La sinrazón de la razón como estrategia. Razones en favor de la racionalidad de los agentes morales

AutorMaría Eugenia Rodríguez Palop
CargoUniversidad Carlos III de Madrid
Páginas177-208

La publicación de este artículo ha recibido el apoyo del Proyecto Consolider-Ingenio 2010: El Tiempo de los derechos (CSD 2008-00007) y del Proyecto: Los Derechos Humanos en el S. XXI. Retos y desafíos del Estado de derecho global (DER 2011-25114), ambos liderados por el Instituto de derechos humanos "Bartolomé de las Casas" de la Universidad Carlos III de Madrid. Se ha beneficiado también, en sus diferentes versiones, de los comentarios de Víctor Bermúdez, Juan Antonio Negrete, Rafael de Asís, Francisco Javier Ansuátegui, Marisa Iglesias, Ricardo García Manrique, Víctor Méndez, Joaquín Valdivieso, Carlo Ferrajoli y Pere Vilanova. Y es, además, deudor del debate que suscitó en el Seminario de Filosofía del Derecho de la Universitat Pompeu Fabra (Barcelona), hace ya algunos años, así como de las sugerencias de los/as alumnos/as y profesores/as que participan asiduamente del Seminario-Taller de Teoría Crítica, coordinado por Carlos Lema y Silvina Ribotta en el Instituto de derechos humanos "Bartolomé de las Casas".

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"La pregunta "¿Por qué debo guiarme por la razón?" simplemente no tiene sentido. Preguntarlo muestra una falta completa de comprensión del significado de una pregunta por el porqué [...] dado que "¿Debo guiarme por la razón?" significa "Dime si hacer lo que se fundamenta en las mejores razones es hacer lo que se basa en las mejores razones", simplemente no hay posibilidad de agregar "¿Por qué?". La cuestión se reduce a "Dame las razones de por qué hacer lo que se basa en las mejores razones es hacer lo que se basa en las mejores razones. Precisamente es como preguntar "¿Por qué un círculo es un círculo?""1.

1. Introducción

A pesar de las palabras de Baier expresadas más arriba, a lo largo de nuestra vida no parece que podamos dejar de preguntarnos acerca de la razón ni tampoco acerca del porqué de la razón. Y ello aunque la simple formulación de esa pregunta nos sitúe ya en un proceso racional y pudiera parecer inútil o absurda. Hay que considerar que cualquier idea que pretendiese justificar la irracionalidad o, sencillamente, animarnos a aceptarla como un devenir necesario, sería desde ese momento autocontradictoria, y no podría sugerirse sino desde la razón, o, dicho de otro modo, un cuestionamiento formulado contra el razonamiento tendrá que contener su propio razonamiento y tal razonamiento sólo podrá ser evaluado racionalmente. Pocas cosas hay tan complejas como relevantes, y a pocas se les han dado tantas respuestas insatisfactorias. Parece que seguimos condenados a preguntarnos una y otra vez qué es una exigencia de la razón o si es posible llegar a saber

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qué es lo que la razón exige. Seguramente los esfuerzos que se han presentado hasta ahora no han sido por completo inútiles, pero para encontrar cualquier camino tenemos que analizar un buen número de propuestas, y algunas de ellas consisten en renunciar a la certeza como objetivo. Lamentablemente, en este artículo no voy a presentar ninguna visión completa de tales propuestas, ni pretendo, siquiera de manera superficial, abordar algo semejante. Lo que quiero hacer es sólo lo siguiente:

(I) Plantear una aproximación a la idea de racionalidad instrumental (también llamada estratégica o de medios) a fin de mostrar sus insuficiencias como concepto total de racionalidad. La especificación de la razón como un fenómeno subjetivo (en sentido particular o psicológico) mediante el que se logra poner en marcha un cálculo matemático de minimización de costes y maximización de beneficios, o la selección de los medios más eficaces para lograr ciertos fines, no puede agotar la definición de la racionalidad que, en mi opinión, no encaja plenamente en el simple ámbito de la instrumentalidad2.

Debo subrayar que esta idea sólo me interesa por lo que hace a la mayor o menor virtualidad de la racionalidad instrumental en orden a la construcción de una teoría moral, por lo que me detendré únicamente en aquellas posiciones desde las que se ha defendido expresamente la vinculación entre un determinado modelo racional y un pretendido discurso moral, distinguiendo las que asumen la perspectiva de un sujeto egoísta que sólo incorpora fines subjetivos a su razonamiento, y aquellas que consiguen dar el salto desde un esquema prudencial a un punto de vista imparcial. Cuando digo esto, excluyo del análisis tanto las posiciones que no colocan el autointerés en el punto de partida, como aquellas que no se plantean la necesidad de adoptar un punto de vista imparcial.

