Un decálogo animalista

AutorMireya Ivanovic Barbeito
CargoArquitecto y Master en Rehabilitación por la E.T.S.A.M. Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración y Master en Análisis Político por la U.C.M. Doctoranda en Ciencias Políticas. Representante en Madrid de la Fundación Franz Weber y LIBERA!
Páginas56-66

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Un decálogo animalista

El amanecer de la Tierra es la foto realizada el 16 de Diciembre de 1968 por el Apollo VIII y constituyó la primera imagen tomada de nuestro planeta desde su satélite. Fue una ocasión para darse cuenta de nuestro pequeño lugar en el universo y así nació una nueva toma de conciencia inextricablemente unida al surgimiento de los movimientos pacifistas, ecologistas, animalistas, etc.; aunque, desde la antigua Grecia, la preocupación por los animales ya fue un tema tratado por pensadores como Plutarco y, en la India clásica, había sido el centro de las propuestas de noviolencia. El nacimiento del movimiento animalista actual se encuentra ligado al cambio de pensamiento iniciado en aquellos años cargados de ideas revolucionarias, aunque no fue hasta 1975 cuando encontró su lugar dentro del panorama de los movimientos reivindicativos. Ese año el filósofo australiano Peter Singer publicó Liberación Animal, el libro fundamental del movimiento por los derechos animales, que Taurus ha reeditado en fecha reciente y donde, por primera vez se definiría el especismo como "un prejuicio o actitud parcial favorable a los intereses de los miembros de nuestra propia especie y en contra de los de otras".1

Este puede ser considerado el punto de partida del animalismo, cuya filosofía se basa en una sencilla premisa: si un ser puede sentir miedo, felicidad o tristeza, no existe justificación alguna para negarse a considerar esos sentimientos primarios, aunque no puedan expresados de forma verbal o escrita. Ciertamente, los animales no expresan en códigos su raciocinio y carecen de un lenguaje elaborado para verbalizar su sufrimiento y reclamar justicia; pero ellos y nosotros compartimos un sistema nervioso que interpreta de forma similar dolor y placer. Es el sentimiento, y a su lado el sufrimiento, lo que está en juego, no el raciocinio. Si los animales humanos nos consideramos agentes morales y tenemos en cuenta que los animales no humanos no pueden defenderse por sí mismos, es nuestro el deber de asumir la responsabilidad de protegerlos.

En el actual estadio de necesidad de concienciación y reacción de la sociedad y ante la negativa repercusión de la crisis, el animalismo ha de esforzarse para convertirse en una opción que conduzca a la generación de un nuevo e imprescindible paradigma biocéntrico que deje atrás un caduco antropocentrismo. Este cambio de modelo se puede definir en los diez puntos siguientes.

1. - La defensa de los animales no es sino la proyección sobre el mundo animal del reconocimiento jurídico alcanzado por los hombres y las mujeres como titulares de derechos, a pesar de que a diferencia de los humanos no están en condiciones de reivindicarlos

Nuestra época ha sido considerada "el tiempo de los derechos". Desde no hace más de cuatro décadas hemos sido testigos del nacimiento de una tercera generación de derechos: los de solidaridad -con los pueblos y el medio ambiente-, quedando incluidos dentro de estos últimos los Derechos de los Animales; los cuales presentan una innovadora perspectiva: ampliar a otras especies la categoría de "sujeto de Derecho", exclusiva hasta ahora del ser humano. Lo dicho no supone una novedad, sin embargo, porque ya en el corpus iuris civilis de Justiniano se consideraba Derecho

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Natural aquel que le es dado a cada ser vivo, no siendo sólo exclusivo del hombre. Vista desde esta perspectiva, la instauración de unos derechos básicos para los animales vendría a suponer, sencillamente, una restitución del orden natural.

Dentro del nuevo debate se acuñó un término: espejismo;2es decir, la asunción de la superioridad humana sobre otras criaturas, lo que, inevitablemente, conduce a la explotación animal en todas sus vertientes.

Frente a la célebre cita orwelliana -"todos los animales son iguales, pero algunos animales son más iguales que otros-",3la reivindicación digna de ser tenida en cuenta sería la definida por Jorge Riechmann: "Todos los seres vivos tienen derechos (...) Todos los seres vivos son pacientes morales que poseen un bien propio, un conjunto específico de capacidades, vulnerabilidades y condiciones de florecimiento que definen lo que para ellos es una buena vida."4Resulta ineludible que los animales tengan unos derechos fundamentales, como el derecho a la vida, a la seguridad, a la protección ante la tortura y la esclavitud; es decir, a no ser maltratados ni física ni psicológicamente, así como a la libertad individual. Si se considerasen seriamente estos derechos, se transformaría la problemática filosófica referente a los animales.

2. - La exigencia de reconocimiento del respeto hacia los animales se hace necesaria ante la experiencia real de depredación y destrucción que sufren tanto los animales como el medio natural

Son tiempos de crisis económica, política, social y ecológica. Una crisis de modelo que se resiste a cambiar a pesar de todas las alarmas y contra todos los razonamientos y respuestas alternativas. Como decía Gramsci a propósito de los cambios de paradigma, son tiempos confusos donde lo viejo no se ha ido y lo nuevo todavía está por llegar.5Un tiempo caracterizado por una confusión de fines y perfección en los medios que ha llevado a sobrepasar ampliamente la capacidad de absorción de los ecosistemas. En los últimos cincuenta años, los seres humanos han alterado el planeta más que todas las...

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