Segundo Acto

AutorMercedes Fuertes
Cargo del AutorCatedrática de Universidad y ha publicado numerosas monografías que le han granjeado especial respeto en el ámbito jurídico
Páginas65-120
SEGUNDO ACTO
I. LUCIDEZ A LA HORA DE ESCUDRIÑAR
EL HORIZONTE
1. La responsabilidad de todos en un proyecto conjunto
Los sucesivos ataques, la fragilidad del sistema y sus vulnerabilida-
des originan una notable perturbación, cuando no una grave interrupción
de la prestación de los servicios esenciales. Muestran una impotencia
generalizada para reaccionar con celeridad, un desconcierto al quedar in-
utilizados muchos referentes que nos acompañan en nuestro paso diario.
La conciencia de debilidad es maniesta. Todo ello contiene el riesgo de
quebrar la conanza en el sistema social que, como malla, garantiza el
funcionamiento de nuestra civilización. De ahí la urgencia de construir
un sólido armazón que sostenga las instituciones públicas para mantener
el marco constitucional y la consecución del proyecto europeo. Hay que
recordar en estos tiempos de tanta zozobra que las cotas de bienestar —a
pesar de los graves daños originados por las crisis económicas o sanita-
rias— se consiguieron gracias a la fortaleza de una organización asenta-
da en los valores democráticos y el rme suelo de los clásicos principios
jurídicos que aanzaron el Estado de Derecho y la solidaridad europea.
Ese armazón ha de partir, en primer lugar, de un proyecto cons-
ciente, ideado, si se me permite la licencia, de una cabeza y eso es lo
que se pretende con las estrategias de ciberseguridad.
La voz estrategia proviene del griego. «Estratega» (ゎわれぼわもまヵろ,
stratēgós) es el general. Su uso se extiende en España con el sentido
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de señalar el arte de dirigir las operaciones militares en el siglo .
Probablemente a causa de la notable difusión de la traducción que hizo
el jesuita francés Joseph-Marie Amiot de la obra El arte de la guerra
de Sun Tzu.
Las tácticas defensivas, las maniobras para la contienda se mantie-
nen, por lo común, en secreto, ya que gran parte de su éxito pende de
sorprender al atacante. De ahí que sea un salto, un apreciable cambio
de criterio, que las estrategias de ciberseguridad desde hace años sean
públicas. Y ello se debe a que la palabra «estrategia» ha conquistado
el lenguaje. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Espa-
ñola ha acogido otras acepciones semánticas al aludir al «arte y habi-
lidad para dirigir un asunto». De ahí que hoy en día se multiplican las
estrategias para la activación del empleo, las actividades marinas, el
emprendimiento, la seguridad vial, el sistema sanitario, la protección
forestal y un larguísimo etcétera ante el cúmulo de responsabilidades
y la necesidad de atribuir habilidades para afrontarlas.
La difusión de la estrategia de ciberseguridad responde a otras mo-
tivaciones distintas a la expansión semántica de ese vocablo. Unas
razones enraizadas en la rme convicción de su imprescindible cono-
cimiento. Porque para que tal estrategia alcance ciertos éxitos resulta
indispensable la colaboración de muchas instituciones, empresas, aso-
ciaciones, así como también de los ciudadanos individuales. Mante-
ner nuestra civilización, una comunidad respetuosa con las libertades
públicas y los derechos fundamentales, implica cada vez más atraer un
comportamiento consciente de todas las personas.
Cuando escribo estas líneas, la vigente Estrategia Nacional de Ci-
berseguridad se contiene en un meditado documento que ha visto la
luz en el BOE en abril de 2019. En los próximos meses será revisado
ante nuevas previsiones de la Unión Europea 1. No obstante, conviene
conocerlo por su relevancia y realizar ciertas consideraciones sobre el
mismo.
Empiezo por algunas de carácter formal y de aparente menor inte-
rés pero que deben quedar despejadas desde el inicio.
1 El Consejo de Seguridad Nacional ha acordado elaborar una nueva estrategia
en su reunión del día 6 de octubre de 2020, aprobando un procedimiento que se ha
publicado en el BOE de 11 de octubre de 2020 (Orden PCM/1028/2020, de 30 de
octubre).
Segundo acto 67
La primera, su publicidad. En estos momentos no genera especial
sorpresa la obligación de facilitar y difundir los acuerdos públicos en
virtud de la tendencia a una mayor transparencia. Sabemos, sin em-
bargo, que el ejercicio del poder contiene aspectos reservados que han
de ocultarse, del mismo modo que la estructura de los edicios y sus
cimientos no están a la luz. Ya he aludido con anterioridad a la trascen-
dencia de los arcana imperii. Y resulta interesante despejar por qué tal
estrategia no constituye un elemento de esos arcana.
Lo he apuntado hace tiempo con la ayuda de los clásicos cuando
nos narran dos perspectivas distintas de la guerra de Waterloo. Por
un lado, Chateaubriand en sus Memorias de ultratumba nos conesa
que se encontraba paseando de manera tranquila por las afueras de
Gante y que un estruendo interrumpió su enfrascada lectura. Fue el
aumento de los ecos de impactos lejanos lo que le hicieron pararse y
preguntarse, apoyado en un pino, ¿qué batalla sería aquella, todavía
sin nombre?, ¿cómo se reequilibraría el poder en la maltrecha Euro-
pa? y, sobre todo, «¿cuáles serían sus consecuencias para los pueblos,
la libertad o la esclavitud?». Muy distinta es otra perspectiva que nos
facilita Stendhal a través del personaje Fabrizio del Dongo en La Car-
tuja de Parma: ignoraba que estaba inmerso en la misma guerra de
Waterloo.
Los ecos de las noticias tecnológicas no están a esos kilómetros
de distancia que nos permitan descansar unos momentos de nuestras
lecturas al lado de un pino como hizo Chateaubriand. Estamos más
cercanos a la actitud de Fabrizio, esto es, nos encontramos en medio
de una gran contienda, inmersos en ella. Incluso, sin saberlo, pode-
mos ayudar a que nuestros aparatos colaboren en esos conictos entre
las grandes potencias o las grandes corporaciones empresariales en
contra de nuestros derechos e intereses. Damos noticia de nuestros
movimientos, gustos, comportamientos... billones de datos y de in-
formación que, adecuadamente procesada, otorgan un gran poder. La
manipulación de comportamientos ante las orientaciones que ofrecen
los resultados sesgados de las continuas búsquedas a través de Internet
y, sobre todo, la extensión de bulos contribuye a que una multitud de
«zombis» consienta la alteración de los pilares de la democracia.
Esa conciencia de que cualquier persona puede ser utilizada como
débil eslabón de una cadena para multiplicar los efectos de un ataque
y, sobre todo, el aumento de los riesgos ante la constante multiplica-

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