La "subjetividad neoliberal" como conciencia de clase. Una aproximaci

AutorRodr
CargoMONOGR

Sumario: 1. Introducción. 2. Lo que hay tras el "pero". La conciencia del productor de mercancías como atributo productivo. 3. El "pacto socialdemócrata" y el crecimiento del obrero colectivo. 3.1. El "pacto socialdemócrata" y el crecimiento del obrero colectivo. 3.2. La diferenciación de la clase trabajadora en el consumo de valores de uso. 4. Las razones de la conciencia neoliberal. 4.1. El cambio en las condiciones de acumulación y su forma política: la "revolución neoliberal". 4.2. La transformación de la conciencia obrera bajo las nuevas condiciones de acumulación. 5. Conclusiones: la "subjetividad neoliberal" como conciencia de clase. 6. Bibliografía citada.

The "neoliberal subjectivity" as class consciousness. An approach to the evolution of workers' consciousness from the critique of political economy

  1. Introducción

    Frecuentemente, más cerca de la desolación que del entusiasmo, del lamento que del jolgorio, fueron muchas las voces que allá por el último cuarto del siglo pasado certificaron el final de una "narrativa" muy particular, una que había gozado de un enorme potencial e importante prestigio hasta la fecha: la de clase. El marxismo, que había llegado a proveer de una gramática casi universal al menos a las ciencias sociales, pasó a quedar como el culto oficial de un modelo político en decadencia y, poco después, acabado. Quizás fue Foucault (1968: 256) quien con más prematuridad y mordacidad sintetizó un sentimiento que pronto sería hegemónico, aseverando que el "marxismo se encuentra en el pensamiento del siglo XIX como el pez en el agua, es decir, que en cualquier otra parte deja de respirar". Incluso quienes se han resistido a aceptar esa sentencia se vieron obligados a reconocer y, lo que es más importante, tratar de explicar, la caída en desgracia de lo que podemos llamar el factor clasista. Mucho más cerca de los momentos en que escribimos estas líneas, el célebre marxista Terry Eagleton (2011: 158) enfatiza la capacidad del "capitalismo avanzado" para engendrar "imágenes engañosas de una supuesta ausencia de clases". El cómo se genera, prolifera y cristaliza esta imagen, sin embargo, sigue suponiendo un reto para los epígonos de la crítica marxiana de la economía política. Un reto sobre el que trataremos de aportar algo de luz.

    El presente artículo aspira a atender a las transformaciones del modo de producción capitalista que han provocado el colapso de los vínculos de solidaridad obreros y el advenimiento de lo que se ha venido a denominar como "sujeto neoliberal". Para ello comenzaremos por regresar sobre algunas cuestiones directamente vinculadas a las determinaciones que operan sobre la conciencia como atributo productivo de carácter clasista. Tras esto, y como necesario preludio a la discusión sustantiva, es necesario examinar la plasmación de las dinámicas internas del modo de producción capitalista tal y como incidieron sobre la conciencia obrera con anterioridad a la llegada del "neoliberalismo". Por último, se abordará la discusión acerca de la subjetividad neoliberal a tenor de los cambios en el proceso de acumulación contemporánea y en diálogo con la corriente foucaultiana. Durante el camino, nos iremos apoyando en las grandes propuestas terminológicas del pensamiento sociológico--particularmente de las teorías de las clases--para ilustrar, a través de su recepción, las transformaciones acaecidas.

  2. Lo que hay tras el "pero". La conciencia del productor de mercancías como atributo productivo

    En algunos de sus más divulgados fragmentos, Marx comienza por enfatizar la capacidad de agencia del ser humano para, acto seguido, añadirle un "pero" que la determina. Así ocurre en relación a la historia: "Los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su voluntad, bajo condiciones elegidas por ellos mismos, sino bajo condiciones directamente existentes, dadas y heredadas" (Marx, 2015: 39, énfasis añadido). Algo muy similar había escrito poco antes, con Engels, sobre la conciencia: "Los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc., pero los hombres son reales y actuantes, tal y como se hallan condicionados por un determinado desarrollo de las fuerzas productivas y por el intercambio que a él corresponde" (Marx y Engels, 2014: 21, énfasis añadido). En estas oraciones se manifiesta, en yuxtaposición, la contradicción que más adelante y hasta nuestros días se ha traducido en la conformación de dos tendencias diferenciadas en el marxismo. Por un lado, aquella que pone el acento en la capacidad de la humanidad de cambiar sus condiciones de existencia; por otro, aquella que destaca que son estas condiciones las que dan lugar a aquella capacidad. La "corriente cálida" y la "corriente fría", como las llamara Bloch (2004: 252). Resolver el sentido preciso de ese "pero"--empresa que en su amplitud desborda los objetivos de este trabajo (para un desarrollo más amplio en ese sentido, véase Rodríguez Rojo, 2022)--exige, sin embargo, que las formulaciones se concreten históricamente (2).

