Los vínculos entre consumo y bienestar

AutorSantiago Álvarez Cantalapiedra
CargoDpto. Sociología y Trabajo Social. Universidad de Valladolid
Páginas41-55

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Los estadounidenses trabajan más y consumen más que nunca. Y ello en detrimento del tiempo que pasan unos con otros, en actos políticos o cívicos, en actividades sociales organizadas o espontáneas e incluso a la hora de cenar (...) Desde un punto de vista colectivo, estos cambios representan un descenso del «capital social» estadounidense. El capital social está formado por las redes existentes dentro de la sociedad y por las reglas de reciprocidad y confianza que aquéllas engendran (...) El capital social tiene unos efectos sobre la sociedad, que van desde el buen funcionamiento de las instituciones políticas hasta la duración de la vida de los individuos (ROBERT D. PUTNAM y THAD WILLIAMSON: Por qué no son felices los estadounidenses)

Necesitamos superar el pragmatismo monetarista impuesto por una sociedad mercantilizada en sus más profundas raíces. La confusión entre precio y valor ha conducido al cinismo planetario en que vivimos. Si cínico es quien conoce el precio de todo, pero ignora el valor de algo, la sociedad actual ha caído en un cinismo apabullante que se traduce en nihilismo (JOSÉ LUIS ABELLÁN: La orgía del consumo).

... se extiende la idea de que ese enorme y variado repertorio de bienes, fruto de la «creación de la riqueza» (casas, aparatos, coches, ropas, imágenes, información masiva, viajes gregarios, comunicación, salud), no proporcionan tanta satisfacción, y, sobre todo, de que no hay correlación entre el esfuerzo aplicado para dotarse de él y la felicidad que produce (...) ¿por qué se han masificado mucho más los bienes de apropiación que los bienes de creación, usando la distinción de Russell? (PEDRO DE SILVA: El reciclaje de la basura intelectual).

1. Consideraciones previas: bienestar, satisfactores y bienes económicos

Para poder evaluar los vínculos -positivos, negativos o neutros- que puedan existir entre el consumo y el bienestar es preciso definir previamente algunos términos, así como establecer algunos tipos de indicadores al respecto.

Entendemos por bienestar aquel estado que se alcanza como consecuencia del proceso de satisfacción de unas necesidades claramente identificadas 1. La noción de necesidades remite a todo aquello que es objetivamente imprescindible para el adecuado desenvolvimiento de los individuos en un medio social. Por lo tanto, el concepto de necesidades con el que estamos trabajando se aproxima a la idea, expuesta por ciertos autores 2, de necesidades humanas: ciertas exigencias básicas en la persona que si no se se satisfacen debidamente amenazan su existencia como ser en sociedad y que, por el contrario, si son respondidas adecuadamente permiten el desarrollo de sus capacidades humanas y libertades básicas. En consecuencia, el papel del consumo con relación al bienestar se concreta en la cuestión de si el consumo contribuye a aumentar las capacidades básicas de las personas, así como sus libertades fundamentales 3. Capacidades y libertades básicas que pueden ser asimiladas a las dos necesidades humanas a las que se refieren Doyal y Gough: salud y autonomía, es decir, capacidad para vivir prolongadamente en buenas condiciones (capacidad para no morir en la flor de la vida y no vivir una vida de miseria) y libertad para que las personas puedan llevar el tipo de vida que valoran y que tienen razones para valorar

Numerosas escuelas del pensamiento social han advertido sobre el riesgo de descontextualizar cualquier aspecto relacionado con las necesidades y su satisfacción. Si en el análisis de la creación de las necesidades sociales no se puedePage 42 prescindir de la relación estructural con el sistema económico capitalista en que se generan, en el estudio de la satisfacción esta exigencia se vuelve aún más imperiosa. Los autores que han teorizado sobre las necesidades humanas han tratado de identificar dentro del conjunto de las necesidades sociales aquel núcleo irreducible cuyo olvido deviene en negación de lo humano. El propósito es definir en términos de consenso moral situaciones de privación objetiva y perfilar las precondiciones de la existencia humana en cualquier cultura. No obstante, la historicidad en la definición y realización de la necesidad siempre estará presente a no ser que se pague el precio de un elevado nivel de abstracción.

