La política familiar como instrumento de igualdad: distintas concepciones europeas

AutorMaría José Martínez Herrero
CargoDepartamento de Economía Aplicada I UPV/EHU
Páginas45-79

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1. Las políticas familiares y el estado de bienestar

La familia siempre ha sido objeto de intensos debates e incluso en la actualidad sigue apareciendo como una preocupación política, social y económica, tanto por la evolución de su estructura como por las relaciones y los comportamientos que se establecen dentro de ella.

En este artículo nuestro interés se centra en el análisis de la familia como objetivo de la política, más concretamente de la política económica, para conocer cómo influye (si es que influye) en sus problemas, en sus tensiones, en sus relaciones de poder, en sus carencias sociales y económicas; en definitiva se trata de sacar a la luz pública aspectos que estaban considerados dentro del ámbito privado.

El análisis se encuadra dentro del marco conceptual que nos proporciona el Estado de Bienestar para abordar desde allí el estudio de la política familiar. Desde este marco podemos realizar un análisis multidisciplinar de la política familiar dentro de un contexto que nos permita resaltar el proceso histórico, el desarrollo de las instituciones, las desiguales relaciones que se establecen, todo ello dentro de un ámbito económico y social determinado.

El mercado, el estado y la familia son las tres instituciones básicas que posee el Estado de Bienestar para atender a su ciudadanía. Pero no existe un único modelo sino que por el contrario puede adoptar distintas representaciones, teniendo cada una de ellas sus prioridades y sus propias vías e instrumentos de intervención. En función de la prioridad que se les conceda y de la contribución que realice cada uno de estos pilares al bienestar general, diferenciaremos a los Estados de Bienestar tal y como los representa Esping-Andersen (1993, 2000). En el modelo liberal el mercado es el encargado de la provisión de bienestar, en el conservador el estado posee un papel subsidiario dejando que la familia sea la principal encargada de velar por sus miembros, mientras que en el socialdemó-crata el estado ocupa un lugar prioritario en el suministro de bienestar a la ciudadanía.

La mayoría de los estudios se centran en la interrelación que se establece entre el mercado y el estado, ignorando el papel que realiza la familia en dicha provisión de bienestar. Ignorar a la familia es no tomar en cuenta a las mujeres, Page 46 supone desconocer las relaciones entre trabajo remunerado y no remunerado, es decir, significa negar la importancia que tiene el trabajo doméstico y el trabajo de cuidados y dentro de éstos, la atención a la infancia y al resto de personas dependientes.

Desde la economía feminista, autoras como Jane Lewis (1993; 1995) o Diane Sainsbury (1994; 1999) hacen especial énfasis en resaltar las desiguales relaciones que se establecen entre las mujeres y los hombres dentro de la familia, relaciones incluso de subordinación, a la hora de proveer de bienestar económico y social a sus miembros; desigualdades que determinarán los comportamientos de cada uno fuera de la familia. Los análisis del Estado de Bienestar desde una perspectiva de género tienen en cuenta esta situación de desventaja: desde el momento en que las mujeres asumen mayoritariamente el trabajo no remunerado se genera una situación de desigualdad tanto en las relaciones internas dentro de la familia como en las relaciones externas, en especial cuando deciden participar en el mercado de trabajo y acceder a los sistemas de protección social.

Los Estados de Bienestar se han desarrollado y sustentado en el modelo tradicional de familia denominado male breadwinner (hombre ganador de pan), basado en una división sexual del trabajo en donde el hombre es responsable del mantenimiento económico de la familia y la mujer la encargada del bienestar. Así las políticas sociales que se establecían tenían al hombre como beneficiario principal por su relación permanente con el mercado de trabajo mientras las mujeres eran las grandes ignoradas del sistema y solo tenidas en cuenta como perceptoras de beneficios derivados de la situación alcanzada por el hombre.

La masiva incorporación de las mujeres al mercado de trabajo va a modificar dicho modelo del hombre ganador de pan; dentro de la esfera privada se democratizan las relaciones familiares y se transforma el modelo de referencia, generalizándose un nuevo modelo familiar compuesto por dos personas activas, aunque ello no suponga siempre a dos rentas completas.

