La administración parlamentaria

AutorJosé Tudela Aranda
Páginas217-241
IX
LA ADMINISTRACIÓN PARLAMENTARIA
Desde que realicé la primera redacción de las páginas que siguen han su-
cedido muchas cosas. Generalizando, se puede afirmar que muchas más fuera
del Parlamento que en su interior. Y muchas de ellas afectan directamente al
tema que se trata a continuación. A las estructuras administrativas que son
precisas para que el Parlamento pueda desempeñar adecuadamente sus fun-
ciones. Con todo, he optado por mantenerlas en lo esencial, si bien realizando
las modificaciones y añadidos que he considerado imprescindibles. Dos ideas
se formulan como premisa. Por una parte, que el Parlamento es política pro-
tagonizada por políticos, los diputados. Con esta boutade solo quiero afirmar
que el diseño administrativo y los medios personales y materiales correspon-
dientes nunca van a ser determinantes del buen o mal funcionamiento de
una institución parlamentaria. O dicho con más precisión, que si bien las
carencias en el diseño o dotación de medios pueden entorpecer gravemente el
trabajo parlamentario, este nunca podrá ser suplido por el mejor diseño y los
mayores medios. Por otro lado, y ello me ha inclinado a mantener la estruc-
tura original del trabajo, se trata de una cuestión en continuo cambio con un
núcleo estable. Estructura y coyuntura. La estructura corresponde a las ideas
y principios generales que deben ser tomados en cuenta en el momento del
diseño de las estructuras administrativas de un Parlamento. La coyuntura es
su adaptación a las circunstancias. Y estas son cambiantes. Si algo caracteri-
za el tiempo presente es la velocidad a la que todo muta. El Parlamento debe
estar en condiciones de poderse adaptar de forma constante a las exigencias
y posibilidades del entorno de cambio. Exigencias porque, en medio de esos
cambios, los ciudadanos también mueven sus necesidades y demandas. Posi-
bilidades, porque el desarrollo tecnológico ofrece continuamente nuevas po-
sibilidades a todas las instituciones, también al Parlamento, para desarrollar
su trabajo.
218 JOSÉ TUDELA ARANDA
1. A MODO DE INTRODUCCIÓN
Las estructuras administrativas del Parlamento no han despertado, tra-
dicionalmente, gran interés. Ello no quiere decir que no existan estudios al
respecto. Puede citarse, como ejemplo, el número que ya en 1993 la Revue
Française d’Administration Publique dedicó a la Administración de los Parla-
mentos. Precisamente, en su introducción, Pierre Avril concluía con una afir-
mación que mantiene toda su vigencia: «La modernización de los Parlamentos
no pasa porque hagan cosas que otros siempre harán mejor, sino por ayudar
a los parlamentarios a hacer su trabajo de la mejor manera posible» (Avril,
1993). También entre nosotros se han publicado diversos trabajos (Cazorla,
1991; Blanco, 2003; García-Escudero, 2004). Puede decirse que llegó a haber
un cambio en la percepción del significado y función de la Administración
parlamentaria. Un cambio inevitablemente ligado a la propia evolución de la
institución y de sus necesidades crecientemente complejas y muy diferentes
de aquellas que iluminaron el modelo tradicional, en buena medida vigente
hasta nuestros días. La vida interna de las cámaras posee interés. No se trata
de contraponer una formulación técnica de la institución a su caracterización
política. Es que para la consecución de los fines políticos que le han sido enco-
mendados, resulta preciso que disponga de la suficiente cobertura de medios
personales y materiales. La importancia de esta cuestión no es baladí, hasta el
punto de que alguna doctrina ha llegado a hablar de la necesidad de singula-
rizar una función administrativo-parlamentaria que debería revalorizarse. Lo
que resulta evidente, sea cual sea el análisis que se realice, y así lo demuestran
todos los estudios comparados, es que la actividad parlamentaria requiere de
un modelo específico de administración y que la misma resulta de innegable
importancia para el éxito de la labor que tiene encomendada el Parlamento.
El cambio necesario debería proyectarse en una doble dirección. Por un
lado, sobre la oportunidad de interrogarse sobre elementos, instrumentos y
valores de gestión que deben responder a las nuevas demandas sociales. Por
otro, la exigencia de reforzar esas estructuras para fortalecer al Parlamento
como institución. Hoy son pocos los que niegan que la desproporción de me-
dios entre el ejecutivo y el legislativo es una de las causas de su marginalidad
creciente y de la consiguiente erosión de su aprecio por los ciudadanos. En
todo caso, ambas razones confluyen.
Como casi todo, el estudio de la Administración parlamentaria puede rea-
lizarse desde el ser o desde el deber ser. En rigor, un examen debiera preceder
a otro. Enunciar el deber ser solo es posible desde un riguroso conocimiento
del ser. Las páginas que siguen van a centrarse en el deber ser de la Adminis-
tración parlamentaria, apuntando una tensión ideal desde el convencimiento
de que el cambio en las estructuras administrativas del Parlamento debiera ser
solo un acompañamiento inevitable de transformaciones más profundas de la
institución (Bentham, 2006). Sin embargo, y para mejor entender el plantea-
miento que se realiza, es preciso hacer una breve referencia a la evolución de
la Administración parlamentaria.

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