Introducción y agradecimientos

AutorLuis Fernando Crespo Montes
Páginas23-28

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Durante los seis últimos decenios la Administración Pública española ha estado sometida a reiterados procesos de reforma, cambio o transformación debidos a acontecimientos de muy diversa naturaleza, la mayoría de ellos conectados a la situación política por la que atravesaba el país.

La pretendida institucionalización del régimen franquista, la transición política, la instauración constitucional de la democracia, su consolidación mediante la formación de Gobiernos del PSOE y del Partido Popular, son los momentos más interesantes en nuestro más reciente devenir histórico. Y todo ello en situaciones de prosperidad o de recesión económica, de agitación y represión o de eclosión de las libertades, de incertidumbre e inestabilidad política o de desasosiego social.

La insistencia en planes, programas y proyectos de mejora y modernización de la Administración estatal durante todos estos años, la cantidad de esfuerzos invertidos, así como la importante elevación en el organigrama del nivel político para atender la actuación del Gobierno sobre el sector (Secretaría de Estado, Ministro sin cartera y, al fin, Ministerio específico a partir de 1986), casi exigiría que nos encontráramos ante una situación próxima a la ideal. Y sin embargo no parece que sea así.

La situación actual de nuestra Administración, ¿es fruto de todos los procesos de cambio y modernización que se han llevado a cabo durante la segunda mitad del siglo XX, o de la normal evolución y necesaria adaptación interna a los vientos de la historia y a los avances de la técnica? ¿O de la inevitable complementariedad de ambos?

La verdad es que, a propósito de su reforma, la Administración se ha llenado de ritos, y también de mitos. Lo que no es de extrañar si pensamos que el mito es un producto o manifestación normal de una actividad colectiva. Los ritos que han surgido alrededor de los mismos, y que pueden interesar más a los propios funcionarios que a los ciudadanos en general, nos están indicando una serie de aspectos sobre su organización y funcionamiento sobre los que, tal vez, no estaría de más reflexionar críticamente.

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No se trata ahora de andar analizando aspectos concretos de la actuación administrativa para averiguar si el mito es anterior o posterior al rito, o viceversa. No se trata de eso. De lo que sí se trata es de comprobar si algunos ritos, y a continuación vamos a ver unos cuantos, siguen siendo la mejor representación del mito correspondiente. O si éste ha dejado de tener sentido y estamos ante una simple rutina -la Administración Pública es, por definición, un terreno abonado para ellas- que conviene abandonar. O cuando menos revisar.

Suele haber dos perspectivas básicas para acercarse al estudio y comprensión de cualquier Administración Pública: el teórico o académico y el que contempla y analiza la realidad cotidiana de su organización y funcionamiento. Obvio es decir que ambos planos no son excluyentes sino complementarios.

El primero parte de construcciones doctrinales (filosóficas, ideológicas...) sobre el papel político y social de las Administraciones Públicas dentro de las distintas concepciones del Estado, y desde este enfoque abstracto se suele explicar no tanto lo que son como lo que deberían ser. A veces los estudiosos hacen esfuerzos e incursionan en la interpretación de determinados fenómenos de la época en que les ha tocado vivir...

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