La república y el problema de la representación política

AutorJosé Luis Martí
Cargo del AutorProfesor de Filosofía del Derecho - Universidad Pompeu Fibra
Páginas215-273
CAPÍTULO VI
LA REPÚBLICA Y EL PROBLEMA
DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
«Todos los hombres son iguales en el Gobierno repu-
blicano, así como en el despótico: en el primero porque
lo son todo, en el segundo porque no son nada».
MONTESQUIEU, Del espíritu de las leyes, 1748.
En el capítulo anterior, al analizar los diversos argumentos en favor de
la democracia deliberativa, constatamos la presencia de una cierta ten-
dencia al elitismo político democrático dentro de este modelo, especial-
mente vinculada con las justificaciones epistémicas del mismo. Vimos tam-
bién que la forma habitual de hacer compatible dicha tendencia al elitismo
con la idea general de democracia era recurriendo a las estructuras de la
representación política. Ahora bien, no toda defensa de la representación
es necesariamente elitista. De hecho, actualmente nadie cuestiona la nece-
sidad de contar con instituciones y órganos representativos y, por tanto, se
ha renunciado a la utopía de que todos los ciudadanos puedan participar
directamente en todos los procesos de toma de decisiones. Así que si que-
remos contrarrestar la tendencia al elitismo deberemos ser capaces de dar
cuenta de cómo encaja la representación política en el modelo general de
la democracia deliberativa y, sobre todo, de cómo podemos pensar dicha
representación política de un modo que requiera una mayor implicación
por parte de la ciudadanía y evite las tentaciones del elitismo, sin por ello
perder aquello que la deliberación democrática tiene de valioso.
216 JOSÉ LUIS MARTÍ
1No hay ningún aspecto del modelo deliberativo que obligue a inclinarnos por una de estas
dos concepciones de la representación, sino que las dos interpretaciones son posibles. Véase KNIGHT
y JOHNSON, 1997: 289. De modo que mis argumentos en favor de la concepción republicana no
pueden ser únicamente conceptuales.
2Utilizo «representativa» y «participativa», como hace Carole PATEMAN, 1970: 28, para seña-
lar que una de estas concepciones entiende que la toma de decisiones políticas debe estar limitada
a los órganos representativos, mientras que la otra apuesta por abrir nuevos y más profundos espa-
cios de participación ciudadana directa que puedan complementar a los tradicionales y represen-
tativos, y concibe la representación de una forma más permeable a la auténtica voluntad de los
ciudadanos.
3Es obvio que aquellos que consideran la representación como un mal menor necesario,
dadas las características de nuestras sociedades modernas, también la consideran valiosa o desea-
ble en algún sentido, aunque sólo sea porque es el único mecanismo que nos permite acercarnos
En este capítulo pretendo abordar el análisis de la idea de representa-
ción política presentando sus dos concepciones principales, que bautizaré
como concepción elitista y concepción republicana de la representación.
Veremos cómo cada una de estas concepciones determina a su vez una
concepción también distinta de la democracia deliberativa, con conse-
cuencias importantes no sólo en el diseño institucional sino en la inter-
pretación profunda del modelo democrático, una con un carácter marca-
damente representativista, y la otra con ideales mucho más participativos1.
Ello nos permitirá comprender la razón de ser y los principales rasgos del
modelo político que quiero defender en este libro, que es el propuesto por
una de las dos concepciones mencionadas, y el que da nombre al propio
libro: la república deliberativa. Reservo para el final del capítulo el aná-
lisis y la respuesta a dos objeciones ulteriores que se han presentado contra
la democracia deliberativa, identificadas con los argumentos de la división
del trabajo y del coste de la deliberación, y que en realidad se dirigen
contra la perspectiva republicana de la misma.
Hasta ahora me he referido siempre a un modelo unitario de demo-
cracia deliberativa, y he intentado esbozar sus principales tesis mante-
niendo, en la medida de lo posible, la neutralidad respecto a cualquier
punto de divergencia interna. Sin embargo, y aunque esto no ha sido apenas
advertido por la literatura, en realidad conviven al menos dos concepcio-
nes del modelo con ideas filosóficas distintas y modelos políticos diver-
gentes. La principal diferencia práctica entre la concepción elitista y la
concepción republicana de la democracia deliberativa tiene que ver, como
ya he dicho, con la noción de representación y se refiere al tipo y grado
deseables de participación directa, más o menos difusa, de los ciudada-
nos en los procesos de toma de decisiones. Es importante insistir en que,
aunque en algunos momentos me referiré a la concepción elitista como la
que tiene una perspectiva fuertemente representativa de la democracia y a
la republicana como una teoría fuertemente participativa 2, en realidad
nadie ha cuestionado la idea de representación, que es considerada nece-
saria y hasta valiosa 3, ni defendido en su lugar un modelo de democracia
LA REPÚBLICA Y EL PROBLEMA DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA 217
al ideal democrático en las circunstancias actuales. No obstante, cuando digo que algunos auto-
res conciben la representación como deseable me refiero a que encuentran efectos más positivos
que éste.
4No me ocuparé ahora de esta posición puesto que nadie la ha defendido dentro de la lite-
ratura.
5Mostrar la existencia de estas dos concepciones distintas de la democracia deliberativa nos
servirá, además, para deshacer una confusión muy común. No es cierto, contra lo que algunos han
supuesto, que la democracia deliberativa sea un ideal eminentemente comprometido con una con-
cepción participativa de la democracia. Véase, como ejemplo de esta asimilación, LAPORTA, 2000.
directa. Quien lo hiciera estaría defendiendo una concepción populista
ciertamente no compatible con el republicanismo 4. Por ello es necesario
partir de un análisis más general sobre esta idea de representación. Final-
mente, insisto en que la distinción entre estas dos concepciones de la demo-
cracia deliberativa ha pasado desapercibida para la mayoría de teóricos del
modelo, razón por la cuál se han oscurecido algunas discusiones impor-
tantes, además de empobrecer la identificación de los fundamentos filo-
sóficos del mismo 5.
1. EL PROBLEMA DE LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
«Haciendo una cuenta más concreta y efectiva, la compo-
sición del Consejo era más o menos la siguiente: treinta seño-
res de la burguesía, cinco nobles, quince curas y diez hombres
del pueblo. En la primera reunión para nombrar los cargos, el
barón Graziano resultó electo presidente con 49 votos favora-
bles y 11 abstenciones; para los demás cargos fueron elegidos
el canónigo Mantia, con 37 votos; el boticario Napoli, con 36;
el barbero Vitanza, con 44; y don Cecé Melisenda, que obtuvo
59 votos. Resultados que, si se los mira con la intención de
darles un significado político o de intereses, se corre el albur
de no entender nada; yo que conozco el pueblo, me la jugaría
a que al barón no le votaron los nobles, ni el canónigo tuvo
los votos de los curas, ni la gente del pueblo votó al barbero,
etcétera. Con franqueza, la unanimidad obtenida por don Cecé
lo explica el hecho que era considerado un cero a la izquierda:
todo bondad y misas cantadas».
Leonardo SCIASCIA, «El quarantotto»,
en Los tíos de Sicilia, 1958.
Como he dicho, me propongo identificar dos concepciones distintas
de la representación política con la intención de mostrar que se encuen-
tran en la base de la distinción entre las dos concepciones básicas de la
democracia deliberativa: una elitista y la otra republicana. Para ello ten-
dremos que retroceder un poco hasta el análisis más general de la repre-
sentación política.

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