Desigualdad, pobreza y derecho a la salud pobreza y desigualdad como problema de salud

AutorCarlos Lema Añón
Páginas261-294
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POBREZA Y DESIGUALDAD COMO PROBLEMA
DE SALUD
Silvina Ribotta
Universidad Carlos III
1. PUNTO DE PARTIDA: LA NATURALIZACIÓN
DE LA POBREZA
Asumimos que millones de personas viven en condiciones
de pobreza y marginación social como parte de la realidad de
nuestro paisaje mundial. Y, a la vez que festejamos los grandes
logros que hemos alcanzado como humanidad en desarrollo
tecnológico, político o social, incluso traspasando las fronteras
de nuestro sistema planetario, invisibilizamos la realidad de
falta de alimentos, de carencias de agua potable, de medica-
mentos, de tratamientos adecuados, de viviendas dignas, de
acceso a escuelas, de medicina preventiva, de violencias insti-
tucionales severas en las que malviven millones de seres huma-
nos en el mundo. Vidas en condiciones inhumanas y sus even-
tuales muertes que se asumen como un coste natural de la
sociedad en la que vivimos, como efectos colaterales inevitables
y lógicos para mantener el statu quo que legitima los actuales
sistemas políticos en los que vive gran parte de la humanidad:
Silvina Ribotta
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Estados de Derecho formalmente democráticos, liberalismos
vaciados de compromisos igualitarios y moralmente (y paradó-
jicamente) conservadores como ideología dominante, y capita-
lismo extractivista insostenible ecológica, social y económica-
mente como único modelo de gestión de los recursos. Y
atravesados por dinámicas heteropatriarcales, coloniales, racis-
tas, capacitistas, entre otras condiciones agravantes de des-
igualdad que alejan a gran parte de la humanidad de lo que
podríamos considerar una vida digna o condiciones adecuadas
de vida, y les condenan a una muerte prematura e injusta.
Y son millones de personas, y cada vez más si lo juzgamos
como consecuencia de la crisis epidemiológica actual; ya que,
como nos ha enseñado la historia de todas las pandemias y
epidemias que hemos sufrido, ninguna enfermedad, virus, tra-
gedia o crisis, impacta por igual, sino que lo hace de manera
diferenciada según el lugar que cada persona ocupa en la
estructura de clase de su sociedad y del mundo 1. Lo que nos
ocurre como desventaja, como daño, resulta altamente sensible
a la estratificación social en la que estamos distribuidos, y que
nos reparte, según ese estricto orden: oportunidades vitales y
ejercicio de derechos y libertades, vida, calidad de vida, enfer-
medad y muerte. Nadie desarrolla sus capacidades indepen-
dientemente del lugar, aventajado o desaventajado, que ocupa
en la estructura de clases, en la estructura de sexo-género, en la
estructura de raza-etnia, en la estructura capacitista y, en gene-
ral, en las estructuras sociales, políticas, culturales y económi-
cas del injusto mundo que habitamos.
Pobreza resulta, por lo tanto, la descripción empobrecida
de contenido crítico con la que calificamos la forma en la que
malviven millones de seres humanos en el mundo, sin cuestio-
narnos lo que realmente conlleva en las cotidianeidades de
1 Ver GARRETT, Laurie, The coming plague: Newly Emerging Diseases in a
World out of Balance, Picador, Nueva York, 2020 (Penguin Books, 1995) y
WADE, Lizzie, «An unequal blow. In past pandemics, people on the margins
suffered the most», Science, nº 368-6492, 2020, pp. 700-703.
Pobreza y desigualdad como problema de salud
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estas personas, lo imposibilitante para el desarrollo de cual-
quier plan de vida posible, lo incompatible que resulta con los
valores de libertad, igualdad, dignidad, solidaridad, que
supuestamente fundamentan nuestros sistemas políticos de
democracias modernas, lo sangrantemente injusto e ilegal en
relación al marco internacional de derechos humanos, de dere-
cho internacional humanitario y de gran parte de los derechos
constitucionales internos. Y hasta lo ineficaz que resulta inclu-
so para el mismo capitalismo. Una situación que adrede ha
sido y es excluida del debate político e incluso académico, que
no protagoniza las discusiones de la ciudadanía ni forma parte
de reclamos electorales, y que se asume como inevitable por
quienes no forman parte de esos colectivos y que son, obvia-
mente, los privilegiados del mundo, aquellos que habitamos los
espacios donde la democracia tiene contenido, las libertades
pueden ser escogidas y las igualdades se reclaman. Aquellos
que también somos los que escribimos las leyes, diseñamos las
políticas públicas y construimos los discursos que legitiman el
propio sistema en el que vivimos, y que ha convertido en abis-
mo a la brecha que separa a la humanidad entre ricos y pobres,
entre mundo desarrollado y no desarrollado, o los eufemismos
de «en vías de desarrollo», o «desarrollo humano medio» o
«desarrollo humano bajo» con que creemos difuminar la impo-
sibilidad del desarrollo que conlleva la pobreza.
En el presente capítulo lo que pretendo es discutir sobre
pobreza como problema de salud, pobreza como obstáculo
para el desarrollo de cualquier plan de vida libre, negadora de
genuinas igualdades de oportunidades y del acceso a las liber-
tades y derechos. Y, a la vez, criticar la conceptualización polí-
tica e ideológicamente interesada que se realiza de la pobreza
como fenómeno natural, inevitable y vinculado a la responsa-
bilidad individual de las personas pobres, para desnudar las
causas estructurales de la misma y las posibles estrategias para
disminuir las brechas de desigualdad, al menos para no permi-
tir los niveles en que la pobreza resulta una situación insalubre.
Pobreza como causa de muerte, de enfermedades, de exclusión,
de violencias, de marginaciones y maltratos; ya que las perso-

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