Episodios y estásimos

AutorJuan Alfredo Obarrio Moreno/Sandra Adams
Cargo del AutorLicenciado en Historia y en Derecho. Catedrático de Derecho Romano (Univ. de Valencia)/Licenciada en Filología Alemana por la Universidad de Mainz
Páginas163-282
CAPÍTULO TERCERO
EPISODIOS Y ESTÁSIMOS
“si una historia está anegada de sangre, de indignidades, de injus-
ticias, ésa es la historia de Europa”.
Gabriel García Márquez, El general en su laberinto.
I. EPISODIO PRIMERO. VV. 162-331
“es inútil que los gobernantes crean que han vencido al espíritu
libre por haberle sellado los labios, pues con cada hombre nace
una nueva conciencia y siempre habrá alguien que recordará la
obligación espiritual de retomar la vieja lucha por los inaliena-
bles derechos del humanismo y de la tolerancia”.
Stefan Zweig, Castellio contra Calvino.
El primer episodio posee tres partes bien diferenciadas. En la primera (vv.
162-210) vemos cómo Creonte, tras saludar a un Coro que mantiene su anti-
gua lealtad al rey (vv. 162-170), expone sus principios sobre los que va a ejer-
cer su autoridad (vv. 192-210) y proclama su decreto en favor de Eteocles, y en
contra del agresor de la ciudad, de Polinices. La segunda (vv. 210-220) se cen-
tra en el diálogo que mantienen Corifeo y Creonte, en el que podemos com-
probar cómo el primero se somete a sus mandatos, pero no con agrado; no en
vano le dirá: “dale ese encargo a otro que sea más joven”. El eje de la tercera
parte (vv. 222-330) lo constituye el denso diálogo que mantienen Creonte,
Corifeo y el guardián.
Una vez que el Coro se ha congratulado de la derrota de Polinices, que no
de su muerte –“excepto los dos desgraciados”. vv. 143-145–, y de la protección
que Zeus les ha otorgado, nos informa que “el rey del país”, Creonte, ha con-
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vocado a la asamblea de ancianos –“y nos ha hecho venir por una orden pre-
gonada por todos”–, un anuncio que indica la gravedad del asunto que quiere
comunicar: “¿A qué proyecto está dándole vueltas […]?” vv. 155-160.
No cabe duda de que Creonte no desconoce que el ejercicio del poder
entraña una grave responsabilidad cuando quien lo detenta posee una clara
conciencia de su sentido. Tomar el gobierno de una ciudad de la impor-
tancia de Tebas supone una continua toma de decisiones en las que debe
prevalecer la búsqueda del bien común y de la prosperidad de la ciudad, a
la que se llega cuando se transita sobre el suelo firme en el que se asienta la
Justicia.
Ahora, cuando “El poder pasa, pues, a mis manos” (Cocteau), Creonte,
uno de esos “personajes –que– han seguido reencarnándose hasta nuestros
días”626, expone, ante el consejo de ancianos (vv. 162-210), su firme propósito
de desempeñar tan alta dignidad, no valiéndose de un juicio arbitrario, sino
conforme al más estricto sentido del deber.
Si atendemos a sus palabras, advertiremos que su amplio y fecundo monó-
logo está construido como si de una obra de teatro se tratara, con tres partes
bien diferenciadas: inicio, desarrollo y desenlace. Por lo que respecta a su ini-
cio, este se configura como un breve prólogo:
CREONTE. “Ciudadanos, de nuevo los dioses han enderezado los asun-
tos de la ciudad que la habían sacudido con fuerte conmoción. Por me-
dio de mensajeros os he hecho venir a vosotros, por separado de los de-
más, porque bien sé que siempre tuvisteis respeto a la realeza del trono
de Layo, y que, de nuevo, cuando Edipo hizo próspera a la ciudad, y
después de que él murió, permanecisteis con leales pensamientos junto
a los hijos de aquél”. vv. 163-169.
