Las transformaciones del trabajo

AutorFrancisco Ramos Martín
Cargo del AutorTutor de los estudios de Ciencias del Trabajo en la Univesitat Oberta de Catalunya

Vamos a analizar las principales transformaciones que el trabajo ha sufrido en las sociedades occidentales. Una previa clarificación conceptual acerca de lo que entendemos por trabajo remunerado en el conjunto de las actividades reproductivas nos servirá para centrar el objeto de estudio. Con todo ello, nos adentraremos en el núcleo del capítulo, que abordará los cambios en las personas, en la actividad económica, en el mercado de trabajo y en el empleo mismo, cambios que afectan a la relación de las personas con los empleos y, por tanto, con los mecanismos de seguridad (de rentas, sociales, etc.) que el empleo tiende a proveer.

1. Conceptos previos

Para la mayoría de las personas, el trabajo es la actividad que ocupa la mayor parte de su tiempo. Suele ser la principal fuente de rentas de las familias y, en las sociedades industriales actuales, un mecanismo de socialización y una fuente de autoestima. El trabajo puede definirse como la ejecución de tareas que suponen un gasto de esfuerzo mental y físico, y que tienen como objetivo la producción de bienes y servicios para atender a las necesidades humanas. Una ocupación o empleo es el trabajo que se realiza a cambio de una paga regular o salario.

Como apuntamos anteriormente, el empleo o trabajo remunerado es el mecanismo de obtención de rentas, de estructuración del tiempo y de reconocimiento social y autoestima (por tanto, de integración social), predominante en las sociedades industriales occidentales. Pero no el único. Como sabemos, una misma necesidad se puede atender de distintas formas (autoproducción, mercado, servicio público) y, por tanto, no siempre se puede equiparar satisfacción de necesidades y trabajo con trabajo remunerado.

Ilustraremos esto con un ejemplo. Cuando estamos hambrientos, se puede optar por varias estrategias: 1) ir a comprar al mercado y elaborar la comida, 2) comer en casa de padres, amigos o parientes, 3) comprar un plato precocinado y limitarnos a calentarlo en el microondas, 4) utilizar los servicios de personal doméstico que se dedique a ese menester, 5) acudir a un restaurante o similar, e 6) incluso se puede acudir a un servicio social público (en cuyo caso suele ser necesaria una acreditación de escasez de recursos). Una misma necesidad se ha satisfecho con diferentes combinaciones de autoproducción, compra en el mercado o servicio público y, por tanto, diferentes combinaciones de trabajo (remunerado o no). Algo parecido se podría decir de la mayoría de los procesos de satisfacción de necesidades.

El primer autor que teorizó sobre este asunto fue Karl Polanyi1 que identificó tres principios de comportamiento:

- La reciprocidad, que implica la presencia de dos o más grupos colocados en una relación simétrica, de toma y daca.

- En los sistemas redistributivos, el rasgo definitivo es que un centro administrativo recoge y redistribuye los recursos (o la disposición sobre los mismos).

- Por último, el intercambio consiste en un movimiento de bienes orientado por la mutua persecución del máximo beneficio entre los contendientes y por la regulación de sus acciones a través del mecanismo de los precios.

A estos principios de comportamiento van asociadas determinadas estructuras institucionales de apoyo que facilitan el funcionamiento y la diferente combinación de los mismos. Así, asociadas a la reciprocidad, se encontrarían instituciones sociales como la familia o la comunidad, mientras que el paradigma de institución social que permite hablar de redistribución es el Estado. Por último, instituciones como el trueque o el mercado serían el ámbito en el que funcionarían los mecanismos de intercambio.

Polanyi sostiene que estos principios de comportamiento se dan en todas las sociedades, aunque es cierto que, en ocasiones, uno de ellos puede ser el dominante o, cuando menos, el mayoritario. Esto es lo que ha sucedido con las sociedades industriales, en las que el mercado como institución y el intercambio como forma de integración han sido las más relevantes. Ello no quiere decir que esa situación vaya a ser permanente.

En clara sintonía con la obra de Polanyi, autores de la escuela anglosajona como Gershuny o Mingione2 pretenden ofrecernos una teoría de la reproducción social, cuyos conceptos clave son los de estrategias de supervivencia y cadenas de aprovisionamiento3 y en la que los autores ofrecen una tipología de actividades que abarca todo el espectro de la producción y reproducción social. En este sentido, conviene atender a la tipología de actividades esbozada por Mingione (véase tabla 9.1).

Atendiendo a esta tipología y a los ocho tipos de actividad identificados por Mingione, conviene centrar el análisis en las categorías extremas. Por un lado, los empleos formales, y por otro, las actividades no monetarias (actividades recíprocas, autoconsumo y trabajo doméstico). Máxime si se puede comulgar con la tesis de Mingione con respecto a que, en el actual nivel de desarrollo del capitalismo de las sociedades occidentales, el predominio del sistema regulatorio basado en el trabajo asalariado y el mercado está sufriendo transformaciones que afectan al peso de los diferentes sistemas regulatorios (familia, mercado o Estado). A partir de ejemplos de informalización (incluida la prestación de trabajo) de determinadas economías como la italiana o la española, así como del funcionamiento de ciertas estructuras de reciprocidad en algunas economías asiáticas, el autor muestra cómo el peso del trabajo asalariado tiende a decaer y, de hecho, aboga por modelos económicos en los que las estructuras de reciprocidad y de redistribución desempeñen un papel más relevante. Pero, si esto es así, ¿cuál será la fuente principal de ingresos para las personas? ¿No corremos riesgos de exclusión social, incremento de la pobreza, etc.?

Tabla 9.1. Espectro de las actividades relacionadas con la re/producción

[ NO INCLUYE TABLA ]

A continuación, haremos una descripción de los hechos y una presentación de los datos que nos permita conocer en sus detalles la organización del trabajo (asalariado) en nuestras sociedades actuales; es decir, en lo que ha venido en llamarse sociedades post-industriales. Los cuatro ámbitos que analizaremos serán los siguientes:

- Estructura de la población activa y cambios en su composición.

- Cambios en la actividad económica y empleo (desindustrialización y terciarización).

- Transformaciones del mercado de trabajo (segmentación, flexibilidad, temporalidad).

- Crisis de la sociedad de pleno empleo.

2. Estructura de la población activa y cambios en su composición

El primer elemento que hemos de tener en cuenta en este punto es el de la incorporación de la mujer al mercado de trabajo. Como apuntamos anteriormente, la expansión de los modelos de estado de bienestar se basó en el llamado modelo del male breadwiner: el 'hombre ganaba el sustento', mientras la mujer se dedicaba, de forma mayoritaria, a las tareas de reproducción. Pero, paulatinamente, la mujer se fue incorporando al mercado de trabajo (ya veremos que, en muchas ocasiones, en trabajos precarios y con menor remuneración), aun a costa de sufrir cierta segregación (especialización ocupacional en algunas ramas, las asistenciales, del sector servicios), segregación vertical (ocupando los empleos más precarios y peor remunerados), y sufriendo lo que ha venido en llamarse la doble jornada (acumulación de responsabilidades laborales fuera de casa y responsabilidades de atención a la familia).

Así, por ejemplo, si tomamos datos del mercado de trabajo europeo, respecto a los cambios en la composición de la población activa, la participación en el mercado de trabajo de los hombres entre 1994 y 1997 ha declinado en todos los grupos de edad (200.000 hombres menos cada año), aunque esta disminución se compensó por el crecimiento total de la población. En sentido contrario, se produce una...

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