Epílogo

AutorMireia Hernández Esteban
Páginas167-168
Epílogo
Me quedé con las ganas de atrapar tu viento entre tus lágrimas
y precipitarme y robarte tu aliento, mi Dafne.
Acabo con una licencia poética parafraseando a Ovidio, y elijo al amoris
poeta porque sin duda en las Metamorfosis se repite esa costumbre tan
criminal de dioses y ninfas de arrebatar el alma, el cuerpo y la vida de sus
amores. Con esa misma violencia, aunque disfrazada, el plagiador se apro-
pia del verso, de la canción, o del trabajo ajeno. También Zeus se disfrazó
transformándose en un toro blanco para raptar a Europa y en lluvia dorada
para poseer a Dánae.
Y esa metamorfosis es la clave que recogen algunas sentencias al referirse
a esos «ardides» que disfrazan, embellecen y ocultan una apropiación, un
furtum, en toda regla.
En numerosos artículos que abordan el asunto del plagio, se minimiza su
gravedad o se trata de justif‌icarlo; incluso se culpa a la urgencia por presen-
tar trabajos académicos y también a la tecnología que facilita, sin remedio,
la copia indiscriminada, como el canto de las sirenas que arrastraban los
barcos al naufragio en la Odisea.
Es cierto que a veces nos olvidamos de citar debidamente a los autores y
otras, sin darnos cuenta, parafraseamos en exceso, mea culpa, pero otras
veces nos apropiamos, inmisericorde, del talento y del esfuerzo ajeno.

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