El incierto futuro del empleo femenino en la maquila centroamericana y dominicana

AutorPatxi Zabalo Arena y Elena Martínez Tola
CargoDepartamento de Economía Aplicada I
Páginas09

1. Introducción

Este trabajo aborda el difícil porvenir del empleo femenino en la industria maquiladora de Centroamérica y la República Dominicana, dedicada esencialmente al ensamblaje de prendas de vestir, debido al cambio en el marco regulador y a la creciente competencia de China y otros países asiáticos. El primer apartado recuerda la importancia de la maquila para estas economías, destacando su papel como principal fuente de empleo industrial femenino, a pesar de la precariedad de las condiciones de trabajo y su escasa remuneración. El segundo apartado analiza el nuevo contexto del comercio internacional, que cuestiona la viabilidad de ese modelo de inserción en la cadena de valor mundial, particularmente en el sector textil y confección. Por ello, el tercer apartado plantea las serias dudas que se ciernen sobre el futuro del empleo en la maquila, predominantemente femenino, en el nuevo escenario internacional.

2. Maquila y empleo femenino en la Cuenca del Caribe

Los países de la Cuenca del Caribe2, junto a México, han visto florecer durante las últimas décadas una importante industria maquiladora, que fundamentalmente vincula sus economías con la de Estados Unidos. En efecto, se trata esencialmente de labores de ensamblaje o montaje de componentes importados cuyo destino final es el mercado del poderoso vecino del norte. Por eso, su actividad se concentra en aquellos sectores en los que es posible la segmentación geográfica de la producción, realizándose el diseño y la fabricación más compleja en un país del Norte económico y el ensamblaje final del producto en uno del Sur. Ello permite a las empresas transnacionales (ETN) abaratar los costes de producción de unas mercancías cuyo consumo se sigue concentrando, como la riqueza, en el Norte, dado que esa fase requiere un uso intensivo de mano de obra y ésta recibe un salario mucho menor en las economías del Sur.

Esta forma de transnacionalización de la producción comenzó a generalizarse en sectores tales como el textil y la confección, la electrónica de consumo o el automóvil en torno a 1970, como respuesta de un creciente número de empresas estadounidenses, europeas y japonesas a la crisis de rentabilidad (caída de su tasa de beneficio) a la que se enfrentaban por aquel entonces. En un primer momento se tradujo en la creación de filiales en el sudeste asiático, pero luego se ha ido ampliando el destino de esas inversiones de las ETN, incluyendo a las economías de Centroamérica y el Caribe. Otra novedad ha sido la cada vez mayor utilización de la subcontratación de otras empresas, locales o no, en vez de invertir para crear filiales, lo que supone correr menos riesgos por parte de la empresa multinacional. Ello ha llevado a que, a veces, en la cabeza de la cadena de valor se encuentren empresas que son meras distribuidoras del producto, sin implicación directa en su fabricación. Y es que esta cadena va más allá de la actividad productiva e incluye tanto procesos anteriores, ligados a la tecnología, la concepción y el desarrollo del producto, como posteriores, relacionados con el marketing, la distribución y venta, e incluso los servicios postventa y el reciclaje del producto (ONUDI, 2004; Gereffi y Memedovic, 2003).

2.1. La industria maquiladora en Centroamérica y la República Dominicana: éxito comercial sin desarrollo

Aunque la legislación autorizaba su instalación desde comienzos de los años setenta y existen experiencias anteriores, la expansión de la industria maquiladora dominicana comienza en los años ochenta y desde la segunda mitad de esa década también se da en Costa Rica, El Salvador y el resto de las economías centroamericanas. Su importancia se refleja claramente en sus flujos comerciales internacionales.

Las exportaciones de Centroamérica se dirigen principalmente a EEUU, pero están menos concentradas en ese mercado que las de la República Dominicana. En efecto, en 1992, el 84% de las exportaciones dominicanas se dirigía a Estados Unidos (la UE recibía el 6% y a Latinoamérica apenas llegaba el 2%), cifra similar al 85% de 2001. Por su parte, las exportaciones a los Estados Unidos desde los países del Mercado Común Centroamericano (MCCA) suponían el 37% del total en 1990 (la UE representaba el 24% y las internas al MCCA eran el 17%) y son el 39% en 2001, a pesar de la recuperación del comercio intrarregional (la UE ha bajado al 13% y las intra-MCCA son el 28%). Ahora bien, más del 90% de las exportaciones de la industria maquiladora tiene como destino el mercado estadounidense (CEPAL, 2002).

