Una semblanza de Gonzalo Puente Ojea como pensador crítico

AutorRamón Villanueva Etcheverría
Páginas32-35

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Ésta es una de las raras veces que presenta su obra un compañero de la misma profesión: la diplomática. Importante porque puedo dar testimonio de la coherencia del autor en su vida y en su obra, pues nos conocemos desde hace bastante más de medio siglo y hemos compartido muchas andanzas profesionales y luchas políticas. Como el azúcar, el buen cigarro y los barbudos, Gonzalo es un regalo que nos vino de Cuba, de una de las más bellas ciudades de la isla: Cienfuegos. Huérfano muy niño de un padre cónsul, se encontró en su adolescencia temprana con esa España nacional-católica producto de una Iglesia triunfante de un pueblo que la malquería. El ambiente familiar en que se educó fue el de un catolicismo piadoso pero abierto. De su cristianismo adoptó, desde joven, algo de lo que esta fe proclamaba: «La verdad os hará libres». Y de las tinieblas del nacional-catolicismo que le rodeaba salió en busca de la verdad. Con el poeta (Gu Cheng) hubiese podido decir: «La noche negra me dio ojos negros. Pero yo los uso para buscar la claridad».

Gonzalo pronto percibió que el anticlericalismo de grandes sectores de nuestro pueblo y de los ilustrados tenía su raíz en el desprecio de la Iglesia española por la justicia y su alianza con el poder de las clases adineradas. Hoy describe así el Mito Político de la Religión y la Iglesia, advirtiendo al lector que no puede abordarlo si no tiene siempre presente en su mente: «la naturaleza y la doctrina de ese inmenso organismo de poder que es la Iglesia católica y su nefasta función como freno y adversario pertinaz e implacable de las libertades públicas y privadas de los españoles en su lucha por conquistarlas» (p. 352). Pero, volviendo a los orígenes de la andadura de Gonzalo, muy pronto quiso él ir más allá del anticlericalismo atrapado en las redes de una religión de la que no conseguía desprenderse pese a su crítica de las actitudes políticas y sociales de la Iglesia. Estos anticlericales eran los que se identificaban a sí mismos como «católicos, apostólicos, romanos y anticlericales», pero sin dejar de ser creyentes de viejas fantasías de la mente, con el riesgo añadido de confesar de nuevo la fe que decían haber abandonado, cuando se intuía la proximidad de la muerte.

En su búsqueda de la verdad -acudiendo ya a la ciencia- necesitaba ir más allá: analizar lo que podía haber de verdadero en el cristianismo -su historia, sus dog* Presentación a la obra Vivir en la realidad. Sobre mitos, dogmas e ideologías, realizada el 26 de febrero de 2008, Ámbito Cultural de El Corte Inglés, Madrid.

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Almuerzo en el Palacio de Viana en honor del subsecretario francés de Asuntos Exteriores Francis Gutmann, 1984

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