España: ejemplo europeo de recepción político criminal de la intolerancia penal

AutorIñaki Rivera Beiras
Páginas131-136

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Se intenta analizar en este epígrafe, y más allá de muchas referencias puntuales que a España ya se han venido realizando en las páginas anteriores, si aquellas medidas citadas y otras que se irán mencionando ahora —vinculadas a las políticas criminal y social del Estado español— son auténticamente «españolas» o, por el contrario, no traducen la recepción de las dos orientaciones que se han analizado en los Epígrafes I) y II) de la segunda parte de este trabajo: las propias de la criminología de la in-tolerancia anglosajona y de la cultura de la emergencia y excepcionalidad continental europea.

Hace algún tiempo Manuel Revuelta publicaba en Le Monde Diplomatique un extenso artículo titulado «España: deriva hacia una derechización imparable» (n.º 25, julio 2001: 8-10). En él indicaba, a propósito de los últimos años de gobierno en España que, al contrario de lo que podría pensarse, «el Jefe del Gobierno (posee) un sólido proyecto de conquista del poder, basado en un nacional liberalismo que se ha ido asentando desde finales de los años ochenta en torno a un equipo de jóvenes ambiciosos integrantes de la Fundación para el Análisis y los Estudios Sociales (FAES), la más importante de las seis fundaciones del PP, junto con la de Cánovas del Castillo, organizada en torno a Fraga Iribarne en los últimos años del franquismo» (op. cit., 8).

Agregaba este autor más adelante, para los fines específicos de este trabajo, que «los hombres de FAES han copiado a los think tanks británicos y estadounidenses, impres-

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cindibles en el triunfo de Margaret Thatcher en 1979 y de Ronald Reagan en 1980, con una ideología progresivamente modernizada, que puede explicar las al parecer excelentes relaciones de Aznar con Tony Blair» (ibídem). Añadía, asimismo, Revuelta, que esta mezcla de ideologías liberales, cristiana y de Hayek, se ha erigido en pilar de un «pensamiento liberal, desregulador y privatizador». Eso sí, todo ello hace justicia y se explica por la existencia (previa) de un alto grado de postración moral que la sociedad española ha venido arrastrando desde los años ochenta con la cultura del «todo vale, del pelotazo, de los muchos casos de corrupción, de los GAL y del desmoronamiento de los valores de la izquierda, mientras se ha ido acentuando un clima de inseguridad social y el impacto terrorista de ETA».

Todo ello, añadía el citado articulista, ha generado una «obsesión securitaria» que la sociedad ha ido paulatinamente internalizando en detrimento de garantías y de libertades: «las estadísticas oficiales parecen confirmar algunos rasgos de esa deriva securitaria asumida por una ciudadanía en la que se mezclan desinformación y disgregación social, amén de una exigua ilustración: la mayoría piensa que el país va bien, el 81 % de los españoles, según encuestas...

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