El corral judicial

AutorJulio Picatoste
Cargo del AutorMagistrado (jubilado) - Académico de número de la Real Academia Gallega de Jurisprudencia y Legislación
Páginas171-173
EL CORRAL JUDICIAL 53
Ella es menuda, y menudas son sus gafas al aire, detrás de cuyas lentes
se enciende una mirada azul, incisiva e inteligente. Es activa y perspicaz;
henchida de ilusión, devota de su trabajo, reexiva y crítica. Ganadas las
oposiciones a la Carrera Judicial, es su primer destino un acogedor pueblo
costero, de casas apiñadas y estrechas calles en cuesta, plaza, iglesia y un vie-
jo casino. Alquiló un apartamento desde el que se ve el mar; con frecuencia
–me dice– se sienta en una mecedora que fue de su madre, y, balanceándose
con pausada cadencia, contempla el horizonte; eso le ayuda a pensar o a dar
vueltas a algún pleito enredado.
Al calor y aroma de un delicioso café colombiano adquirido en su úl-
timo viaje, me habla de una reciente visita de la Inspección; aunque su re-
sultado fue favorable para el juzgado, se muestra contrariada ante la pésima
impresión que le causó el inspector, cuyos consejos –acaso sea más propio
decir consignas– la dejaron perpleja y decepcionada.
Decía mi joven compañera que a aquel hombre venido de Madrid pare-
cía importarle bien poco la función jurisdiccional, y sí más la productividad
de la máquina burocrático-judicial. Ni una sola palabra de exhortación al
examen detenido de los asuntos y a su resolución en justicia, elaborada con
pulcritud técnica y rigor jurídico. Ni un solo gesto de animación al estu-
dio. Nada de eso. Toda recomendación se agotaba en la mera incitación al
rendimiento y a la productividad, apremio que era incompatible –replicaba
ella– con las exigencias de mínima calidad a que aspiraba en su trabajo y a la
que los justiciables tenían derecho. –“Sí, sí, ya, eso está muy bien, pero…hay
que sacar papel, tirar de sentencia, desatascar, decía el inspector, siervo
de estadísticas y módulos, ansioso por el logro y exhibición de objetivos. Mi
compañera comprendió, al nal, que de ella no se esperaba –ni demandaba–
otra cosa sino que fuese una ágil despachadora de resoluciones, operosa y
multípara, y que era evidente que el fervor por la cantidad prevalecía sobre
la calidad. En n, que de lo que se trataba era de “juzgar a destajo”, acertada
expresión que sirve de título al recomendable libro de Gabriel Doménech
53 Faro de Vigo, 10 de marzo de 2016.

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