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(II) Demostrar que la de un sujeto maximizador de intereses egoístas es una presunción irracionalista en la concepción misma de la racionalidad estratégica, dado que el egoísmo es inconsistente (no puede proporcionar una orientación consistente para la elección del egoísta o no puede hacerlo en todos los casos) y/o es contraproducente (no sirve para la realización de los intereses mejores del egoísta). De hecho, paradójicamente, el uso instrumental de la razón parece indicar que lo más racional es optar por un principio no egoísta de decisión.

(III y IV) Señalar que si el egoísmo se compadece mal con la racionalidad, no puede ser la base de ninguna teoría moral aceptable. Aunque pudiera hablarse de razones de autointerés para aceptar restricciones a la satisfacción del propio interés, esto, por sí solo, no permite al egoísta adoptar un punto de vista moral. De hecho, no parece plausible pasar de la racionalidad estrictamente estratégica a la teoría moral si uno no incorpora un universo de fines establecidos de manera imparcial. Voy a presentar este paso como un paso necesario y, sin embargo, insuficiente, para la elaboración de una teoría moral aceptable.

Lo que intento mostrar es que si hablamos de fines subjetivos que todos podemos asumir a lo largo de nuestra vida y nos situamos en una forma de universalismo débil (tal como ha hecho Gauthier), nos encontraremos con ciertos problemas de inconsistencia, derivados de combinar el egoísmo con la idea de la neutralidad temporal (todos los momentos de la vida están en pie de igualdad). Si hablamos de fines establecidos desde un punto de vista imparcial, si asumimos que no es posible eliminar el aspecto normativo en el discurso racional, avanzamos algo más, pero si seguimos utilizando un razonamiento monológico en la construcción de una teoría moral, el alcance de esta teoría queda notablemente reducido. Y es que, a mi juicio, la imparcialidad sólo puede alcanzarse de forma satisfactoria acudiendo a ciertos modelos dialógicos, como el del constructivismo habermasiano, por ejemplo, una vez subrayados sus elementos fácticos. De hecho, si esta perspectiva puede distinguirse de la postura del observador imparcial es únicamente por la relevancia que en ella tienen tales elementos. La cuestión, que no examinaré aquí, es saber si Habermas ha logrado corregir suficientemente su modelo como para haber pasado de un concepto clásico de imparcialidad a uno más complejo y completo; uno que le permita apostar por una teoría moral en la que pueda apreciarse, en línea con Seyla Benhabib, al "otro concreto"3.

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2. La racionalidad estratégica o la reducción de la razón al cálculo estratégico

Puede decirse que la racionalidad instrumental exige pasar del pensamiento paramétrico, en el que el actor racional trata a su medio como una constante, a uno estrictamente estratégico, en el que el medio está integrado por otros actores cuyas intenciones se han de tomar en cuenta, incluyendo el hecho de que tales intenciones se basan en expectativas concernientes a las tuyas propias. De este modo, un ser racional (estratégico) no sólo toma sus decisiones a partir de sus expectativas de futuro sino sobre la base de sus expectativas acerca de las expectativas de los demás. En este contexto, hay que tener en cuenta que en una comunidad de actores estratégicos el destino no depende de fuerzas supraintencionales, mientras que los actores paramétricos están sometidos a fuerzas causales que pueden ignorarlos y frustrar perpetuamente sus planes4. La racionalidad estratégica es la que, en tales circunstancias, lleva al sujeto a hacer un cálculo que le permita obtener el máximo beneficio para él en su interacción con otros sujetos racionales.

De este modo, la racionalidad instrumental se presenta como una racionalidad de medios y se identifica, sobre todo, con las mejores razones para las creencias, con el elemento cognoscitivo de la racionalidad, subvalorán-dose así tanto el aspecto práctico de la racionalidad, cuya tarea es implementar las mejores razones para las acciones (directivas), como el evaluativo (mejores razones para las evaluaciones o valoraciones). Esta visión de la racionalidad se apoya en la identificación de la razón con su vertiente lógicomatemática, marginándose los aspectos materiales o sustantivos del razonamiento. Por supuesto, quedaría pendiente explicitar el criterio de racionalidad que justifica estas distinciones o la razón última por la que los elementos cognoscitivo, práctico y evaluativo, no son entendidos como contextos interdependientes para el desenvolvimiento de la racionalidad y no como modos o tipos de racionalidad.

Parecería más acertado adivinar que la racionalidad práctica requiere de la cognoscitiva, del reconocimiento de nuestras razones, y de la evaluativa, de la evaluación de tales razones como las mejores. La racionalidad...

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