Estrategias de intervención

AutorCésar San Juan Guillen/Laura Vozmediano Sanz
Cargo del AutorDoctor en Psicología/Doctora en Psicología
Páginas81-113
CAPÍTULO 4
Estrategias de intervención
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PARTE I URBANISMO INCLUSIVO PARA UNA CIUDAD SEGURA Y AMIGABLE
Las medidas de diseño urbano sensibles a los procesos y dinámicas
sociales son cada vez más diversas y comprenden tanto recomenda-
ciones genéricas como un abultado catálogo de indicaciones orienta-
das a escenarios específ‌icos: residenciales, comerciales, industriales,
educativos, etc.
En esta sección, trataremos de compilar y ejemplif‌icar esa diver-
sidad de medidas. Las ordenaremos en dos grandes apartados en fun-
ción del enfoque en el que están basadas. Por un lado, se expondrán
las relacionadas con el enfoque def‌inido en el capítulo 2 como CPTED
que ponen su foco de atención en ambientes residenciales y, en una
segunda parte, detallaremos las medias propias del enfoque CP-UDP
que, como ya indicamos en ese mismo capítulo, pone un mayor én-
fasis en la introducción de criterios de seguridad desde las fases más
tempranas del desarrollo urbano del espacio público.
CÉSAR SAN JUAN GUILLEN | LAURA VOZMEDIANO SANZ
GUÍA DE PREVENCIÓN DEL DELITO
SEGURIDAD, DISEÑO URBANO, PARTICIPACIÓN CIUDADANA Y ACCIÓN POLICIAL
25682
1. Medidas de prevención del delito
basadas en el enfoque CPTED
1.1. Territorialidad y espacio defendible: el vínculo
afectivo entre las personas y los espacios
La idea de estas medidas es favorecer, a través del diseño, una
vinculación emocional con el ambiente. Si consideramos un espacio
como propio, este vínculo afectivo hará más probable que tengamos
conductas de control, de cuidado, de defensa, etc. Es decir, será más
probable que nos involucremos en la seguridad del entorno e inter-
vengamos si se produce algún incidente.
Las medidas CPTED para promover la territorialidad pasan por
mostrar claramente la propiedad del espacio, por delimitar los espa-
cios públicos, semipúblicos, semiprivados y privados. Tanto para los
propietarios o usuarios «legítimos», como para potenciales «intrusos»,
el diseño debe comunicar claramente cuándo se está pasando de un
tipo de espacio a otro. Por supuesto, esto puede hacerse con barreras
físicas y con la introducción de medidas de seguridad con las que
sólo las personas autorizadas puedan acceder a cada nivel del espacio.
Pero blindar el territorio no es, en modo alguno, el espíritu de una
propuesta de urbanismo inclusivo.
La introducción de barreras físicas impenetrables y medidas de
seguridad adicionales nos daría como resultado un espacio fortif‌icado,
y con ello, el aislamiento del entramado urbano que lo rodea. Es lo
que ha ocurrido con las llamadas comunidades valladas (gated com-
munities en inglés). Se trata de vecindarios de propiedad privada, ro-
deados de muros, cámaras e incluso eventualmente con una garita de
seguridad para permitir el acceso únicamente a personas autorizadas.
Dentro hay calles, pero no hay espacio público en sentido estricto. Son
espacios semiprivados, sólo para los residentes. Lo habitual, como
indicábamos, es que se contrate seguridad privada en estas comunida-
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Estrategias de intervención 83
PARTE I URBANISMO INCLUSIVO PARA UNA CIUDAD SEGURA Y AMIGABLE
des reservadas, por lo general, para personas de alto poder adquisitivo.
Puede observarse que, si bien es posible que este diseño promueva la
territorialidad, más bien nos encontramos ante una burbuja fortif‌ica-
da. Las personas de estos vecindarios cerrados renuncian, en buena
medida, al espacio público y al contacto con el resto de la ciudadanía.
Es un modelo excluyente basado en una elección: convivir solo con
aquellos que, en la cúspide de la pirámide económica, comparten si-
milar poder adquisitivo.
Desde el enfoque CPTED, las barreras para generar territoriali-
dad son más bien de carácter simbólico. Cuando se pasa de espacio
público a privado, a menudo cambia el tipo de suelo, su color o su
material, o pueden emplearse distintas alturas para hacer visible el
cambio de escenario (FIGURA 4.1). Las farolas u otros elementos de
iluminación son diferentes y se usa la vegetación para limitar el espa-
cio semipúblico introduciendo caminos o senderos que guían hasta el
acceso del espacio puramente privado.
Figura 4.1. El cambio de altura comunica el paso a un espacio semi-privado o privado sin
la necesidad de una barrera física. Fuente: Fotografías de Evelyn Paris y Peter Boccia en
Unsplash.
Las barreras también pueden ser físicas, pero es importante que
no limiten la visibilidad para no entorpecer la vigilancia natural. Por
ejemplo, una valla alrededor de una zona ajardinada no debería ser vi-
sualmente impenetrable, ni es preciso que sea alta para cumplir su fun-

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