Trabajo y el empleo de las mujeres

AutorMargaret Maruani
CargoDirectora de investigación del Centro Nacional de Investigación Científica, CNRS. Francia.
Páginas156-158

Toda la historia del trabajo femenino es una tensión entre progresos hacia la igualdad, estancamientos y regresiones. Las últimas cuatro décadas del siglo XX se ven marcadas por cambios esenciales respecto a la nueva situación de las mujeres en el mercado laboral. El nuevo equilibrio, dentro de la población activa, entre empleos femeninos y masculinos indica un cambio radical sin precedentes del entorno social contemporáneo.

Margaret Maruani aborda su estudio partiendo de la actividad, el desempleo y el subempleo femenino en Europa. La progresión de la actividad femenina es una tendencia constante y resistente. «Tras veinte años de crisis del empleo, y pese a todas las previsiones, la actividad femenina no deja de aumentar». Esto se debe a cambios estructurales masivos y duraderos entre los que destacan la feminización de la clase asalariada, el desarrollo del sector terciario, las transformaciones de las relaciones de empleo y la incorporación de la mujer a la formación universitaria. Siguiendo las tendencias europeas, el porcentaje de mujeres en el mercado de trabajadores activos varía entre algo más de la tercera parte y casi la mitad de los trabajadores activos. La feminización del mercado laboral europeo también se observa en el incremento de los empleos. Esto justifica que desde los inicios de los años sesenta del pasado siglo el incremento de la actividad femenina es el elemento motor del aumento de la población activa.

La feminización y terciarización de la clase asalariada es una mutación estructural. El peso del sector terciario aumenta en Europa constantemente en los últimos cincuenta años y la mujer se incorpora al mismo de forma masiva y rápida.

Las transformaciones de los comportamientos de actividad representan un cambio radical de las normas sociales. Las trayectorias profesionales de la mujer son continuas y ya no se interrumpen con el nacimiento de los hijos. Las tasas de actividad femenina en constante aumento reflejan la evolución de los comportamientos ante el mercado laboral. Se trata de una ruptura sociológica y es una transformación radical en la relación con el empleo. Es un cambio radical de las normas sociales de la actividad femenina.

Siguiendo datos estadísticos de la Comisión de la Unión Europea vemos que las curvas actuales de actividad femenina ya no son lo que eran hace treinta años. Las curvas de inactividad dominante y de actividad discontinua se han transformado en las denominadas curvas de actividad continua con forma de «U» invertida en los quince países miembros de la UE, aunque en cada país con ritmo diferente.

La escolarización femenina ha significado un despegue decisivo aunque inacabado. La incorporación de las chicas a la escuela y a la universidad -y su éxito escolar- constituye un acontecimiento fundamental del final del siglo XX y es un elemento determinante para explicar el despegue de las mujeres en el mercado laboral. País por país, la progresión de la escolarización y la feminización de la población activa tienen una gran correlación. No obstante, queda por superar la fuerte segregación existente en las trayectorias de enseñanza (las chicas son más numerosas en las carreras de letras y de ciencias humanas; los chicos siguen siendo mayoritarios en las carreras científicas y técnicas) y la incorporación al ejercicio de la actividad profesional en régimen de igualdad.

La autora considera que el trabajo es «un pantano de desigualdades estancadas». El derecho a la igualdad profesional y no discriminación ha ido sustituyendo progresivamente a la idea de protección femenina. La igualdad de derechos se afirma de modo general y extensivo a la igualdad de oportunidades. Además, el Tribunal de Justicia de la Unión Europea ha constituido una jurisprudencia que establece dos principios innovadores: la noción de discriminación indirecta (definida como toda medida «aparentemente neutral que afecta de modo desproporcionado a las personas de un sexo») y a la inversión de la carga de la prueba siendo el empresario el que debe «demostrar que su práctica no es discriminatoria». Sin embargo, el derecho a la igualdad profesional sigue siendo «papel mojado».