No obstante, el hecho más destacable es el cambio radical en la composición de las exportaciones, que en primer lugar se dio en la República Dominicana, pero que algo más tarde ha ocurrido también en Centroamérica. Y en todos los casos debido a la maquila de prendas de vestir, que ha disparado las exportaciones de productos industriales, al tiempo que caían los precios de las materias primas. En efecto, ya en 1992 sólo el 8% de las exportaciones dominicanas hacia EEUU eran productos primarios, cifra que en 2001 había bajado hasta el 2%, cuando en la primera mitad de los años ochenta rondaba el 28%. Por su parte, desde la primera mitad de los años noventa las exportaciones de productos textiles de los cinco países miembros del Mercado Común Centroamericano (MCCA) han desplazado a las de productos agrícolas del primer puesto, representando la mitad de lo vendido en EEUU (gráfico 1).

Gráfico 1. MCCA: principales rubros exportados a Estados Unidos.

[NO INCLUYE GRAFICOS]

Ahora bien, son Costa Rica y El Salvador los principales responsables de esta transformación, ya que en Honduras es muy reciente y Guatemala y Nicaragua avanzan en el mismo sentido pero más lentamente. De todas formas, si para el conjunto del MCCA en 1990 el 24% de los 20 rubros de exportación más importantes eran textiles, en 2000 esos productos representaban ya el 51% del total exportado. Otros productos que avanzaron en las exportaciones de Centroamérica son los circuitos electrónicos integrados (su contribución al total de las exportaciones a los Estados Unidos era de 2,7% en 2000 y 3,7% en 2002), los instrumentos y aparatos médicos y de cirugía (1,5% en 2000 y 2,7% en 2002), exportados principalmente por Costa Rica y El Salvador. También las exportaciones dominicanas de productos industriales hacia EEUU han ido sumando otros rubros al de las prendas de vestir, pero siguen siendo relativamente escasos, sobre todo los de alto contenido tecnológico (CEPAL, 2003 y 2004d).

Por ello, a pesar de ese significativo cambio en la estructura de las exportaciones centroamericanas y dominicanas destinadas al mercado de los Estados Unidos, sigue presente su escasa diversificación, al estar ahora concentradas en los productos provenientes de la actividad maquiladora. De hecho, la actual estructura de exportaciones de la zona a los Estados Unidos refleja la importancia que en la región tienen las iniciativas del gobierno de los EEUU. Y es que, si bien el avance sin precedente de la maquila durante los años noventa (gráfico 2) se explica por la confluencia de factores internos y externos, los segundos resultan decisivos.

Gráfico 2. Valor agregado de la actividad maquiladora

[NO INCLUYE GRAFICOS]

En primer lugar está la adopción por parte de los gobiernos de la región de una estrategia de industrialización basada en la promoción de exportaciones de productos no tradicionales. Esto ocurre en un contexto de agotamiento de la estrategia orientada al mercado interno, la conocida industrialización por sustitución de importaciones, y de imposición de políticas de ajuste estructural tras la crisis de la deuda externa. Esa estrategia se concreta en la creación de zonas francas industriales (ZFI), o zonas de procesamiento para la exportación (ZPE), ya utilizadas con anterioridad en otras partes del mundo, particularmente en el sudeste asiático. Las zonas francas son áreas geográficamente delimitadas del territorio de un país en las que se aplican normas especiales de carácter aduanero fiscal, monetario, crediticio, e incluso laboral para atraer inversiones extranjeras orientadas a la producción de bienes industriales que posteriormente se exportan3. Con ello se pretenden generar ingresos en divisas, crear empleo y alentar la transferencia de tecnología.

En segundo lugar se encuentra la política de asociación impulsadas por el gobierno de EEUU para facilitar la reestructuración de su industria, seriamente afectada por la alta competitividad de los productos asiáticos en su propio mercado, y que comenzó con la Iniciativa para la Cuenca del Caribe (ICC). Esta iniciativa fue auspiciada por la administración Reagan a comienzos de los ochenta en el contexto del fin de la guerra fría y los conflictos armados centroamericanos, y bajo diversas versiones cada vez más reforzadas ha seguido hasta la actualidad. Esta política comercial favorece que las empresas estadounidenses de prendas de vestir transfirieran sus procesos intensivos en mano de obra a los países vecinos con bajos salarios, al tiempo que apoya al sector textil, proporcionándole un mercado cautivo para sus telas gracias a las normas de origen. Pero también ha atraído a exportadores asiáticos interesados en reforzar su presencia en el mercado de Estados Unidos mediante el ensamblaje en esta zona, aprovechando su ubicación geográfica y bajos costos laborales.

Con todo, no cabe duda de que el segundo factor mencionado es el decisivo, lo que pone de manifiesto la debilidad y vulnerabilidad del modelo, totalmente dependiente de las preferencias otorgadas por la administración de EEUU. Además, el trato arancelario preferencial sólo se recibe cuando el procesamiento de los textiles y prendas de vestir se lleva a cabo con materia prima estadounidense. Y es que el éxito exportador de esa forma de inserción en el mercado mundial se debe a una competitividad ilusoria, basada en una ventaja competitiva artificial, en vez de en una verdadera...

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