Consideraciones sobre la ley orgánica 1/2004, de 28 de diciembre de medidas de protección integral contra la violencia de género

AutorPilar Mirat Hernández
Cargo del AutorProfesora Asociada de Derecho Penal. Universidad Complutense de Madrid
Páginas547-576
I Introducción

La violencia doméstica, no es un fenómeno nuevo en la sociedad, es una situación que se ha producido durante siglos, en todas las sociedades y en todas las clases sociales. Este fenómeno es difícil de entender, porque la familia debería representar para el individuo el ámbito de la seguridad y de la protección, pero el hecho cierto es, que en el seno privado del domicilio familiar se producen actos violentos, y con más frecuencia de lo que podamos pensar, a pesar de haber traspasado esta situación últimamente el ámbito de lo privado, en algunos casos.

Estos actos violentos, los sufren todos los miembros de la familia, los más débiles, como son los ancianos, los niños, pero son las mujeres las que la padecen en mayor medida, por lo tanto la valoración de una ley contra la violencia es, como no puede ser de otra forma, muy positiva.

Desde mediados de los años noventa los medios de comunicación venían poniendo de manifiesto que el ámbito privado del domicilio, es en ocasiones el reino de la impunidad, manifestándose insuficiente la eficacia del ordenamiento jurídico para impedir la violencia en las relaciones conyugales y paterno-filiales. Las cifras de mujeres muertas a manos de sus parejas todos estos años, supera el medio centenar anual, sucesos que atemorizan e indignan a la opinión pública.

Las mujeres muertas habían denunciado en reiteradas ocasiones en los Juzgados las amenazas y los malos tratos sufridos por sus maridos o parejas, e incluso habían dado a conocer su situación a la opinión pública a través de los medios de comunicación, en un intento desesperado de pedir auxilio para salvar sus vidas, objetivo que tristemente no consiguieron.

¿Por qué se produce la violencia en el hogar, y que mecanismos impiden a la mujer salir de esa difícil situación? El problema es muy complejo, y por lo tanto no existe una explicación sencilla, sino que hay que buscarla partiendo de un enfoque multifactorial: la dependencia económica de sus parejas, la falta de preparación profesional, el temor a no ser capaz de proporcionarle a sus hijos el bienestar que disfrutan al lado de sus padres, el miedo a las represalias por parte de su pareja, el temor al reproche social, la falta de certeza de un fallo judicial a su favor, son factores que ayudan a entender esta situación en que permanecen las mujeres maltratadas durante años sin atreverse a denunciar a sus agresores y abandonar el domicilio conyugal.

La falta de recursos, la preocupación por los hijos, la falta de preparación o de recursos, constituyen sin duda factores importantes que impiden a la mujer salir de esa situación, pero no explica el problema en su totalidad, porque de otro modo ¿cómo explicamos estas situaciones de malos tratos en los casos en que la mujer tiene sus propios recursos para vivir de forma desahogada, o que no tiene descendencia?

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Otro factor muy importante, es el proceso denominado "indefensión aprendida", que consiste en que las mujeres víctimas de malos tratos, no suelen reaccionar en el primer episodio de violencia física, que por otra parte, se suele producir después de una relación de desgaste, en el que la parte mas débil, normalmente la mujer, va perdiendo la autoestima y con ella los mecanismos de defensa hasta perder la capacidad de reacción.

Todos los factores son importantes en estos casos, pero el punto fundamental para entender y explicar esta situación, desde mi punto de vista, está en la educación, en el proceso de aprendizaje que determina esta forma de comportarse por parte de los hombres y de las mujeres.

La cultura, en sentido etnográfico, es un todo complejo que comprende conocimientos, creencias, arte, moral, derecho, costumbres y hábitos adquiridos por el hombre en tanto miembro de la sociedad. Somos seres sociales y el marco cultural en el que nos desarrollamos tiene un peso importante en nuestro proceso de formación psíquica. Como afirma Ferro1 "todo proceso de aprendizaje, así como su transmisión a través de las generaciones, está mediatizado por una estructura social". La sociedad está conformada de acuerdo a un patrón cultural que sus miembros interiorizan, lo que nos proporciona una identidad que nos permite interaccionar con los demás, dentro de una determinada sociedad.