La expresión de política familiar la debemos precisar puesto que no existe una única concepción que sea compartida y reconocida por todos, y ello se debe fundamentalmente al alto grado de pluralidad que posee la propia noción de familia, además de aspectos ideológicos, políticos e incluso religiosos que también influyen sobre ella. Por tanto la delimitación de la política familiar nos la va a dar la propia consideración que tengamos de la familia puesto que «para unos la familia constituye una institución específica basada en la preferencia por el matrimonio y en donde sus intereses como institución deben estar argumentados y preservados. Para otros la familia es una noción neutra y desinstitucionalizada de unidad o de forma de vida primaria con una clara reticencia a inmiscuirse en los asuntos privados» (P. Strobel; 2000, p. 169).

A pesar de los intentos realizados desde instituciones internacionales, no existe una definición estandarizada que reconozca a la familia como categoría; e Page 47 incluso a nivel europeo hay que tener cuidado al utilizar a la familia como unidad de referencia de las estadísticas económicas y sociales. A nivel europeo1, la mayoría de los países utilizan como referencia la unidad presupuestaria, aunque Dinamarca, Finlandia, Suecia y Francia optan por la vivienda. Pero además los nórdicos consideran unidad familiar a las personas solteras mientras que en Alemania, Bélgica, Grecia y Holanda las uniones consensuadas no se consideran familia; en Bélgica se incluyen a las personas casadas que viven con sus padres pero no a su cónyuge ni a los hijos de ambos, y sin embargo los menores que viven con sus abuelos son una misma familia en Alemania, Luxemburgo, Portugal y Reino Unido. Igualmente existe divergencia para establecer hasta qué edad los menores siguen formando parte de la familia, unos ponen el límite en los dieciséis años como Irlanda, Portugal, Suecia y el Reino Unido y otros como Francia en los veinte años (L. Hantrais, M.T. Letablier; 1996, pp. 11-12). E incluso desde el ámbito de la protección social observamos que, mientras la familia be-neficiaria puede identificarse como la unidad compuesta por los padres/madres y los menores dependientes, también encontramos diferencias a la hora de asignar y distribuir las prestaciones; si nos guiamos por el MISSOC2 se utilizan distintos términos para designar las mismas prestaciones, así en el norte de Europa el término de prestación infantil refleja el subsidio que reciben los menores ya que «se encuentra englobada dentro del concepto más amplio de prestaciones familiares en donde se plasma todo aquello que perciben cada uno de los miembros de la familia. En el sur de Europa, además de Francia, se utilizan el término de asignaciones o complementos familiares para reflejar que la unidad familiar es la beneficiaria de unas prestaciones que contribuyen a aumentar el ingreso familiar» (L. Hantrais; 2004; p. 122).

Como cualquier otra política, la familiar conlleva unas preferencias y po-sicionamiento ideológico, y nos podemos encontrar «con una política familiar de orientación conservadora que favorece el modelo tradicional y convencional de la familia conyugal en detrimento de nuevas formas de vida familiar y marital sin papeles, y por otro lado nos encontramos con una política familiar que tiende a una neutralidad normativa más o menos estricta frente a nuevos modos de vida familiar» (F. Schultheis, 1996; p. 217).

Nuestra referencia de estudio será la política familiar entendida como una política social orientada hacia la familia, considerando a «la familia desde su concepción más genérica de manera que recoja las más diversas formas que puedan existir y capaz de irse adaptando a los cambios. Así la familia se considera un concepto abierto y en continua evolución adaptándose constantemente a las transformaciones habidas tanto a nivel social, a nivel demográfico como a nivel de estructura familiar» Page 48 (M.J. Martinez; 2007; p. 119); bajo esta visión el descenso de las familias numerosas, el aumento de las parejas de hecho, de las familias monoparentales, de las familias recompuestas, entre otros elementos, reflejan dichas transformaciones.. .Además la política familiar centro de nuestro análisis se configura y define a partir de la infancia; de esta manera, aunque las políticas difieran en su concepción y según los países, la política familiar gira, necesita y requiere la presencia de uno o varios menores para poderse implantar y ser llevada a cabo.

En definitiva, las políticas familiares incluyen todos «aquellos programas sociales que implican unos gastos directos e indirectos realizados por el Estado destinados para atender a las familias y a sus necesidades, bien en forma de transferencias monetarias o de beneficios fiscales» (J. Jenson, M. Sineau; 1994; p. 24) y además teniendo en cuenta que «una política social para la familia debe comprender...

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