En primer lugar, al Coro de ancianos les llama ciudadanos627. No es una
fórmula retórica. Representa una realidad fáctica: al vencer a los ejércitos
de los argivos628, los tebanos han conservado su libertad y su ciudadanía, lo
que les permite mantener su status social. Como tampoco es mera cortesía
que se dirija a ellos en primer término. Si así lo hace es porque en ellos ha
visto siempre una relación de fidelidad con la monarquía tebana –tanto con
Edipo, como con sus hijos–, de la que espera seguir gozando con igual inten-
626 Italo Calvino, Por qué leer los clásicos, ob. cit., p. 15.
627 Una literalidad que hallamos en Jean Cocteau, Antígona, ob. cit., p. 27: “Ciudadanos:
los dioses han salvado a esta ciudad de la catástrofe. Os he reunido en conocimiento de vuestro
respeto por la casa de Layo y de vuestra fidelidad por Edipo y sus hijos”.
628 Richard C. Jebb, Antigone, ob. cit., Introducción, XI, un ejército que, al verse privado
de sus comandantes, huyó, presa del pánico, al amparo de la noche: “Thus deprived of its com-
manders, the besieging host had fled, panic-stricken, in the night”.
Antígona. Relectura de un mito de la antigüedad 165
sidad629. Por esta razón ha hecho que un mensajero les llame aparte. Ellos me-
recen conocer el contenido del decreto que va a proclamar antes que ningún
ciudadano de Tebas. Su comportamiento así lo reclama.
En segundo lugar, se adhiere a la creencia de que los dioses se involucra-
ban y tenían su responsabilidad en la historia de los mortales, de ahí que ha-
yan intervenido ejerciendo su función tutelar en la defensa de la ciudad, lo
que le lleva a entender que su causa era del todo justa630.
En tercer lugar, señala que su acceso al trono obedece a su cercano paren-
tesco “con la familia de los muertos”, el que le une con la familia de Edipo,
el rey que “hizo próspera a la ciudad”. En sus palabras se puede ver una clara
premonición: incluso los vivos están muertos. Lo estarán Antígona, Hemón y
Yocasta, cuyo final está cercano; pero también Creonte o Ismene, cuyas almas,
sembradas de soledad y arrepentimiento, no volverán a conocer la alegría de
la vida.
Finalmente, cabe observar cómo, desde el inicio de su discurso, Sófocles
desea evidenciar una realidad irrefutable: Creonte valora la obediencia a las
autoridades por encima de todas las demás virtudes. Podría haber destacado
otras muchas cualidades, pero es significativo que solo elija esta. Su énfasis en
la necesidad de obediencia recuerda, como apunta Harris, la descripción que
realiza Jenofonte del Estado de Derecho de los espartanos631.
De nuevo, una afirmación de antesala a su declaración de principios:
“Edipo hizo próspera a la ciudad”. Como lectores, nos preguntamos: ¿Es
Edipo un espejo del buen gobierno? Parece ser que sí, que él representa un
ejemplo del buen gobernante. A esa virtud aspira: a gobernar con rectitud y
coherencia:
629 No en vano, Richard C. Jebb, Antigone, ob. cit., Introduction, XI, sostiene que lo que pre-
tende Creonte es familiarizar al Coro con el significado de su edicto: que el cadáver de Eteocles
sea honrado y el de Polinices, ultrajado. Los ancianos reciben la decisión con respeto incondi-
cional; aunque sus palabras son más sugestivas de aquiescencia que de aprobación: “Creon co-
mes forth. Declaring his resolve that patriotism and Treason shall never miss their due rewards,
he acquaints the Chorus with the purport of his edict, –that Eteocles shall be honoured, and
Polyneices dishonoured. The elders receive the decision with unquestioning respect; though
their words are more suggestive of acquiescence than of approval”.
630 Sin duda, la afirmación de Albin Lesky, La tragedia griega, ob. cit., p. 188, no es comparti-
da por Creonte: “El espíritu de Maratón se convirtió en leyenda, nuevas aspiraciones intelectua-
les trataban de configurar la imagen del mundo sin los dioses que allí habían tomado parte en
las luchas”.
631 Edward Harris, ‘Antigone the Lawyer, or the Ambiguities of Nomos’, ob. cit., p. 70:
“From the very beginning Sophocles makes Creon’s priorities clear: he values obedience to
the authorities above all other qualities. There are many qualities he could have singled out.
It is significant that he chooses this one alone. His emphasis on the need for obedience recalls
Xenophon’s description of the Spartan approach to the rule of law”.

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