Significando imperfectamente

AutorFernando Atria
Páginas433-454
CAPÍTULO 21
SIGNIFICANDO IMPERFECTAMENTE
Il y a un autre monde, mais il est dans celui-ci.
Paul ELUARD
ACKERMAN muestra, respecto de SCHMITT, nula falta de disposición de
dejarse interpelar por el crítico, al que basta calif‌icar de «nazi» para excluir de
la conversación. Y eso a pesar de que él alcanza a ver, desde la distancia, la
clave que quiero usar en lo que sigue para descifrar nuestro enigma. En efecto,
ACKERMAN observa que la Teoría de la Constitución de SCHMITT
es una obra de «teología negativa», con la crucial excepción de que el término
divino de SCHMITT es el Volk: él nos explica largamente cómo es que la volun-
tad del pueblo no debería confundirse con actos normales de representación
política, pero su desarrollo de criterios af‌irmativos para identif‌icar el evento
mágico es muy poco convincente (ACKERMAN, 1999: 150).
Pero por supuesto, ACKERMAN no hace esta observación guiado por la
f‌inalidad de entender, sino de descalif‌icar. Decir de algo que es «teológico»,
en este contexto, es decir que es «mágico», es decir, irracional (como la creen-
cia en brujas y unicornios). El punto ha sido bien identif‌icado por Jeremy
WALDRON:
Los autores seculares a menudo asumen que saben qué es un argumento
religioso: creen que es una prescripción cruda de Dios, respaldada por la ame-
naza del fuego del inf‌ierno, derivada de una revelación general o particular, y
la contrastan con la elegante complejidad de un argumento f‌ilosóf‌ico como los
de, digamos, RAWLS o DWORKIN (WALDRON, 2002: 20).
434 FERNANDO ATRIA
En lo que sigue quiero cuestionar esta auto-suf‌iciencia. Quiero explicar
que la razón por la que no podemos entender nuestro propio lenguaje político
es la misma por la cual los «autores seculares» a los que se ref‌iere WALDRON
no pueden entender el lenguaje teológico sino como uno que se basa en la
discusión de «eventos mágicos», en crudas prescripciones inmediatamente re-
veladas. La clave está en la idea de teología política.
1. TEOLOGÍA POLÍTICA
A mi juicio, la idea de una teología política es mucho más radical que
la tesis, interesante pero hoy domesticada hasta transformarse en un lugar
común, de que «todos los conceptos sobresalientes de la moderna teoría del
Estado son conceptos teológicos secularizados» (SCHMITT, 1998c: 54). En el
sentido importante, la idea de teología política no es una tesis sobre la genea-
logía de los conceptos políticos, sino sobre su sentido y en particular sobre
lo que después llamaremos su «modo de signif‌icación». Como la teología y
la política comparten el mismo modo de signif‌icación, la ininteligibilidad de
los conceptos políticos que hemos constatado es la ininteligibilidad de los
conceptos teológicos. Esto es ocultado porque, a diferencia de los conceptos
políticos, los conceptos teológicos no nos parecen ininteligibles (cuando más,
nos parecen pura y simplemente falsos). Pero los conceptos teológicos así
rechazados o aceptados son conceptos teológicamente distorsionados, formas
de idolatría. Esta es la razón por la que a mi juicio no hay mucho que decir
sobre teología política sin entrar en discusiones teológicas (no se puede hacer
teología política sin teología, y no se puede asumir que las nociones teológicas
están ahí, esperando a ser utilizadas por el jurista).
Como antes, parte importante de nuestro predicamento es que discutimos
estos problemas creyendo que entendamos los términos que usamos, cuando
en realidad el problema central es que no los entendemos. La consecuencia es
que ellos resultan o ininteligibles o idólatras.
Como ejemplo de lo anterior puede considerarse la obra póstuma de Ro-
nald DWORKIN, Religion without God. En ella, DWORKIN intenta superar «el
punto de vista religioso» de la cuestión de la existencia de Dios, «a super
natural person» (DWORKIN, 2013: 9). La facilidad con la que lo designado
con la palabra «Dios» es identif‌icado muestra la seguridad con la que habla
DWORKIN. Porque, en realidad,
cuando decimos «Dios» no debemos pensar que todos comprenden esa pa-
labra y que el único problema sea el de saber si realmente existe aquello que
todos piensan cuando dicen «Dios». Muchas veces fulano de tal piensa con
esta palabra algo que él con razón niega, porque lo pensado no existe en rea-
lidad. Imagina, en efecto, una hipótesis de trabajo para explicar un fenómeno

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