Hombres y mujeres no se distribuyen de modo igual en los distintos sectores de la economía. La mayoría de los empleos femeninos sigue concentrada en un pequeño número de profesiones y sectores de actividad. Por ejemplo, en Francia, las seis actividades socioprofesionales más feminizadas agrupan al 61% del empleo femenino. Esta concentración horizontal y vertical sigue siendo una característica predominante de la distribución de los empleos femeninos y masculinos en todos los países de la Unión Europea. Por otra parte, la tradición en las jerarquías de valores, estatutos y salarios ha tenido efectos acumulativos negativos sobre la segregación horizontal y vertical.

La permanencia de los mecanismos de concentración y segregación no ha implicado inmovilismo. Se da al mismo tiempo un mayor número de mujeres cualificadas que acceden a funciones y profesiones tradicionalmente masculinas y también un mayor número de mujeres que ocupan puestos poco o nada cualificados en sectores muy feminizados. El acceso de las mujeres a profesiones superiores ha feminizado algunas de estas profesiones sin que feminización signifique automáticamente desvalorización social de la profesión. La autora se decanta por constatar más una bipolarización que una segregación inmóvil al apreciar que la diferencia crece entre las mujeres y las desigualdades se refuerzan.

La construcción social de las diferencias entre trabajo femenino y trabajo masculino es un proceso que genera la segregación de los empleos, produce desigualdades en la distribución de los puestos profesionales y establece la división sexual del trabajo. El trabajo femenino ha estado en el ángulo muerto de la sociología del trabajo, que se centraba en la figura emblemática del obrero masculino de la gran industria, omitiendo durante años el trabajo femenino. «La división social del trabajo estaba en el centro de la reflexión y la división sexual del trabajo carecía de existencia científica».

El desempleo establece fronteras que la autora analiza bajo las rúbricas de «desigualdades», «incertidumbres» e «inactividad» pues, en general, no está parado o inactivo quien quiere. Respecto a las desigualdades salariales, asistimos a una evolución contradictoria. Sobre las desigualdades salariales globales, hay una mejoría lenta y evidente. Para los bajos y muy bajos salarios, existe una regresión social rápida y oculta.

En el mercado laboral europeo las disparidades entre hombres y mujeres no se limitan a desigualdades profesionales que afectan al trabajo. También se encuentran al abordar situaciones de empleo en cuanto a modalidades de acceso y salida del mercado de trabajo. Es cierto que el desempleo femenino es mayor que el masculino; pero también es más permanente y duradero, menos visible y más tolerado. Las mujeres representan en Europa menos de la mitad de la población activa y más de la mitad de los parados. El exceso de desempleo femenino no se considera como un problema social. La sociedad sigue considerándolo «menos grave e ilegítimo, menos perturbador y preocupante».

Las desigualdades sociales crean incertidumbres añadidas. El desempleo constituye uno de los indicadores de las desigualdades de sexo. Tener un empleo significa tener un salario, un puesto en la sociedad y en la familia; una identidad social. El desempleo femenino indica las dificultades que las mujeres sufren para lograr un puesto en una sociedad en la que el hecho de tener un empleo es un factor primordial. El exceso de desempleo femenino revela la selectividad del mercado laboral y la discriminación social de la mujer.

La inactividad es una convención estadística. Las fronteras entre desempleo e inactividad se establecen en parte por una decisión estadística o por la decisión individual de presentarse como parado o inactivo. Estas opciones se deciden en función de normas sociales existentes y cambiantes.

El subempleo y la precariedad son consecuencias del desempleo. El desempleo es privación del empleo y un medio de presión sobre las condiciones de empleo de todos los que trabajan. Cuando el desempleo invade el mundo laboral aparece la precariedad en el empleo. Las nuevas formas de trabajo que se han configurado en las últimas décadas, especialmente las derivadas del empleo temporal, subempleo y trabajo a tiempo parcial, son selectivas y afectan masivamente a las mujeres.

Margaret Maruani analiza las configuraciones de los mercados laborales europeos que han legislado sobre reducción del tiempo de trabajo y tiempo de trabajo parcial, deteniéndose especialmente en los usos del trabajo a tiempo parcial en Francia. La presión del desempleo y la amenaza de despido son incertidumbres que han disparado el trabajo a tiempo parcial en Francia en las últimas décadas, especialmente entre mujeres trabajadoras. Al no encontrar nada mejor, un número cada vez mayor de desempleadas acepta un empleo a tiempo parcial. El trabajo a tiempo parcia

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