Estilo de vida y necesidades de los Jóvenes en el Municipio de Toledo

AutorJuana María Serrano/Roberto Moreno/Santiago Gutiérrez
Páginas119-134

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1. Introducción

Los problemas de los jóvenes preocupan a todos los niveles. Autoridades públicas, investigadores, profesionales y las familias buscan estrategias de análisis de los nuevos retos para el diseño de políticas públicas y programas de intervención que mejoren la situación de las nuevas generaciones. A lo largo de las últimas décadas, y en los albores de la sociedad post-industrial basada en el conocimiento, los problemas de los jóvenes coincidido con la creciente complejidad, dificultad y duración de la transición de los jóvenes de la escuela al trabajo (Eurostat 2014, Maguire 2013,

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Dietrich 2012). Este proceso se ha vuelto no lineal, difícil de predecir y controlar.

El empleo temporal y a tiempo parcial también aumentaron constantemente con
6.3 puntos y 9.4 puntos, respectivamente, desde 2003, lo que sugiere una mayor flexibilidad en el mercado de trabajo que puede apoyar la absorción de la mano de obra joven, pero al mismo tiempo mayores niveles de empleo inestable y de baja calidad para los jóvenes (Vasile y Anghel, 2015).

Esto es válido para todas las generaciones, pero es especialmente alarmante para los jóvenes que están experimentando algunas de las dificultades más profundas, en particular en el ámbito del mercado de trabajo (Tanveer, Marelli y Signorelli, 2011). A pesar de las relativamente altas inversiones en educación para las generaciones más jóvenes, en casi todos los países europeos los jóvenes están más expuestos a condiciones de vida vulnerables y posiciones precarias en el mercado de trabajo y tienen menos oportunidades en comparación con sus padres (Comisión Europea, 2013). En los países mediterráneos de la UE, la tasa de desempleo juvenil es más alta que la tasa de desempleo total (a veces más del doble), aumenta más rápido y la duración del desempleo de los jóvenes también va en aumento, convirtiéndose en un rasgo persistente de estas economías (Bruno, Choudhry, Marelli y Signorelli, 2014).

Otros factores con amplio impacto en el conjunto generación de jóvenes pueden surgir de la educación y el sistema de formación, que es a menudo ineficaz, poco atractivo y no ajustados a la estructura y la evolución en el mercado laboral. Según la literatura, el nivel de educación se mantiene como el factor predictivo más importante para la evolución de la persona joven en el mercado de trabajo (Dietrich 2012).

Lahire (2004), a partir de sus investigaciones, entiende la adolescencia como un “tiempo de socializaciones múltiples en la cual se hace sentir la influencia conjunta- y, en ocasiones, contradictoria- de la familia, del grupo de pares y de la institución escolar y plantea que el niño, luego adolescente, constituye sus disposiciones mentales y comportamentales a través de las formas que toman las relaciones de interdependencia con las personas que le rodean de modo más habitual y duradero. No siempre reproduce directamente las maneras de actuar de su entorno, sino que conforma su propia modalidad de comportamiento en función de las diferentes configuraciones sociales en las que está inserto. Sus acciones han de pensarse como reacciones que se asientan relacionalmente sobre las acciones de los diferentes actores de estas constelaciones sociales que, sin saberlo, dibujan, trazan unos espacios de comportamientos, gustos y representaciones posibles para él” (Lahire, 2004).

En este sentido la etapa adolescente, es una etapa percibida como problemática, ya que aumenta la inestabilidad emocional, los conflictos con los progenitores y favorece el desarrollo de determinadas conductas de riesgo (Arnett,1992). Muchos estudios, al analizar conductas y comportamientos de la juventud, sostienen una noción de riesgo que mezcla para los jóvenes placeres y peligros asociándolos a un conjunto de prácticas de comportamientos completos y no tanto suponiendo que son actos aislados (Ballesteros, 2009).

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Los diferentes estudios asociados a las drogas explican que buena parte de las declaraciones y posturas de los jóvenes ante el riesgo potencial. Es esencialmente, “el discurso formal del riesgo, hacia el riesgo” (Rodríguez, Navarro y Megías, 2001). Hay hallazgos de estudios con adolescentes, como el estudio de casos realizado por Burton, Bartlett y Cuevas (2009) donde muestran las contradicciones existentes entre lo que dicta la normativa en la educación secundaria y su aplicación por los profesionales implicados, y ponen de relieve que es preciso incidir en las autoridades locales y los líderes escolares para favorecer el logro académico (Melendro, González y Rodríguez, 2013). Los estudios de Martínez, Santibáñez y Ruiz (2013) señalan la gran influencia que los padres y otros cuidadores formales e informales ejercen sobre los comportamientos que afectan a la salud mental delos jóvenes que están en una situación de riesgo, bien sea por situación de pobreza, estigma social, características étnicas o físicas, pobre rendimiento académico, etc.

