El cuento del dinero

AutorJorge Pérez Ramírez
Páginas17-54
CAPÍTULO I
EL CUENTO DEL DINERO
«Es un error [...] creer que es el rey Luis Felipe quien gobier-
na, y él no se engaña sobre este punto. Él sabe, tan bien como
nosotros, que por encima de la Constitución se encuentra la sa-
grada, venerable, sólida, amable, graciosa, hermosa, noble, joven,
todopoderosa pieza de cinco francos».
La prima Bette
Honoré DE BALZAC (1799-1850)
«El crédito, y no el oro ni la plata, es la propiedad que todos
los hombres desean, cuya adquisición constituye la finalidad y el
objetivo de cualquier comercio. No hay duda de que el crédito es
mucho más antiguo que el dinero».
¿Qué es el dinero?
Alfred MITCHELL-INNES (1864-1950)
SUMARIO: I. EL DINERO DE PIEDRA.—II. EL MITO DEL TRUEQUE.—
III. LA GENIALIDAD GRIEGA. EL VALOR ECONÓMICO—IV. EVOLU-
CIÓN DEL DINERO EN OCCIDENTE.—V. LA MONEDA METÁLICA.—
VI. EL DINERO BANCARIO.—VII. DINERO DIGITAL Y MONEDAS
VIRTUALES.—1. Monedas virtuales.—2. Las criptomonedas.—3. Las monedas
virtuales estables.
I. EL DINERO DE PIEDRA
El 1 de octubre de 1525, el explorador portugués Diego Da Ro-
cha llegó a las islas Carolinas en el Pacífico y permaneció allí cuatro
18 Jorge Pérez Ramírez
meses. Durante los siguientes dos siglos más de veinte exploradores
y comerciantes de origen español, británico, holandés y americano
pasaron por la isla Yap, la más occidental del archipiélago. En 1731
el padre Jan Cantova y el padre Visitador Walter predicaban el cato-
licismo en la isla. Después de varios meses, el padre Walter regresó
en barco a Guam. Poco después, Cantova y el resto de los monjes
fueron masacrados, tal vez por sacerdotes locales opuestos a la nueva
religión.
Antes de la Primera Guerra Mundial el archipiélago pertenecía a
Alemania, que en 1898 lo había comprado a España. Luego, en 1918,
pasó a ser administrado por el imperio japonés. Ignorando las obli-
gaciones impuestas por la Sociedad de Naciones, Japón las convirtió
en bases fortificadas que le fueron muy útiles durante la Segunda
Guerra Mundial. El archipiélago fue escenario de sangrientos com-
bates entre japoneses y estadounidenses, y la isla de Yap adquirió
notoriedad en la historia de aquella guerra. Pero mucho antes de los
españoles, alemanes, japoneses y estadounidenses, Yap era famosa
por cierta particularidad: su moneda. Aunque inocentes y primitivos,
los bronceados nativos conocían la institución social del dinero.
En 1903, el antropólogo William Henry Furness pasó varios me-
ses en la isla de Yap, impresionado por lo intacta que se encontraba
y que para su sorpresa albergaba una sociedad compleja, con castas
y clubs de fraternidades, que junto con los ritos culturales descri-
biría en un libro 1. Pero, sin duda, uno de los descubrimientos más
impactante para Furness fue el sistema monetario de la isla. La isla
carecía absolutamente de metales y, si bien había abundancia de con-
chas, frutos, huesos y dientes de animales, parece que los habitantes
de Yap intuitivamente debieron concluir que un sistema monetario
basado en objetos comunes carecía de la estabilidad necesaria. Era
preciso hallar un material que poseyera auténtico valor intrínseco.
El mercado de bienes de la isla era muy limitado y se concentraba en
tres productos: el pescado, los cocos y los pepinos de mar. Apenas
había agricultura o artesanía y los cerdos eran los únicos animales
domesticados. Como era una economía muy simple y sin apenas con-
tactos con el exterior, lo natural hubiera sido encontrar un sistema de
trueque, o incluso dada la escasa población de la isla y que la comi-
da, bebida y ropa crecían en los árboles, hasta el sistema de trueque
1 FURNESS, W., 1910, 1911.
El cuento del dinero 19
podía ser demasiado sofisticado. Los nativos de Yap eligieron como
base monetaria un producto situado en otra isla, a unas cuatrocientas
millas, una gran distancia de donde había que extraer, dar forma y
luego transportar, lo que sin duda implicaba un considerable esfuer-
zo. Los habitantes de Yap carecían de lenguaje escrito, de modo que
el sistema monetario diseñado era puramente verbal, pero respetado
tan fielmente como si fuese un largo documento redactado por un
regimiento de abogados.
El libro de Furness se publicó en 1910; un año después, el etnó-
logo estadounidense William Churchill sobre la base del trabajo de
Furness subrayó las similitudes y diferencias de los nativos de Yap
frente a los de otras islas de la Polinesia 2. Algunos años después, un
ejemplar de la obra de Furness acabó en la Real Sociedad Económica
de Gran Bretaña y sus editores encargaron una reseña de la obra a un
joven economista recién trasladado del servicio de guerra: John Ma-
ynard Keynes. El hombre, cuyas ideas económicas revolucionarían
la forma de entender el dinero y las finanzas internacionales, quedó
maravillado al leer la obra de Furness y acabó publicando la siguiente
reseña de su obra 3:
«Las islas Carolinas, tras la guerra de España con los Estados Uni-
dos fueron vendidas por España a Alemania por 3,3 millones de dóla-
res. El posterior establecimiento de las autoridades británicas en las is-
las nos puso en contacto con un pueblo cuyas ideas monetarias son con
seguridad más genuinamente f‌ilosóf‌icas que las de ningún otro país.
En nuestra práctica moderna con las reservas de oro tenemos mucho
que aprender de esas otras prácticas, más lógicas, de la isla de Yap».
La isla de Yap es la más occidental de todas las del archipiélago
cuya población es de entre 5.000 y 6.000 habitantes. El doctor William
Henry Furness, en su trabajo «La isla del dinero de piedra» de 1910,
nos da cuenta de la moneda. No habiendo metales en la isla, tuvieron
que recurrir a las piedras; cómo y con qué resultados se extrae directa-
mente del texto del Dr. Furness:
«Como no hay yacimientos de metales en la isla, tuvieron que recu-
rrir a la piedra, esa piedra, debidamente labrada y conformada, viene
a ser allí una representación tan auténtica del trabajo humano como
el dinero de la civilización, hecho de metal extraído de las minas y
acuñado.
2 CHURCHILL, W., 1911: 510-518.
3 KEYNES, J. M., 1915a: 281-283.

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