La cultura varía muy poco de una generación a otra, porque sus individuos han interiorizado esos patrones de forma consciente o inconsciente de acuerdo a los valores imperantes en esa sociedad. Las formas de conducta se perpetúan de generación en generación, y son consideradas buenas o malas según esos patrones que los individuos han interiorizado2.

Este mapa sociocultural nos proporciona una identidad de pertenencia a un grupo, y dentro del grupo, tiene especial relevancia la categoría del género, entendido como el conjunto de elementos públicos o privados que hace que nos identifiquemos como hombres o mujeres, de acuerdo con esos patrones socioculturales y según los modelos dominantes que interiorizamos como valores y normas de comportamiento. No es un modelo individual, sino social de tal modo que la sociedad recompensa el seguimiento de los modelos que considera como normales y adecuados y condena las desviaciones, asignando unas diferencias en el comportamiento, propias de cada sexo. Estas diferencias conforman los roles de género entendidos como la acción socialmente objetivada e institucionalizada que corresponden a hombres y mujeres, entendida como una manera "natural de ser y estar", siendo en realidad una construcción social de la realidad. Page 550

Bourdieu3, en este sentido afirma que "lo que en la historia aparece como eterno, solo es producto de un trabajo de eternización que incumbe a instituciones tales como la familia, el estado, la iglesia y la escuela".

Ahora bien, la asignación a los diferentes géneros de roles distintos no sería un problema, este surge cuando se realiza una jerarquización de dichas diferencias, valorando los comportamientos masculinos de forma superior a los femeninos, como sucede en la mayoría de las sociedades.

Cantón Román4, a propósito de la importancia del factor de género en la explicación de la violencia doméstica, afirma que en gran medida estas actitudes esterotipadas y jerarquizadas sobre los roles masculinos y femeninos, contribuyen a la explicación de este fenómeno: en nuestras sociedades y desde hace milenios, hemos sido educados para interiorizar una imagen de género femenino inferior al masculino. Los adjetivos más valorados se adscriben a lo masculino, mientras que a las mujeres se les adjudican términos más peyorativos, que se perpetúan a través de los tiempos: mientras un hombre es "ordenado", la mujer es "obsesiva" o "maniática", si un hombre es un "Don Juan " o un "conquistador" la mujer es una "cualquiera", si un hombre tiene madera de líder, tiene "don de mando" pero si se trata de una mujer es una "mandona"

A los niños se les educa para conseguir autonomía e independencia, mientras que a las niñas se les inculca la necesidad de protección. Block y Marone5 resaltan el hecho de que los padres tienden a enseñar a sus hijos varones a resolver problemas, conductas que tendrán como correlato en la edad adulta autopercepciones de capacidad de afrontar los problemas y de toma de decisiones. En cambio con las niñas se despliegan fundamentalmente, conductas de protección, que las llevan a autopercibirse en la mayoría de edad como seres necesitados de que las protejan. Cantón Román, afirma que "son muy ilustativas las conclusiones de Block al observar a un grupo de padres e hijos realizando un rompecabezas: mientras se aprestaban a colocar las piezas en su lugar antes de que sus hijas solicitasen su ayuda, esperaban pacientemente a que sus hijos varones realizasen por si mismos la tarea encomendada".

La violencia en el seno de la familia, fundamentalmente, es una consecuencia de la jerarquización de las relaciones legitimada culturalmente por los distintos patrones que rigen para hombres y mujeres, en las sociedades patriarcales, pero ninguna dominación se perpetúa por motivos puramente ma-Page 551teriales, afectivos o racionales. Toda dominación procura crear y fomentar su legitimidad, a través de los mecanismos de control social más o menos formalizados. Esto se lleva a cabo a través de las instituciones como la familia, la iglesia o el ordenamiento jurídico.

El cuidado de la familia, el instinto la maternal son roles que la sociedad androcéntrica atribuye a la mujer, con la falsa identidad de instintos inherentes al género femenino, que constituyen un chantaje emocional, hasta el punto de originar sentimientos de culpabilidad cuando, por ejemplo la mujer trabaja y no se dedica en exclusividad al cuidado del hogar y de los hijos.

Nuestro ordenamiento jurídico, tradicionalmente, ha legalizado esta posición de inferioridad de la mujer frente al varón. La Constitución de 1978, consagra la plena igualdad jurídica entre el hombre y la mujer, igualdad formal que no se traduce en un plano de igualdad material, aunque ha...

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