    El Marx (1970: 37), ya más mayor, que formuló aquella otra máxima que rezara "No es la conciencia de los hombres la que determina la realidad; por el contrario es la realidad la que determina su conciencia", lo hacía ya en condiciones de poder otorgarle a estos enunciados un significado mucho más preciso. A fin de cuentas, el despliegue que tiene lugar en El capital atañe en gran medida a la mente del habitante de la sociedad capitalista; la cual se encuentra subordinada al modo en que se reproduce la vida en esas circunstancias. Con ello nos damos de bruces a examinar el conocido epígrafe sobre el fetichismo de la mercancía: el "carácter fetichista del mundo de las mercancías se origina [...] en la peculiar índole social del trabajo que produce mercancías"; y continúa: "Si los objetos para el uso se convierten en mercancías, ello se debe únicamente a que son productos de trabajos privados ejercidos independientemente unos de otros" (Marx, 2017: 123-24). Si las mercancías adquieren ese carácter místico es porque en ellas se delega la coordinación del metabolismo social que otrora recayese en los vínculos de dependencia personal (Marx, 2017: 226). Gracias a eso se erigen como la relación social predominante, una en la que el individuo que las intercambia, cada uno de ellos, "se refleja a sí mismo como sujeto exclusivo y dominante", a fin de cuentas, libre (Marx, 1971: 183; véase también Iñigo Carrera, 2007).

    Tras introducir estas determinaciones más genéricas de la conciencia en la sociedad mercantil, Marx se detiene en un tipo de conciencia más específica, la del capitalista. Para ser esto último, no basta que una persona se vea como una persona libre, debe ejercitar esa libertad de una manera singular. Para este "vehículo consciente" del movimiento del capital, nos dice, el "contenido objetivo de [... la] circulación--la valorización del valor--es su fin subjetivo, y solo en la medida en que la creciente apropiación de riqueza abstracta es el único motivo impulsor de sus operaciones, fúnciona como capitalista, o sea, como capital personificado" (Marx, 2017: 211-12). Más allá del dinero, un capitalista debe estar dotado de ciertos deseos y aspiraciones, además, claro está, de ciertas cualificaciones, como requisitos para actuar en su condición. Idénticas palabras pueden decirse del obrero asalariado (o trabajador, términos que usaremos indistintamente).

    Gran parte de las preocupaciones que mueven a Marx en sus investigaciones responden, por decirlo llanamente, a lo que el capital coloca en la cabeza del vendedor de fuerza de trabajo. Esto es especialmente patente cuando analiza el paso de la cooperación simple a la manufactura y de esta última a la gran industria (Marx, 2017, sección IV). El problema radicaba en desentrañar la manera en que el desarrollo capitalista ha condicionado el modo en que el obrero moldea su conciencia. El paso del taller manufacturero a la producción maquinizada involucró la supresión de las destrezas que conseguían ligar casi de por vida al operario a una tarea concreta, reduciendo a muchos empleados a la condición de engranajes reemplazables cuando no a recursos desechables por su abundancia; pero a la vez se "rasgó el velo que ocultaba a los hombres su propio proceso social de producción y que convertía los diversos ramos de la producción [...] en enigmas unos respecto a otros" (Marx, 2017: 568; para un desarrollo más pleno de este punto: Iñigo Carrera, 2013; Starosta, 2015). El hecho de que la mente del productor empiece a abrirse paso a través de la división social del trabajo resulta esencial a la hora del desarrollo de relaciones de solidaridad clasistas que--apareciendo como negación de la relación de competencia entre vendedores de fuerza de trabajo--a la postre son de vital importancia para la reproducción de la fuerza de trabajo (Starosta y Caligaris, 2017; Rodríguez Rojo, 2019). En esas condiciones, como explica Engels (Marx y Engels, 1976: 255), la "acción sindical" de "los obreros de todas las ramas" se vuelve una necesidad para "obtener, al menos de forma aproximada, el pleno valor de la fuerza de trabajo".

    A través de este recorrido llegamos a una noción de "conciencia de clase" francamente diferente a la que usualmente ha manejado el marxismo. Clásicamente, se ha usado esa expresión, ciertamente ambivalente, con dos significados distintos y conectados: para hacer referencia a la conciencia que muestra la clase en un momento y lugar, y para las situaciones en que esta última coincide con, y responde a, su "posición" e "intereses" (Lukács, 1985; Schaff, 1973). La materialización de este segundo sentido del concepto, elaborado en relación al estudio de los "tipos ideales de Weber", como reconoce el propio Lukács (1985: 95), se debería derivar del primero mediante la praxis revolucionaria. "A través de esta lucha elemental, incesante, los trabajadores toman conciencia de sí mismos, del papel que juegan en la producción, de sus...

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