Introducción

AutorIrune Aguirrezabal Quijera
Páginas33-49
INTRODUCCIÓN
La política importa.
Quién, para qué y cómo se toman las decisiones no es un problema menor de nuestras
democracias, es su esencia.
La democracia o es paritaria o no es democracia.
PLANTEAMIENTO INICIAL
En 2014 cuando, por segunda vez, Michelle Bachelet fue elegida presi-
denta de Chile, se producía un hito histórico a nivel mundial, cuatro muje-
res latinoamericanas coincidían en la presidencia de sus países 1. Mientras
en el mundo, solo 17 países, de 193, estaban encabezados por mujeres. Los
medios de comunicación y expertos internacionales se hacían varias pre-
guntas. ¿Qué está sucediendo en América Latina para que cuatro mujeres
estén gobernando en Chile, Argentina, Brasil y Costa Rica? ¿Cómo ha
sido posible que la región lidere el ranking mundial de mujeres parlamen-
tarias, de leyes de cuotas y de leyes de paridad? Me propuse entender qué
marea rosa o rosada 2 en América Latina, si estábamos ante
un fenómeno único de liderazgo de mujeres 3 y, sobre todo, me interesaba
1 Michelle Bachelet en Chile, Cristina Fernández en Argentina, Laura Chinchilla en
Costa Rica y Dilma Rousseff en Brasil.
2 La noción de marea rosa o rosada surge entre analistas políticos en la primera déca-
da del siglo XXI y se atribuye tanto a la presencia de mujeres como al giro a la izquierda en
esos años en muchos países de la región. CASTAÑEDA (2006). VERÓNICA ENGLIER (2018),
«La actualidad de las mujeres en la política latinoamericana. De la marea rosa al giro a la
derecha», Opinión, Nueva Sociedad.
3 AGUIRREZABAL (2015), «Lideresas latinoamericanas, ¿mandan las mujeres en Amé-
rica Latina?», Revista Política Exterior.
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indagar en las dinámicas, las causas y características que han movilizado a
las mujeres latinoamericanas hacia la paridad.
Durante esos años me encontraba en la región, ocupaba un puesto en
ONU Mujeres como asesora política regional para América Latina y el
Caribe, coordinando el área de participación política y liderazgo. Justa-
mente por ello, durante mi trabajo diario, tenía acceso a mujeres políticas,
feministas, académicas, alcaldesas o funcionarias, en conferencias y foros
diversos, donde, superando las barreras ideológicas o partidistas, debatían
sobre cómo seguir avanzando hacia la paridad. Mi percepción era que ese
inmenso movimiento de mujeres diversas, en red, desplegaba una fuerza
extraordinaria para reivindicar sus derechos políticos, reclamando ser ciu-
dadanas a la par que los varones. Capté ese «sentido de la colectividad fe-
minista» pese a la diversidad de realidades entre las mujeres (Vargas, 2000),
que exhalaba un discurso del éxito y hasta de cierta autocomplacencia.
No era para menos. Los ingentes esfuerzos de los movimientos de mujeres
daban sus frutos. Bastaba observar los datos de representación política de
las mujeres latinoamericanas. En veinte años se había triplicado la presen-
cia de mujeres en asambleas legislativas, del 10,7 por 100 en 1997 al 30,7
por 100 en 2017. La media regional de mujeres legisladoras más alta del
mundo (frente al 23 por 100 a nivel mundial). Y ello en un contexto de un
amplísimo debate político y legislativo en torno a la paridad política que
lleva a que casi todos los países latinoamericanos legislen para establecer
un cupo o cuota mínimo de mujeres en sus sistemas electorales. Además,
en la misma región, Bolivia, que contaba con legislación paritaria, había
sido el primero (en 2013) en adoptar una ley integral contra la violencia
política hacia las mujeres en el mundo.
Quise iniciar una investigación, preguntándome si América Latina es la
región que lleva la delantera en el proceso hacia democracias paritarias, un
concepto acuñado por las europeas en 1992. Me interesaba comprender el
proceso que ha desarrollado conceptual y estratégicamente la movilización
de las mujeres hacia la paridad política en América Latina. A ese proceso
ideológico lo he denominado proceso paritista latinoamericano. El término pari-
tista me ha permitido incorporar las alusiones al objetivo paritario (la pari-
dad numérica equilibrada entre varones y mujeres), así como a los sujetos
que lo impulsan, es decir, los agentes/actores y las fuentes de construcción
de este proceso, denominados paritistas, por su asimilación con las paritistas
francesas 4.
4 Como francesa era también la sufragista Hubertine Auclert, a quien se alude como
primera paritista, véase en J. W. SCOTT (2012), Parité!: La igualdad de género y la crisis de univer-
salismo francés, Fondo de Cultura Económica.

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