Prólogo

AutorGrau Callizo, Ignasi
Páginas13-16
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PRÓLOGO
Naciones: modo de empleo
¿Cómo mantener unida la ciudad? Desde Aristóteles sabemos que ésa es la
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quizá de la política a secas). Por ciudad, por polis, cabe entender toda comuni-
dad política. La comunidad política es una realidad atemporal y permanente
entre seres humanos (también por el estagirita sabemos que el hombre es un
animal social) pero no lo son sus sucesivas reencarnaciones sublunares, las
formas de la comunidad, de la polis griega a la civitas romana, pasando por
el imperio dinástico y (en Europa) el reino cristiano. La actual encarnación,
todavía vigente de la comunidad política, es el moderno Estado-Nación, cuya
plantilla se ha extendido por el mundo con éxito sin igual y los anuncios de
cuya muerte, a manos de los vientos globalistas, se han revelado prematuros.
Lo cierto es que, a día de hoy, la referencia política primera de nuestra vida
es aún el Estado-Nación a cuya orilla fuimos arrojados por el azar de nuestro
nacimiento. Un Estado-Nación que, al menos en Occidente suma, tras un ar-
duo proceso de formación, los atributos de liberal y democrático, no baladíes
para el tema que nos traemos, que es, como decíamos, el de la unidad, el de
cómo evitar la fractura del Estado.
Aquí es donde interviene la Nación. La moderna nación política nacida a
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la soberanía a una popular y crecientemente democrática. Hoy sabemos que
la Nación tenía otros dos objetivos conexos: suministrar una nueva religión
civil ante el proceso de secularización del continente iniciado por la Ilustra-
ción, y cohesionar, mediante un sentimiento de solidaridad de nuevo cuño en
la población que vivía en el territorio heredado del dinasta. Allí donde había
súbditos de tal o cual familia, o defensores de tal o cual religión, había que ha-
cer franceses, italianos, españoles, etc. Poco o nada se entiende de la cuestión
nacional y de los mecanismos de la ideología del nacionalismo si no se entien-
de antes esto: que Estado-Nación no es el Estado-que-contiene-una-nación,
sino el Estado que teje su Nación, entramado nacionalidad y ciudadanía de
forma que una y otra han devenido modernamente sinónimos. Tal es la razón
por la cual no puede haber, en términos normativos, Estados democráticos
que sean plurinacionales (que es la regla, por contra, de los imperios), porque

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