La mayor parte de los trabajos llevados a cabo hasta el momento, fundamental-mente en Inglaterra y en Australia, conceden una especial importancia al examen del vínculo entre la identidad social del adolescente (reputación percibida), la imagen que quiere proyectar entre sus iguales (reputación ideal) y su ajuste comporta-mental (Moreno, Estévez, Murgui y Musitu, 2009). En los estudios se presentan afirmaciones como que el deseo o motivación por conseguir reconocimiento social, o, en otras palabras, por fraguar un determinado estatus social, constituye un factor de riesgo frente a la participación en comportamientos antisociales y violentos en la adolescencia (Carroll, Houghton, Hattie y Durkin, 1999). A través del proceso de socialización, el individuo interioriza las normas y valores morales de la sociedad en la que vive, mediante procesos cognitivos y de aprendizaje que son en gran medida implícitos y sobre los que se tiene escasa conciencia (Pozo, 1996).

A lo largo de estos últimos años en los estudios sobre violencia en general se presenta la idea de que la representación que una persona o un pueblo tiene de la violencia y de sus posibles víctimas, desempeña un decisivo papel en el riesgo de ejercerla. La persona violenta suele tener la creencia de que su violencia está justificada o es inevitable, y se ve a sí mismo cuando la utiliza como un héroe y a la víctima como un ser despreciable, inhibiendo la empatía (Díaz-Aguado, 1996). La representación de una persona o un grupo como inferior o como enemigo está estrechamente relacionada con su posible victimización. Estas distorsiones que suelen rodear a cualquier tipo de violencia en la edad adulta y en la juventud, se manifiestan de una forma muy significativa en la violencia de género (Kauffman, 1997).

Algunos estudios centran la atención de las situaciones y conductas violentas en contextos escolares y en espacios no supervisados por los adultos. En 1983 Olweus realizó un estudio en Noruega a escala Nacional donde el autor concluye que la violencia entre escolares afecta directamente al 15% de los alumnos de primaria y secundaria: el 9% de los cuales se reconoce como víctima, el 7% como agresor y el 1.6% en ambos papeles. En el marco de las investigaciones realizada en el Reino Unido, en lo que se conoce como el Proyecto Sheffield, refleja que el porcentaje de los escolares victimas de otros, se sitúa en las escuelas de primaria en torno al 27%, y como agresor en torno al 10%. Porcentajes que bajan al 10% y 4%, respectivamente, en las escuelas de secundaria. Otra vez se constata que en casi to-

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dos los episodios de violencia se producen fuera de clase, en el espacio del recreo y en los pasillos. En secundaria, las diferencias con la violencia en el aula son muchos menores, aunque van en la misma dirección. Como en los estudios noruegos la frecuencia con la que se produce dicho problema al ir o venir de casa al colegio es menos de la mitad de la que se produce dentro de la escuela (Smith y Sharp, 1994).

En nuestras escuelas, el maltrato entre iguales está tan presente como lo está, en término medio, en el resto de las escuelas europeas. Uno de los objetivos de los estudios llevados a cabo por Díaz-Aguado, Martínez y Seoane (2004) en 12 centros de Secundaria de la Comunidad de Madrid, con 826 adolescentes, de edades comprendidas entre los 13 y los 20 años y una edad media de 15,44 años es comparar la violencia entre iguales en el contexto de la escuela y el ocio. En este caso los resultados destacan que los adolescentes viven menos situaciones de agresión entre iguales que en el contexto escolar.

Para realizar una aproximación a estas realidades en el contexto castellano manchego y más concretamente en la ciudad de Toledo y para que la autoridad municipal pueda conocer a través de un estudio empírico la situación de la población joven para el diseño de las políticas y estrategias de juventud hemos realizado una investigación cuyos objetivos respondan a:

2. Objetivo general

Detectar y determinar las principales necesidades y problemáticas de la población joven de 14 a 30 años en el Municipio de Toledo.

3. Objetivos específicos
  1. Describir estructuralmente los principales perfiles de los jóvenes entre estas edades con especial atención a las diferencias por sexo.

  2. Determinar condiciones sociales y estilos de vida de cada uno de estos perfiles, con especial interés en los...

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