un avance de la pobreza tan imparable a pesar de las seis décadas de vigencia de estas políticas mundiales de ayuda al desarrollo; por qué estas políticas de cooperación internacional no han sido capaces de invertir este proceso en los países donde se han aplicado, qué responsabilidad vienen desempeñando los países donantes en las políticas de ayuda que llevan a cabo; hasta qué punto nuevos problemas como el cambio climático, los conflictos de baja intensidad, el auge de los populismos, las migraciones emergentes, o las tensiones territoriales y nacionalistas están relacionados con la persistencia de la pobreza y el subdesarrollo sobre amplias zonas del planeta.

2. Un cambio en el paradigma del desarrollo

Posiblemente, debamos cambiar radicalmente el paradigma sobre el que intervenimos en materia de cooperación y ayuda al desarrollo. El objetivo último de la lucha contra la pobreza se resume en la disminución del número de los llamados como muy pobres en el mundo, algo que por desgracia, no ha dejado de aumentar a pesar de las seis décadas de políticas continuadas de ayuda al desarrollo mundiales. Expresándolo de una forma muy clara y seguramente polémica: a la vista del fracaso de las políticas de cooperación y ayuda en lo referente a la lucha contra la pobreza extrema, ¿no deberíamos cambiar el paradigma sobre el que intervenimos y luchar contra la riqueza extrema y los formidables procesos de acumulación de recur- sos económicos que se han consolidado especialmente desde la década de los setenta del siglo pasado? Puede parecer un sim-Page 150ple juego de palabras pero no lo es, porque para el capital, la cooperación es el colchón sobre el que el neoliberalismo avanza, tratando así también de legitimar lo que se consideran como efectos inevitables de una globalización imparable, necesaria e imprescindible.

Las políticas de cooperación y ayuda están dejando de cues- tionar los fundamentos sobre los que se han construido unas relaciones económicas y financieras globales tremendamente injustas y que son precisamente la base sobre las que avanza la pobreza en el mundo, para simplemente atender a sus víctimas, y tratar de insertarlos en el capitalismo global, lo que Eric Toussant denomina como capitalistas descalzos, que promueve por ejemplo el microcrédito, algo que no deja de ser visto con simpatía por instituciones financieras internacionales, Gobiernos y empresas transnacionales. Las 1.000 personas con mayor riqueza del mundo, según el índice Forbes, acumulan una riqueza superior a los 1,54 billones de dólares, al tiempo que el tipo impositivo medio sobre la renta de estos afortunados se sitúa en un 18%, mientras que las rentas del trabajo lo están en un 35% de media. Es decir, 1.000 personas acumulan tanta riqueza como 3.500 millones de personas en el mundo, y la tendencia es a aumentar. Y todo ello al tiempo que sobreviven solo en EE.UU. 24 millones de personas que viven de los cupones de alimentos, el nivel más alto desde 1964.

Por el contrario, si nos atenemos a los datos sobre los flujos mundiales de AOD del año 2007 elaborados por el CAD y que acaban de hacerse públicos, éstos habrían disminuido un 8,4% respecto al año anterior, situándose en 103,7 mil mill/$, correspondiendo a un nivel medio del 0,28% en relación con la RNB acumulado en el conjunto de miembros del CAD, frente al 0,31% del año 2006, previéndose un nuevo descenso para el año 2008, 2009 y 2010 según este mismo organismo. A todo esto lo denominamos como Ayuda Oficial al Desarrollo, sin más, aceptando un conjunto de elementos y factores que son contabilizados por el CAD a través del Creditor Reporting System (CRS) financiado por el Banco Mundial, y que permite consignar como AOD cosas alejadas de ese supuesto desarrollo que se pretende, tan increí-Page 151bles como la venta de Centrales Nucleares, la deportación de los inmigrantes irregulares, o la educación universitaria a los familiares de las élites dirigentes de los países pobres. Nos hemos creído durante décadas la fábula de la Ayuda al Desarrollo, aceptando a pies juntillas su papel y significado, especialmente por medio de las operaciones de contabilidad creativa llevadas a cabo por los países ricos, mientras que no hemos entrado a considerar cuestiones de mucho mayor calado.

A la luz de todo ello, solicitar simples aumentos de la AOD en base a la creencia de que lo que llamamos como 0,7% es intrínsecamente bueno, pensando que así se produce una auto- mática reducción de la pobreza en el mundo, es tan inexacto como equívoco, ya que los 60 años de vigencia de las políticas mundiales de Ayuda al Desarrollo han demostrado que esto nunca se ha producido. Posiblemente, haya llegado la hora de empezar a replantear a fondo el verdadero sentido de lo que denominamos como Ayuda Oficial al Desarrollo, lo que se entiende como tal, y todo el sistema de contabilización y consignación de gastos que, como mínimo, debemos considerar como caduco, siendo magnánimos, y como interesado cuanto menos.

La configuración de la economía mundial ha puesto patas arriba todo el sistema internacional de ayuda, a pesar de lo cual, seguimos aplicando fórmulas, procesos y respuestas nacidas tras la construcción del mundo bipolar surgido tras la segunda Guerra Mundial, de donde surge la filosofía del desarrollo enunciada por el Presidente Harry Truman en 1949 en su discurso...

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