Por ello, la introducción del concepto de satisfactor nos permite dar un paso desde las «necesidades humanas universales o básicas» a las «necesidades intermedias», y de estas últimas a los «bienes económicos» implicados en cualquier proceso de satisfacción. Las necesidades intermedias no se refieren a simples medios o aspectos estrictamente instrumentales, sino más bien, a aquellos niveles de satisfacción exigidos en una sociedad determinada de acuerdo a unos patrones propios e imprescindibles para el logro de los objetivos finales de satisfacción de las necesidades humanas; se concretan usualmente en unos indicadores de alimentación, vivienda, atención sanitaria, educación, seguridad, etc. (Doyal y Gough, 1994: cap. 10) y presentan unos rasgos histórico-contingentes.

La noción de satisfactor debe entenderse en un sentido amplio: incluye «objetos, actividades y relaciones que satisfacen nuestras necesidades» (Doyal y Gough, 1994: 200). Tienen un carácter cultural, de suerte que «son los satisfactores los que definen la modalidad dominante que una cultura o una sociedad imprimen a las necesidades (...) Pueden incluir, entre otras, formas de organización, estructuras políticas, prácticas sociales, condiciones subjetivas, valores y normas, espacios, contextos, comportamientos y actitudes» (Max-Neff, 1994:50). De acuerdo con esta caracterización los satisfactores se presentan como lo histórico de las necesidades. Y además de servir para establecer un puente entre necesidades y bienes económicos, la diferenciación entre necesidades y satisfactores parece oportuna en cuanto que especifica una relación entre medios y fines. Permite, por ello, resaltar que no existe correspondencia biunívoca entre necesidades y satisfactores: «Un satisfactor puede contribuir simultáneamente a la satisfacción de diversas necesidades o, a la inversa, una necesidad puede requerir de diversos satisfactores para ser satisfecha» (M. Neff, 1994: 42).

Los bienes económicos son entendidos, a su vez, como objetos y artefactos -simples medios e instrumentos- que permiten incrementar o mermar la eficiencia de un satisfactor. En cierto sentido son una de las piezas finales -junto con las habilidades y destrezas asociadas a su uso- del proceso de satisfacción. Son la expresión más concreta y resumida de un satisfactor, con características socialmente determinadas, histórica y culturalmente variables.

A partir de todo lo anterior, debemos enunciar con claridad dos ideas. La primera: que no es posible tratar de relacionar necesidades con bienes y servicios que los satisfacen sin atender a las prácticas sociales, las formas de organización económica, los modelos políticos y los marcos culturales que inciden en las formas en que se expresan las necesidades. Por estas razones, el vínculo entre consumo de bienes económicos y satisfacción de la vida humana es manifiestamente alambicado. La eficiencia de un satisfactor no depende sin más de los bienes que la organización social genera, sino también de cómo los genera y de cómo organiza el consumo de los mismos. Los momentos económicos anteriores no están exentos de generar también externalidades -costes o beneficios periféricos indeseados o no buscados directamente- que terminan por afectar, directa o indirectamente, el bienestar de las personas. Bien miradas las cosas desde esta perspectiva, ni siquiera los bienes para el consumo individual proporcionados por el mercado son en la práctica bienes puramente privados. En palabras de Barceló: «Las mercancías reflejan en cierta medida valores sociales modelados por la historia, el entorno y las ideologías, crean mayor o menor adicción e inciden sobre nuestro prójimo (...) Más aún, si tenemos en cuenta la genealogía de la producción y los efectos colaterales y consecuentes entonces todas las mercancías presentan algunas dimensiones sociales, todas sin excepción son portadoras de economías externas, al causar algún tipo de impacto sobre el medio» (A. Barceló, 1985: 52).

La segunda idea que hay añadir a continuación es la de que, dado que no existe una relación biunívoca entre necesidades y satisfactores, tampoco hay una única forma de satisfacción de las necesidades ni un solo patrón de consumo de bienes económicos para todo tiempo y lugar. Lo que nosPage 43 debe alertar del hecho de que no todas las prácticas satisfactoras son igualmente eficaces y eficientes con relación a una necesidad, o refiriéndolo al objeto de nuestro estudio, que no todas las formas de consumo contribuyen de igual manera al bienestar.

Todo apunta, pues, a la inutilidad de cualquier intento de análisis de los vínculos entre el consumo y el bienestar que no parta de la voluntad de desentrañar la dialéctica entre necesidades, satisfactores y bienes económicos en un contexto determinado.

2. El consumo mercantil y el bienestar: vías de análisis

El presente estudio se centra en el análisis del papel que desempeña un forma particular de consumo -el consumo mercantil- en su relación con el bienestar social 4. A pesar de los axiomas postulados por la teoría económica convencional, la relación entre el consumo de mercancías y la satisfacción de las necesidades humanas está muy lejos de...

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