Re-descubriendo el laboratorio de la segregación: algunas direcciones de la Escuela de Chicago y la difusión del behaviourismo

AutorIñaki Rivera Beiras
Páginas59-66

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Como es bien sabido, los llamados sistemas punitivo premiales1fueron diseñados hace un siglo y, con pequeñas variaciones y sofisticados refinamientos, han perdurado hasta nuestros días. Veamos ahora, brevemente, cómo otras corrientes de pensamiento también «aportaron» algunas variantes en las indicadas modalidades terapéuticas. Se alude ahora a las reflexiones que provienen de la Teoría del Aprendizaje de aquel laboratorio que fue la llamada Escuela de Chicago y que supuso la penetración del conductismo o behaviourismo en las instituciones segregativas.

En efecto, las nociones de contagio social y de aprendizaje criminal ejercieron notable influencia en el campo de la intervención y tratamiento penitenciarios. Como señala Bergalli al analizar los postulados de Pavlov, fue a partir de sus experimentos con perros cuando se supo que el comportamiento puede ser de dos tipos: el «reactivo» y el «operante». El primero es el producido como respuesta a ciertos estímulos y se genera en la esfera automática del sistema nervioso; en el segundo, interesa el sistema nervioso central y resulta ser una función de sus efectos ambientales pasados y presentes. Cuando un comportamiento operante es seguido de cierto tipo de estímulos, aquél aumenta su

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frecuencia en el futuro (1980: 121). Según el mismo autor, «aplicando los estímulos reforzadores y discriminantes se pueden obtener sensibles modificaciones del comportamiento. Estas técnicas de la behavior modification han sido aplicadas con singular relieve en las cárceles» (op. cit., 122).

De ahí que el llamado aprendizaje comenzó a ser una de las ideas que fundamentará la intervención resocializadora. Partiendo de que «el comportamiento criminal es siempre comportamiento aprendido», las nuevas terapias se centrarán en la filosofía —aparentemente elemental— de premiar el comportamiento diferenciado. Más adelante se verá que, pese a semejante presentación ideológica, las auténticas finalidades de una intervención semejante siempre estuvieron orientadas a alcanzar la adhesión de los internos, fomentar actitudes individualistas (en detrimento de otras solidarias) y, en fin, servir de eficaz instrumento de gobierno disciplinario en el caso específico de las instituciones de segregación.

También dentro de este «Laboratorio» de Chicago, se han de mencionar los análisis que fueron propios de las Teorías Subculturales y que, en el campo penitenciario, provocaron los primeros estudios etnográficos en comunidades cerradas elaborándose conceptos como el de prisonización (Clemmer 1958). El modelo causal explicativo que proporcionó la teoría de las subculturas criminales fue particularmente utilizado en el ámbito penitenciario para describir la denominada «sociedad carcelaria» (Neuman 1968), cómo se desenvuelve la organización —formal e informal— de los reclusos y los funcionarios, cómo se construye un preciso lenguaje carcelario, cómo aparece una jerarquización de sus sistemas de valores, etc.

El concepto de «prisonización» fue acuñado por Clemmer (op. cit.) para definir el efecto de carácter subjetivo que produce la convivencia carcelaria. Bergalli, cuando introdujo tal concepto en España, se refería a dicho efecto al señalar que, junto a la «nueva socialización» o «resocialización» que de la prisión se pretende, se produce también un «proceso de

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socialización negativo», pues «en el transcurso de la ejecución, el condenado asume situaciones y modos de comportamiento que implican normas y valores propios de la vida de encierro que dominan en el instituto» (1976: 53).

Y, por último, no pueden dejar de indicarse las contribuciones...

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