Neurociencia y juicio jurisdiccional: pasado y presente. ¿Futuro?

AutorJordi Nieva Fenoll
Páginas691-710
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NEUROCIENCIA Y JUICIO JURISDICCIONAL:
PASADO Y PRESENTE. ¿FUTURO?*, **
1. INTRODUCCIÓN: UNA REALIDAD RECIENTE
PERO NO NOVEDOSA
Benjamin LIBET 1 no inició los estudios sobre neurociencia, sino que son
muy anteriores. Ni siquiera puede decirse, ya a día de hoy, que sus conclu-
siones posean importancia alguna en el estudio del Derecho pese al revuelo
que generaron no hace tanto 2. Para resumirlo en una frase, con todo, nece-
sariamente inexacta, «los cerebros no cometen delitos; es la gente quien los
comete» 3. Vayamos por partes 4.
* Publicado en Civil Procedure Review, núm. 3, 2016.
** Esta investigación fue realizada en gran medida con los materiales y en las instalaciones
disponibles en el Instituto Max Planck de Luxemburgo. Quisiera agradecer a su personal, y en es-
pecial a su director, Burkhard HESS, su apoyo en la citada labor.
1 B. LIBET, Mind time, Frankfurt, 2005. B. LIBET, A. FREEMAN y K. SUTHERLAND, The Volitional
Brain: Towards a Neuroscience of Free Will, Thorverton, 1999.
2 Vid., por todos, AAVV, D. CRESPO (dir.). Neurociencias y Derecho Penal, Buenos Aires, 2013.
F. J. RUBIA, El fantasma de la libertad, Barcelona, 2009. AAVV, TARUFFO y NIEVA (dirs.), Neurociencia
y proceso judicial, Madrid, 2013. A. F. DÍAZ ARANA, «Las mentes libres en el Derecho penal», InDret,
núm. 1, 2016, pp. 1 y ss. M. PÉREZ MANZANO, «Fundamento y f‌ines del Derecho penal. Una revisión
a la luz de las aportaciones de la neurociencia», InDret, núm. 2, 2011, pp. 1 y ss. B. FEIJOO SÁNCHEZ,
«Derecho Penal y Neurociencias. ¿Una relación tormentosa?», InDret, núm. 2, 2011, pp. 1 y ss.
M. S. PARDO y D. PATTERSON, «Fundamentos f‌ilosóf‌icos del Derecho y la neurociencia», InDret,
núm. 2, 2011, pp. 1 y ss.
3 «Brains do not commit crimes; people commit crimes». S. J. MORSE, «Brain Overclaim Syn-
drome and Criminal Responsibility: A Diagnostic Note», Ohio State Journal of Criminal Law, vol. 3,
p. 397.
4 En general, sobre los usos de la neurociencia en el proceso, vid. O. D. JONES, «Seven Ways
Neuroscience Aids Law», Neurosciences and the Human Person: New Perspectives on Human Acti-
vities, 2013, pp. 1 y ss., O. D. JONES, A. D. WAGNER, D. L. FAIGMAN y M. E. RAICHLE, «Neuroscientists
in court», 14 Nature Reviews Neuroscience, 730, 2013, pp. 730 y ss.
JORDI NIEVA FENOLL LA CIENCIA JURISDICCIONAL: NOVEDAD Y TRADICIÓN
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En primer lugar, hace mucho tiempo que entró en los tribunales el EEG,
es decir, el electroencefalograma, que data de principios del siglo XX 5 y que
probablemente sea la técnica neurocientíf‌ica más básica, pero también más
extendida tanto en la Medicina como en el Derecho, estando decididamente
difundida en la cultura general de la sociedad. Las muertes cerebrales que
tienen lugar en un hospital se diagnostican con un EEG, y no es con otra he-
rramienta con la que se detecta la célebre —y muy discutida— 6 onda P-300 7.
También se ha utilizado, entre otras técnicas, la tomografía axial computeri-
zada (TAC), la tomografía por emisión de positrones (PET) o la tomografía
computerizada de emisión monofotónica (SPECT) 8. Por su parte, la MRI,
es decir, la imagen por resonancia magnética, se ve cada vez de manera más
frecuente, aunque escasa 9, en las salas de justicia para acreditar la presencia
de daños anatómicos, por ejemplo, en el lóbulo frontal 10, que habrían hecho
perder la capacidad de empatía a una persona, y que, por tanto, modif‌ica-
rían su discernimiento a la hora de comprender el carácter antijurídico de
sus acciones, o incluso a la hora de tener capacidad de evitarlas. Se trata de
dos importantes aspectos que veremos seguidamente, y que también hace
ya tiempo que se ven en los procesos penales, más frecuentemente para el
diagnóstico de una enfermedad mental antes que para la prognosis de com-
portamiento futuro del reo.
La última novedad más difundida ha sido, como veremos enseguida, la
fMRI o imagen por resonancia magnética funcional 11, que, igual que la mag-
netoencefalografía (MEG) 12, tiene la gran ventaja de no requerir la intro-
ducción de sustancias en el cuerpo o la exposición a radiación ionizante, al
usar simplemente la señal BOLD 13, detectando el cambio de oxigenación en
la sangre a través de las diferencias de magnetismo que provoca ese cambio.
Pese a que es la técnica más depurada por su gran resolución espacial —aun-
que posea muy superior resolución temporal la MEG— 14, la misma ha teni-
do, por así decirlo, menos suerte, porque se está introduciendo a veces en los
5 H. BERGER, «Über das Elektrenkephalogramm des Menschen», Archiv für Psychiatrie und
Nervenkrankheiten, 87 1929, , pp. 527 y ss.
6 Cfr. GREELY, «Neuroscience, mindreading, and the Courts: the example of pain», op. cit.,
p. 191.
7 Sobre la andadura de esta prueba en España, vid. A. LIBANO BERISTAIN, «Neurociencia y pro-
ceso penal», Justicia, núm. 2, 2015, pp. 246 y ss.
8 L. MOYA ALBIOL y Á. ROMERO MARTÍNEZ, «El cerebro violento», MOYA ALBIOL (ed.), Neurocri-
minología, Madrid, 2015, pp. 43 y ss.
9 F. X. SHEN, «Neuroscience, Mental Privacy, and the Law», Harvard Journal of Law & Public
Policy, vol. 36, 2, 2013, p. 660.
10 Como ocurrió en 2010 en el caso de John McCluskey, análisis neurocientíf‌ico que le libró de
la pena de muerte. Vid. D. W. DENNO, «The myth of the double-edged sword: an empirical study of
neuroscience evidence in criminal cases», Boston College Law Review, vol. 56, 2015, p. 494.
11 Vid. M. FILIPI, fMRI techniques and protocols, Totowa NJ, 2009.
12 Que detecta la actividad neuronal a través de los campos magnéticos que producen las co-
rrientes eléctricas del cerebro.
13 Blood Oxigen Level Dependent.
14 O. GOSSERIES, A. DEMERTZI, Q. NOIRHOMME, J. TSHIBANDA, M. BOLY, M. OP DE BEECK, R. HUS-
TINX, P. MAQUET, E. SALMON, G. MOONEN, A. LUXEN, S. LAUREYS y X. DE TIÈGE, «Que mesure la neuro-
imagerie fonctionnelle: IRMf, TEP & MEG», Revue médicale de Liège, 63 (5-6), mayo-junio de 2008,
pp. 231-237.

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