Hacer trampas

AutorStuart P. Green
Páginas89-116
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CAPÍTULO IV
HACER TRAMPAS
Las trampas son un tema sobre el que escuchamos y hablamos cons-
tantemente: los altos directivos de Enron tuvieron que hacer frente a serias
acusaciones por haber hecho trampas a los accionistas y empleados, entre
otros métodos mediante la redistribución de activo y pasivo entre socieda-
des f‌icticias que hacían de «pantalla» para ocultar la verdadera situación
f‌inanciera de la compañía. Ciento veintidós alumnos de la Universidad de
Virginia fueron acusados de hacer trampas después de que se descubriera
que habían plagiado las respuestas de un trabajo del curso de introducción
a la física. En Gran Bretaña, el comandante del ejército Charles Ingram, su
esposa y un profesor universitario fueron declarados culpables después de
hacer trampas utilizando un «código de toses» para ganar el premio máximo
en el programa televisivo ¿Quién quiere ser millonario? En las Olimpiadas
de Invierno de 2002 los esquiadores de fondo rusos perdieron sus meda-
llas por hacer trampas, tras descubrirse que habían consumido drogas para
mejorar su rendimiento. El anterior director de Tyco, Dennis Kozlowski,
quien supuestamente compró seis cuadros para decorar su apartamento de
la Quinta Avenida de Nueva York y luego envió las cajas vacías a su hogar
en New Hampshire fue procesado por haber hecho trampas al evadir el im-
puesto sobre ventas del estado de Nueva York. Se dice que la mayoría por un
voto del Tribunal Supremo de los Estados Unidos hizo trampas al detener
el recuento de votos en el estado de Florida y de esta manera adjudicar la
victoria en las elecciones presidenciales del año 2000 a George W. Bush. Asi-
mismo, se dice que Bill Clinton fue tramposo con su esposa Hillary al tener
una aventura con la becaria de la Casa Blanca Mónica Lewinsky 1.
1 Véase Kurt EICHENWALD, «Enron Paid Huge Bonuses in ’01; Experts See a Motive for
Cheating», New York Times, 1 de marzo de 2002, p. A1; Lew FREEDMAN, «3 Expelled for Doping
Violations», Chicago Tribune, 25 de febrero de 2002, p. 5 («horas antes de que la infracción fuera
of‌icialmente anunciada, los esquiadores estaban alborotados, hablando de cómo los que engañan
consumiendo drogas habían ensuciado su deporte»); Beth PISKORA, «The Art of the Steal; Dumped
Tyco Chief Kozlowski Indicted», New York Post, 5 de junio de 2002, p. 35 («El anterior director
de Tyco, Dennis Kozlowski, fue procesado ayer por estafar a Nueva York 1,87 millones de dólares
en impuestos que debería haber pagado por la compra de obras de arte por valor de 13,2 millones
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Sin embargo, aunque el uso de la expresión «hacer trampas» es común,
rara vez nos detenemos a pensar qué es exactamente lo que queremos ex-
presar al decir que alguien ha hecho trampas. Probablemente intentamos
transmitir el juicio normativo de que se ha cometido un acto moralmente ilí-
cito. Pero, ¿es hacer trampas algo más que una expresión generalizada e irre-
f‌lexiva de desaprobación moral?, ¿existe algún grupo común de cualidades
que vincule a todos estos tipos de trampas? De ser así, ¿qué diferencia las
trampas de otras clases de actos moralmente ilícitos, tales como la falsedad,
la explotación, la coacción, el incumplimiento de promesas y la deslealtad?
Dada su omnipresencia y aparente importancia para nuestro discurso moral,
resulta sorprendente que el concepto de hacer trampas haya motivado tan
poco análisis f‌ilosóf‌ico. Es simplemente como si los teóricos hubieran asumi-
do que el concepto es demasiado vago en su signif‌icado o demasiado general
en su aplicación como para ser de interés.
Este capítulo ofrece una «reconstrucción normativa» del concepto «ha-
cer trampas». Pero mi objetivo no es realizar un estudio lingüístico de los
diferentes modos en que el término es utilizado. En lugar de ello, deseo
desarrollar un marco con el f‌in de pensar críticamente sobre un concepto
paradigmático de hacer trampas y, si no se llega a un consenso en todos los
puntos, que al menos se identif‌iquen los extremos del concepto sobre los
que es probable que exista acuerdo (o desacuerdo). Lo que espero demos-
trar es, en efecto, que existe un concepto de trampa ampliamente recono-
cido y que es distinguible de otras formas de ilicitud moral, tanto analítica
como expresivamente.
1. EL CONCEPTO DE HACER TRAMPA EN LA LITERATURA
ACADÉMICA
Lo más llamativo del tratamiento que los académicos han dado al hacer
trampas es lo poco que se ha escrito sobre el tema. Así, mientras el concepto
de «equidad» es extensamente tratado en la literatura sobre f‌ilosofía política
y social, el concepto de trampa, a pesar de su aparente importancia en nues-
tras vidas diarias, ha sido en gran medida ignorado por la literatura sobre
f‌ilosofía moral 2.
de dólares»); Jeevan VASAGAR, «Guilty: Trio Who Cheated Their Way to a Million», The Guar-
dian (8 de abril de 2003), p. 11; Diana Jean SCHEMO, «University of Virginia Hit by Scandal Over
Cheating», New York Times, 10 de mayo de 2001; Alan M. DERSHOWITZ, Supreme Injustice: How
the High Court Hijacked Election 2000, Nueva York, Oxford University Press, 2001, p. 174 («La
decisión en el caso de las elecciones de Florida puede ser clasif‌icada como la más corrupta en la
historia del Tribunal Supremo de los Estados Unidos, toda vez que es el único caso que conozco
donde los magistrados decidieron en función de la identidad y af‌iliación política de los litigantes.
Esto fue un engaño y una violación del juramento judicial»).
2 Sobre la justicia como equidad, véase el trabajo más conocido, de John RAWLS, A Theory of
Justice, Cambridge, Massachusetts, Belknap Press of Harvard University Press, 1971. Los únicos

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