¿Es posible una bioética basada en la evidencia experimental?o

AutorLuis Miguel Pastor
CargoDepartment of Cell Biology and Histology, Medical School, IMIB, Regional Campus of International Excellence Campus Mare Nostrum, University of Murcia, Murcia, Spain.
Páginas275-288

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1. Introducción

La bioética, desde sus inicios, como disciplina se ha planteado diversos tipos de preguntas relacionadas con su propia condición epistemológica. Tales refiexiones son necesarias si la bioética pretende dar un poco de luz sobre las dudas éticas que se plantea nuestra sociedad ante los avances biomédicos. Además con una sociedad pluralista, que muestra en ocasiones discursos éticos enfrentados, la bioética tiene que esforzarse por mostrar un discurso riguroso que, de alguna forma, satisfaga tanto a la crítica académica, como a los profesionales que la aplican en la asistencia sanitaria o en los diversos comités bioéticos. Además, tales preguntas son también una manifestación de una cierta madurez en el desarrollo de la disciplina1. Si es cierto que desde el principio ha existido una refiexión sobre su carácter interdisciplinar o sobre la temática que abarca o sobre si se trata de una nueva ética o simplemente una ética aplicada, también lo es que cada vez se ha hecho más necesario una refiexión no sólo sobre su condición epistemológica, sino también sobre el método de la misma disciplina. Esta última pregunta pienso que se ha hace cada vez más necesaria como vía aparentemente más adecuada, para alcanzar mayor evidencia en las conclusiones bioéticas lo que reportaría más unanimidad en la aceptación de las mismas.

En anteriores trabajos he realizado un estudio inicial sobre la importancia y relación de los datos empíricos biomédicos en la génesis y elaboración de la bioética, llegando a afirmar que constituye un deber primordial de los bioeticistas estar al día en el conocimiento de los mismos2. Ahora bien, tales refiexiones en el fondo son parte de una cuestión más práctica de carácter metodológico. Me explico. Es importante refiexionar teóricamente sobre la importancia, límites o papel de los datos empíricos biomédicos a la hora de investigar o de decidir en cuestiones bioéticas, pero es evidente que, a nivel más práctico, es también muy importante dilucidar cómo el dato científico se debe articular o relacionar con otros en la deliberación bioética concreta. En este trabajo abordaremos en parte esta cuestión al tratar de un debate que ha existido en la bibliografía bioética actual3sobre la posibilidad de que pueda existir una bioética experimental. De forma similar a como la medicina se plantea la posibilidad de basarse en la evidencia experimental para conseguir una fuerte adhesión en sus afirmaciones -por parte de los profesionales o pacientes u otros agentes involucrados en la toma de decisiones de carácter bioético- mostraremos los argumentos de los partidarios y detractores de esta posición. Además captaremos que, tras este debate metodológico, se encuentra la misma noción de lo que

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es la vida ética y de la propia ciencia que la estudia. Al final plantearemos un esbozo de nuestra propuesta metodológica que, como tal, no contempla un sistema o mecánica de la toma de decisiones sino un discernimiento sobre ciertos elementos básicos de la acción humana. Es decir una bioética basada en la experiencia de la propia vida ética humana y que, como tal parte del conocimiento de los hechos.

2. Propuestas de bioética experimental o empírica4

Es indiscutible que una de las consecuencias del cogito cartesiano es la búsqueda por parte de la filosofía occidental moderna de vías de certeza para el conocimiento humano. Tal deseo de verificabilidad indubitable no sólo ha llevado a encerrar el discurso filosófico dentro de los moldes de la razón instrumental y científica en la modernidad, sino que, a la larga, ha atrofiado la misma razón, como pone de manifiesto la postmodernidad. El racionalismo, que pretendía exaltar la razón humana por encima de todo, ha conseguido todo lo contrario: una desconfianza hacia la razón, que hace innecesario e indiferente cualquier discurso de carácter metafísico. La sospecha se ha instalado parasitariamente sobre la inteligencia, en el hombre actual quedando sólo como referencia el querer y el deseo. Pero aún así, el paradigma racionalista sigue presente entre nosotros. Y aunque las ciencias empíricas han sufrido también una fuerte crítica sobre los límites de su cognoscibilidad se presentan todavía a muchos como las únicas que de forma fragmentaria y provisional pueden indicarnos algo sobre la verdad de la realidad. De esta manera, si hay que elegir un modelo sobre el que construir una metodología para alcanzar la verdad bioética según algunos, éste se deberá realizar "ad modum" de las ciencias experimentales. Evidentemente tal metodología de hacer bioética, como dijimos al principio, se apoya en una refiexión previa sobre lo que pueden aportar las ciencias biomédicas y sociales a la bioética en la toma de decisiones concretas.

