Revisando paradigmas. A propósito de la crisis del coronavirus

AutorAlfonso de Julios-Campuzano
Cargo del AutorCatedrático de Filosofía del Derecho. Universidad de Sevilla
Páginas123-145
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CAPÍTULO SEXTO.
REVISANDO PARADIGMAS. A PROPÓSITO
DE LA CRISIS DEL CORONAVIRUS
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1. PRESENTACIÓN: LA AMENAZA INVISIBLE
De tanto en tanto, la ciencia ficción nos regala pasajes apocalípticos con
los que pasar una tarde viendo la tele o con los que deleitarnos leyendo, recos-
tados sobre el sofá en un fin de semana lluvioso. Pero la realidad puede llegar
a superar a la ficción, rompiendo la costura de nuestras falsas seguridades y
haciendo saltar por los aires los fragmentos de nuestra complacencia acomo-
daticia de tecnología, consumo y bienestar. De repente somos todos los que
estamos amenazados, por algo que no podemos alcanzar a ver y es nuestro
mundo (todo él) el que parece tambalearse. Se tambalean la altanería y la
autosuficiencia de un hombre ebrio de poder, ahíto de conocimiento, colma-
do de la soberbia pseudocientífica de una seguridad que se ha desvanecido
por entero. Y nos vemos, de repente, precipitados sobre aquellos miedos que
nunca llegamos a conocer, aquellos miedos telúricos de nuestros ancestros,
tiritando de pánico, con el tacto frío de la ansiedad trepando por las entrañas,
cielo arriba, como un escalpelo.
Sabíamos que podía ocurrir, pero no queríamos siquiera imaginarlo.
Habían sonado voces conjeturando que el desastre podía irrumpir en algún
momento. Lo habían presagiado sesudos informes, ávidos de ser tenidos en
cuenta, que anticipaban los riesgos de un agente vírico potencialmente conta-
gioso. Y nos lo habían revelado también, por oleadas, otros brotes epidémicos
recientes, como el Ébola o el SARS, que habíamos relegado con evidente dosis
de inconsciencia a la crónica de sucedidos, anécdotas y episodios.
Pero esta no vez no conseguimos dar esquinazo al pánico. Al fin, la
angustia ha conseguido echarnos la mano al cuello y seguimos con ella,
1 Catedrático de Filosofía del Derecho. Universidad de Sevilla.
Alfonso de Julios-Campuzano
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anudada a la garganta, inmersos en un mundo que creíamos seguro y que
se ha convertido en hostil y contaminado. Y todo por un ser microscópico
al que no podemos ver, que se reproduce en un automatismo ciego, la ima-
gen espectral de un agente que se debate entre el ser y el no ser: la metáfo-
ra perfecta de nuestra arrogancia, una insignificancia ante la que estamos
inermes.
El coronavirus representa la era de las incertidumbres (Morin, 2020: 20), el
ocaso de las falsas seguridades, una cura de humildad para la petulancia cien-
tífico-técnica que nos había hecho creernos indestructibles, el descubrimien-
to de la fragilidad del ser humano ante la cual sólo podemos responder con
un protocolo de remedios de otra época (aislamiento, distancia social, masca-
rillas, higiene…).
La crisis planetaria del coronavirus ha desvelado muchas cosas que es-
taban a la vista y que nos negábamos a ver, obsesionados, quizás, con buscar
soluciones a problemas menores que la irrupción de la pandemia ha mostra-
do en su auténtica dimensión. De repente, nuestra forma de vida se ha visto
drásticamente alterada, amenazada por un agente microscópico que precisa
de la vida para su reproducción. El impacto social, económico, político y
jurídico de la pandemia está aún por calibrar. Son muchos los aspectos de la
vida humana que han sido alcanzados por este tsunami planetario. La pande-
mia ha quebrado toda una forma de comprender la realidad y ha puesto de
relieve que nuestros modelos cognitivos y organizativos están en buena me-
dida desfasados y resultan insuficientes para afrontar los desafíos de nuestro
tiempo.
Víctimas de nuestra propia imprevisión, la expansión del virus y el incre-
mento de contagios nos ha abocado a un “estado de guerra médica” (Zizek,
2020, 33), que se podría haber minimizado si hubiéramos actuado con mayor
diligencia, atendiendo la virulencia de la enfermedad y las alertas que se lan-
zaron por la Organización Mundial de la Salud.
No sirvieron, sin embargo, ni los presagios ni los informes que pronto ca-
yeron en el olvido, desechados por agoreros. La amenaza fue menospreciada
de manera general. Había asuntos más importantes que atender, a pesar de las
advertencias sobre el peligro que se cernía sobre nosotros.
Crecieron los contagios. Y siguieron creciendo. Y aún crecieron más.
Exponencialmente. Las gráficas se dispararon, se colapsaron los servicios sa-
nitarios y no fue posible impedir una espiral ascendente de víctimas mortales
que aún no ha concluido.

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