Las relaciones de España con el magreb: vecindad, amistad y seguridad en el mediterráneo occidental (parte II)

AutorMaría Dolores Algora Weber
CargoInvestigadora Principal del Grupo MESIMA e investigadora en el Proyecto I+D+i: 'La Dimensión internacional de las transformaciones políticas en el mundo árabe' Universidad CEU San Pablo
Páginas17-38

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La primacía de la seguridad en el mediterráneo

Se entiende que en las relaciones mediterráneas los aspectos económicos acapararan las agendas de la mayoría de las reuniones durante las dos últimas décadas del siglo XX. Sin embargo, según lo mencionado en la Parte I, en su momento los atentados del 11-S fueron un punto de inflexión de este enfoque en el Mediterráneo1 Este se convirtió en el escenario precursor de los nuevos planteamientos del orden mundial, que habrían de venir posteriormente.

Las cuestiones políticas y de seguridad pasaron a priorizarse sobre las otras, es más, el cumplimiento de determinadas exigencias en estos aspectos, empezó a aparecer como condición esencial para la cooperación económica. En un principio este hecho no fue bien recibido por los gobiernos árabes del Mediterráneo, que por su parte con frecuencia aludían a las dificultades para alcanzar la estabilidad en sus políticas internas sin una cooperación económica que garantizara su desarrollo.

Estas circunstancias afectaban directamente a la seguridad en el Mediterráneo. Desde entonces, el resultado ha sido el equilibrio que se ha pretendido imponer entre ambas materias, lo que ha hecho imprescindible la coordinación entre la Política Exterior y la Política de Defensa en los respectivos ámbitos ministeriales.

Ello ha contribuido a un cambio en la percepción de España hacia el Mediterráneo, que explica el carácter global al que ha ido evolucionando esta proyección exterior. Actualmente existe una interconexión entre los aspectos económicos, migratorios, políticos, de seguridad, culturales y humanos2

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A ello debe añadirse que en un orden mundial cada vez más globalizado, la región del Mediterráneo no se ha limitado a ser una zona puente hacia otras áreas estratégicas, sino que se ha centrado en la creación de un espacio con su propia autonomía estratégica. Se ha desarrollado un modelo de relaciones entre gobiernos y sociedades de ambas orillas, que puede ser trasladado a otras áreas.

Se puede decir que las alertas que suscitan en el gobierno español los riesgos y amenazas regionales, son comunes y similares, tanto a las de otros Estados ribereños del norte y del sur, como al conjunto de los Estados de la Unión Europea y a otras potencias internacionales. Se ha tomado conciencia de la necesidad de un entendimiento común, que permita afrontar correctamente la trasformación de este escenario de cara a la cooperación.

Si durante un tiempo la política del Mediterráneo sirvió con frecuencia para demostrar las fisuras en las relaciones entre los Estados, en el presente se han revalorizado las posibilidades que ofrecen instrumentos como la Unión por el Mediterráneo, heredera del Europartenarido nacido en el Proceso de Barcelona, la OSCE o la OTAN. Cualquiera de estos foros se percibe como un instrumento para el diálogo en los distintos ámbitos de las relaciones mediterráneas y, entre ellos, se complementan.

Con este nuevo enfoque, en lo relativo concretamente a las relaciones entre la Unión Europea y el Magreb, se ha avanzado en la detección de un conjunto de riesgos y amenazas compartidas. Esta visión sustituye a aquellos planteamientos que invitaban a una dicotomía regional, separando los intereses del norte de los del sur. Por el contrario, se han priorizado unas relaciones que posibilitan entender que, en el nuevo escenario estratégico y de seguridad, los intereses europeos están en el mundo árabe, no en su contra. Es decir, su desarrollo y su estabilidad son una meta esencial de la Unión Europea. Este planteamiento se repite de forma idéntica en sentido inverso, desde el sur hacia el norte.

No se puede obviar que una de las dificultades radica precisamente en las diferentes percepciones estratégicas entre ambas orillas, derivadas de las diferencias culturales. No obstante,

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esto no ha impedido progresar hacia la convergencia en los análisis que detectan los desafíos comunes en la región de cara a la creación de una zona común de paz, estabilidad y prosperidad compartida.

En el Mediterráneo occidental, donde hay que ubicar las relaciones con el Magreb, existen al menos cinco cuestiones clave que responden a esos riesgos y amenazas compartidos y, en consecuencia, deben ser abordados conjuntamente: la inmigración irregular, el narcotráfico, el integrismo islámico y el terrorismo yihadista y los conflictos ocasionados por la inestabilidad del Sahel. Cualquiera de estas cuestiones tiene carácter trasnacional y afectan no sólo a la vida cotidiana de las sociedades expuestas a ellas, sino también a los intereses nacionales de los países y al cumplimiento de sus compromisos internacionales. Junto a estas cuestiones hay que considerar los riesgos crecientes derivados de los problemas del medio ambiente. Ello implica tomar posiciones y activar una cooperación en términos de "seguridad medioambiental", unida tanto al cambio climático como a las fuentes de energía. A ello se suma la presión demográfica propia de la orilla sur, resultado tanto del aumento de la población autóctona como de los desplazamientos de la procedente de África Subsahariana y, en la actualidad, del Oriente Próximo y del Oriente Medio.

