La densidad semántica de la palabra dignidad y una propuesta desde una ética material

AutorFederico César Lefranc Weegan
Cargo del AutorDoctor en derecho por la Universidad Autónoma de Barcelona
Páginas294-303

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La palabra dignidad reúne en un amplio y heterogéneo campo simbólico muchas de las variadas imágenes que los seres humanos han construido de sí mismos.

Lo que proponemos es que en este momento la palabra dignidad recoge desde la idea de dignidad de los ilustrados, que es la dignidad solemne de la razón, hasta la experiencia concreta de cada víctima, que nos remite a la dignidad del ser sufriente que nos interpela y que nos alerta contra nuestra indiferencia. Y que la atribución de uno de esos significados no puede nunca evitar al otro. Esa densidad semántica de la que está dotada la palabra dignidad permite considerarla como valor, principio, atributo, intuición, pero no indistintamente.

Probablemente la idea de una razón pura signifique algo de lo mejor de la Modernidad Ilustrada. Pero después de las atrocidades de la Segunda Guerra Mundial es pertinente preguntarnos si algo puede significar la compasión; si tiene algún sentido reflexionar sobre el sufrimiento de las víctimas inermes y sobre la forma de evitarlo. Antes que ninguno las víctimas hacen evidente una dignidad del cuerpo. Se trata claramente de una concepción distinta que no se agota en la fórmula de no instrumentalización del ser racional.

El concepto de dignidad construido minuciosamente a partir de los razonamientos Kantianos puede ser confrontado con la dignidad reconstruida a partir de lo que nos transmite la imagen de una mujer desnuda a punto de ser fusilada, que cubre su cuerpo con sus manos, que cubre con ellas sus pechos y su sexo, y muda, sostiene la mirada a su inminente verdugo en espera de la bala que

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habrá de privarla de la vida, (tengo frente a mí una fotografía..).30El cuestionamiento del Yo por el Otro dirá Levinas. «Incluso reducido al silencio, todavía da respuesta más acá del logos, como si su voz dispusiera de un registro de graves y agudos más allá de los graves y agudos».31

La dignidad es actual y concreta. Nace de una afirmación; He aquí un ser humano y donde hay un ser humano su dignidad no necesita mostrarse, está ahí. Aparece como una intuición ética primigenia, como la conciencia de la propia condición.32Una conciencia que se manifiesta en la aserción categórica de la

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víctima; «yo no merezco esto». Esta dignidad no es enajenable, a nadie se puede privar de ella aunque se le coloque en las peores circunstancias. Se puede sí, pretender renunciar a ella como lo hace el verdugo, pero esa pretensión no lo transforma en una cosa, sino que degrada su conducta en tanto ser humano. A la víctima, pese a las apariencias, no se le puede privar de su dignidad, sólo le pueden ser reducidas las condiciones en las que ella pueda hacerse presente.

Desde KANT reconocemos los aspectos básicos de la dignidad humana que él identificó con la autonomía nacida de la razón. Nos entregó la concepción de un ser humano racional cuya dignidad consiste en su libertad. Autores contemporáneos que se reconocen Kantianos, como Carlos Santiago Nino y Ernesto Garzón Valdés han analizado las consecuencias de esta concepción pero siempre referidas al agente moral propuesto por el filósofo prusiano. Desde esta perspectiva, es decir, desde la perspectiva formal a la que pertenece el agente moral, introducen los temas de la autoconciencia, la identidad, la integridad, la necesidad de autosuficiencia intelectual que atribuimos a cada ser humano. Desde esa misma perspectiva ética afirman que la dignidad implica también el reconocimiento recíproco. El agente moral tiene conciencia de su propia dignidad y puede expresarla valiéndose de la razón, esperando ser reconocido en los mismos términos por otro agente moral.33Pero esta concepción, formal por decisión del propio KANT, sólo representa una de las perspectivas posibles, así sea la más ampliamente desarrollada para abordar el tema.

No hay que confundir el concepto de dignidad que hayamos podido elaborar para la filosofía, con la experiencia de la dignidad. Para elaborar un concepto invariablemente se necesita de una larga mediación de la razón. La experiencia en cambio es inmediata.34

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Para esta disertación, en la dimensión de la experiencia fenomenológica, tener conciencia de la propia dignidad significa tener conciencia de lo que somos merecedores por el hecho único de ser humanos; incluso antes de poder racionalizarlo pedimos y esperamos reconocimiento, atención, respeto, y un cuidado gratuitos. Soy consciente de poseer una integridad que perdura en el tiempo, reconozco mi dignidad.35La dignidad de cada uno tiene que ver sí con sus expectativas individuales, pero no se agota ni en el instante, ni en uno mismo, no sabemos siquiera si la podríamos percibir en el vacío más absoluto.36Las expectativas que nacen de nuestra dignidad sólo se pueden satisfacer plenamente en nuestra relación con el otro.37En ese sentido la dignidad es intuición elemental que nos permite relacionarnos con nosotros mismos y con los demás en términos específicamente humanos.38-es allí donde desempeña su papel el reconocimiento-.

La dignidad del ser humano es la primera certeza de un merecimiento gratuito. Certeza que aparece primero como intuición ética y luego como proposición razonada. Certeza tajante para la víctima; «yo no merezco esto», que no debe ser banalizada. Es decir, que debe ser siempre valorada en la circunstancia en la que se manifiesta.

Precisamente porque nos es inherente existimos con dignidad, o pretendemos hacerlo. Cuando esa forma de existencia se ve alterada es más probable

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tomar conciencia de ello. Por eso el momento en el que la dignidad se hace patente con mayor claridad es cuando protegemos esa forma de existir, o cuando necesitamos regresar a ella. Y la primera manifestación de esta conciencia, que se vuelve posible, es la de un no definitivo, incontestable, que deja claro el carácter absoluto de la propia dignidad. La expresión ¡ya basta! tiene que ver con aquello que no estamos dispuestos a tolerar, pocos son esos hechos y creo que los podemos compartir.39El no, el ¡ya basta! el ¡nunca más! son las nociones éticas más universales, las primeras nociones éticas que pueden ser compartidas. Por eso la experiencia de la dignidad se comprende mejor desde esa negativa.40La conciencia del merecimiento es conciencia material, implica una conciencia del cuerpo. Sin cuerpo no hay ser, ni siquiera posibilidad de conciencia del ser. Es conciencia social y conciencia histórica a la vez. La dignidad sólo tiene sentido entre humanos. La conciencia de la dignidad no necesita de una síntesis del entendimiento porque es previa, es inherente al ser, no obstante su intelección significa libertad y su reconocimiento se debe situar en la historia.

¿Buscamos una concepción formal o una concepción material del ser humano? ¿de un ser humano o únicamente de un ente racional41¿Requerimos de una nueva concepción del sujeto o definiciones distintas de sujetos distintos, de una pluralidad de sujetos? Eso depende de los discursos de legitimación. Sabemos que nos adherimos a determinadas pautas de validación del conocimiento. No le deleguemos al Derecho la construcción de esa imagen del sujeto, discutamos, construyamos una, o muchas, y luego pidamos al derecho que las proteja. Y ello sin olvidar que la interrogación sobre la dependencia cultural de las concepciones de la dignidad humana puede entrampar la respuesta. Que tampoco podemos asumir que hay que recurrir a concepciones...

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