Esta cuestión es importante en un fenómeno importante de la bioética actual. Este fenómeno se ha ido gestando durante años y consiste en la crítica al modelo dominante en bioética: el principialismo. La decadencia de este modelo está en relación con la dificultad que se deriva de él, a nivel teórico y práctico, a la horade evaluar los casos concretos y dilucidar la acción correcta, adecuada o buena. Se califica al principialismo como abstracto, meramente deductivo, o demasiado racionalista. Al mismo tiempo se insiste en el poco uso que hace de los datos empíricos, sean científicos o sociales, en la deliberación ética o en las decisiones políticas en cuestiones relacionadas con la bioética. Estas afirmaciones se han producido especialmente en el ámbito anglosajón, tanto por bioéticas narrativas, como feministas, pragmatistas o postmodernistas5. Todo esto ha derivado en varias propuestas de introducir la experiencia en la bioética, lo que algunos denominan bioética empírica, y que a su vez otros han calificado como una nueva posición naturalista de hacer bioética6.

La crítica se ha producido en el ámbito teórico y de él han surgido diversas propuestas. En el desarrollo teó-rico se ha puesto en duda la afirmación tajante sostenida por el principialismo de que los hechos son distintos a los valores o deberes. Siguiendo las afirmaciones de Hume, sobre la denominada "falacia naturalista"7, tanto las éticas kantianas como existencialistas han afirmado con contundencia la separación entre el ser de las cosas y el deber de las obligaciones humanas. Estas posturas se han denominado genéricamente por algunos: posiciones, antinaturalisticas8. Según ellas, la distinción entre el ser y el deber ser, significaría que los predicados éticos no son deducibles de las propiedades de las cosas. Las normas y reglas éticas son una realidad "a priori" y se originan en la razón tras un refiexión teórica. El paso pues de la descripción de unos determinados hechos al juicio ético de los mismos de carácter pres-

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criptivo se realizaría desde la autonomía de la razón. El juicio axiológico se basaría en principios normativos sin la intervención de premisas relacionadas con las propiedades de las cosas. Tomado de forma extrema, el conocimiento del deber no puede ser descrito de forma experimental en cuanto que la ética versa sobre propiedades no naturales. Esta postura evidentemente niega la existencia de leyes biológicas que supongan un imperativo ético para la persona afirmando la no existencia de una ley moral natural. Frente a esto todos los autores que han abogado por introducir la experiencia en la elaboración de la bioética tienen una posición bastante unánime: es necesario interpretar y poner en entredicho la tajante distinción entre hechos y bienes éticos que propone Hume en lo que es denominada falacia naturalistica.

Pero a partir de aquí, entre los partidarios de una bioética empírica, existen posiciones diversas basadas en la forma en que los datos empíricos tienen que intervenir en el juicio ético. Tales diferencias radican en cómo los diversos autores consideran que se tienen que relacionar los conocimientos descriptivos con la obtención de conocimientos prescriptivos, y cuál es el alcance e importancia que tienen los primeros en la génesis de los segundos. Así, en general, los partidarios de utilizar los datos empíricos en la formación de juicios de carácter normativo están de acuerdo o asumen: a) es importante para el conocimiento ético estudiar empíricamente las creencias, comportamientos, intuiciones o razones de la población como punto de partida del razonamiento ético; b) la metodología de las ciencias sociales (estudios de casos, entrevistas, encuestas, etc) es una vía para conocer la realidad ética; c) no existe incompatibilidad entre este modo de acercamiento a la realidad ética con los de carácter normativo, existiendo complementariedad aunque ésta es explicada de diferente manera según los autores9. De todos estos puntos como ya he indicado el último es el que genera más discrepancia entre los partidarios de introducir la experiencia en bioética. Así, podemos encontrar autores que afirman que el papel de ésta es meramente clarificador del juicio, hasta otros que plantean que los juicios de "deber ser" pueden identificarse con lo obtenido por las ciencias experimentales o por el sentir ético de una sociedad.

Analicemos primero lo que podríamos denominar la propuesta de una bioética empírica leve. En este caso, los proponentes consideran que los hechos dentro de la elaboración del discurso bioético tienen un valor limitado y, en principio, su uso no estaría contraviniendo la falacia naturalista o, como algún otro autor ha indicado también, la falacia sociológica10. En esta postura la bioética empírica serviría para la elaboración del juicio ético de diversas maneras: a)...

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