Desde que se produjeran las revueltas árabes y los conflictos en los que algunas han terminado en las zonas colindantes al Magreb, esta inestabilidad no ha dejado de trasmitirse a la Unión Europea.

Hoy se puede asegurar que las cuestiones de seguridad se han agravado exponencialmente y se ha producido un acercamiento acelerado hacia unos intereses compartidos entre los Estados del Magreb y entre estos con los de la Unión Europea.

Estos riesgos y amenazas sólo pueden ser combatidos desde la percepción de una "seguridad global" y requieren un "enfoque integral". Todos los países son cada vez más conscientes de la necesidad de materializar una intensa cooperación multilateral, a través de lo que ha venido a llamarse la "Diplomacia de Defensa"3, como parte esencial de su proyección exterior. En este sentido, la Defensa ha adquirido un carácter que va más allá de la cooperación

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militar entre las Fuerzas Armadas. Los respectivos ministerios de Defensa están cada vez más involucrados en un diálogo y en una cooperación que, como fórmula de diplomacia preventiva, promueve un conjunto muy amplio de actividades internacionales destinadas al fomento de la paz y de la estabilidad. Una política de prevención basada en la capacidad de alerta temprana es la mayor garantía para evitar el uso de la fuerza. Asimismo, la cooperación cívico-militar es una herramienta capaz de generar enormes beneficios para la estabilidad de las sociedades del Mediterráneo.

Así pues, aunque la proyección exterior del Estado español viene marcada por la agenda del Ministerio de Asuntos Exteriores, el Ministerio de Defensa se ha sumado y convertido en un instrumento imprescindible para el desarrollo de una vecindad cooperativa en la que se garantice la estabilidad y la prosperidad regional.

Esta percepción es el fundamento en el que se sustenta la proyección de España hacia el Mediterráneo, coordinada desde la actuación de ambos ministerios. Las directrices del Ministerio de Defensa al respecto son claras en lo relativo al ámbito internacional:

Contribuir a incrementar la seguridad en el Mediterráneo, reforzando la dimensión mediterránea de la Política Común de Seguridad y Defensa de la Unión Europea, en el marco más amplio del Proceso de Barcelona y el Diálogo Mediterráneo de la Alianza Atlántica.

Intensificar la diplomacia de Defensa, impulsando el fomento de la confianza mutua con las Fuerzas Armadas de los países de las áreas de interés estratégico. • Bajo este criterio, al margen de las relaciones bilaterales que desarrolla el Ministerio de Defensa con cada uno de los Estados vecinos del sur, su acción se ha centrado en la participación en las distintas iniciativas multilaterales de seguridad y defensa de la región del Mediterráneo. Estos foros han resultado importantes en la promoción de la confianza mutua, no sólo entre las dos orillas, sino incluso entre los propios países del sur. De ellos, a los que España presta mayor atención son:

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La Organización Seguridad y Cooperación Europeas (OSCE)

La Política Común de Seguridad y Defensa de la UE (PCSD)

- La Alianza Atlántica (OTAN)

La Iniciativa 5+5

Cada uno de estos foros presenta un nivel de desarrollo diferente en lo referente al capítulo de seguridad y defensa, siendo mucho más lento el progreso en los dos primeros que en los dos últimos, que han experimentado un impulso significativo en los tiempos más recientes.

Los conflictos regionales, latentes o abiertos, como el del Sahara Occidental en el Magreb o como el árabe-israelí y el de Siria en Oriente Próximo, han constituido un obstáculo para el avance en esta materia. Sin embargo, la necesidad de hacer frente común a la amenaza del terrorismo yihadista ha favorecido una colaboración más estrecha y frecuente.

La OSCE trabaja en áreas de seguridad y cooperación en un sentido amplio. Incluye tareas de control de armamento y de desarme, de gestión de fronteras, de alerta temprana y de gestión de crisis, etc., con lo que contribuye a la lucha antiterrorista. En el aspecto puramente militar, conforme a sus objetivos generales, como garante de las libertades, derechos humanos y democracias, se centra especialmente en el diálogo político sobre la reforma militar y control democrático de las Fuerzas Armadas y en el terreno práctico en la prevención de conflictos. Desde 1994, dentro de la organización existe un conjunto de socios para el Diálogo Mediterráneo, en el que hasta el presente de los magrebíes se incluyen Argelia, Marruecos y Túnez y del Mediterráneo oriental Jordania, Egipto e Israel. Entre sus...

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