Relaciones intergeneracionales, demografía y economía en relación con las pensiones.

AutorFernández Cordón, Juan Antonio

Intergenerational relations, demography and economy in relation with pensions.

SUMARIO: Introducción. 1. Los intercambios entre generaciones. 2. Los determinantes demográficos de los sistemas de pensiones. 3. La economía también cuenta. 4. Conclusión. 5. Anexo técnico. 6. Bibliografía.

Introducción

Robinson Crusoe hubiera tenido que reservar físicamente para su vejez una parte de lo que pudiera producir en su isla durante sus años válidos. Algo difícil, por no decir imposible, y que, probablemente, hubiera supuesto el deterioro de buena parte de lo eventualmente almacenado. Pero si hubiese naufragado con uno o dos meses de edad, su supervivencia hubiese sido totalmente imposible. La existencia de un individuo aislado es inimaginable y por ende no puede servir de referencia para explicar comportamientos. Cada persona pasa por un período de dependencia, la infancia, hasta que es capaz de producir, etapa durante la cual aprende a conocer su entorno e integrarse en el sistema productivo del momento. Su vida acaba con una etapa, más o menos larga, de incapacidad para el trabajo, la vejez, en la que también depende de los demás. Entre estos dos extremos, los adultos producen y se reproducen. Las modalidades por las cuales las personas consiguen que una parte de lo que producen durante su vida activa sirva para satisfacer sus necesidades cuando son dependientes, siempre apoyadas en la organización social, han variado en el tiempo, en función sobre todo del nivel de producción y de las formas sociales dominantes en cada época. Todas se basan necesariamente en la colaboración de generaciones sucesivas que conviven, con edades diferentes, en un mismo momento. Los sistemas de pensiones representan una solución relativamente reciente a una parte del problema y su análisis debe realizarse en ese marco.

El debate actual sobre la viabilidad de los sistemas públicos de pensiones y las reformas que, en los países de la Unión Europea, van progresivamente alterando sus bases y su cobertura, se apoyan sobre todo en la evolución demográfica proyectada. Los planteamientos son en apariencia sencillos, aunque más bien podrían calificarse de simplistas, en la medida en que aíslan artificialmente el problema, tratado exclusivamente desde una óptica contable y actuarial. En realidad, las pensiones no son más que una pieza del engranaje que forma nuestro sistema social para hacer frente a la dependencia, en el que se imbrican inextricablemente las dimensiones demográficas y económicas, y cuya misión es contribuir a la continuidad del sistema social y productivo. Sin embargo, el análisis económico dominante, y la práctica capitalista, ignoran ampliamente la exigencia de sostenibilidad de la interacción entre sociedad y naturaleza. Los costes que aseguran la continuidad, tanto de la reproducción de las personas y de las estructuras sociales como de nuestro entorno físico y nuestros recursos naturales, no suelen ser tenidos en cuenta, o no suficientemente. Una parte del crecimiento económico, tan mal repartido además, se produce en detrimento de esa continuidad.

Los intercambios intergeneracionales que están en la base de cualquier sistema de asunción de los dependientes poseen características constantes, cualesquiera que sean sus modalidades, aunque sus formas concretas de organización están muy condicionadas por el régimen demográfico y económico. No se plantean los mismos mecanismos en una población estacionaria de alta mortalidad, en la que también la economía es estacionaria, que en una población madura que ha alcanzado niveles altos de esperanza de vida y, sobre todo, durante los períodos de transición, de cambio o de crisis.

  1. Los intercambios entre generaciones

    El término "generación" cubre significados dispares según los ámbitos de uso (Attias-Donfut, 1988). Existe una definición estricta utilizada por la demografía, como conjunto de personas nacidas el mismo año, pero se llama generación también a cada uno de los grupos de edad definidos por su posición en el ciclo vital, que es también el ciclo de la reproducción y de la producción. La generación de los hijos, o niños, en la que se encuentran los que todavía no son ni económicamente activos ni reproductores; la generación de los adultos dedicada a la reproducción y a la producción y la generación de los mayores que han dejado de ser económicamente activos. Los límites de estas generaciones son imprecisos y cambiantes, según las circunstancias históricas. La división por edades de una población reproduce estos grupos, con fronteras que se han modificado a lo largo de la historia. Actualmente, en los países desarrollados existe una edad antes de la cual queda prohibido trabajar (16 años en España) y una edad antes de la cual no es posible jubilarse dentro del sistema público de pensiones que ha sido, hasta 2013 (1), de 65 años con algunas excepciones y ciertas modalidades de flexibilidad.

    El consumo de los que no se encuentran capacitados para producir se apoya en intercambios entre generaciones, basados en la reciprocidad. Esta no sigue el principio de equivalencia estricta que rige en el mercado, aunque sí existe una contrapartida, al menos a largo plazo y de una importancia comparable a lo recibido. Los intercambios basados en la reciprocidad suponen la pertenencia a un grupo social al que se atribuye estabilidad temporal y requiere una cierta confianza, facilitada por la continuidad de las relaciones entre los que han recibido y los que esperan una contrapartida (Oltsen, 2004:169). Se trata de una norma y una práctica sociales claves para el funcionamiento social (IESS, 2008).

    Hay que subrayar que la reciprocidad intergeneracional no implica nunca una dación sin contrapartida. En nuestro caso es una forma de organizar la supervivencia en los períodos del ciclo vital en los que el individuo no puede valerse por sí mismo. Aunque cada individuo produzca al menos lo que necesita para consumir a lo largo de toda su vida (incluyendo la niñez y la vejez), le es imposible transferir de la edad adulta hacia su propia infancia y extremadamente difícil, en la práctica imposible, hacerlo hacia la vejez, sin contar con un entorno social y unas estructuras e instituciones adecuadas. El modelo más eficiente involucra a tres generaciones sucesivas, en una cadena sin fin. Cada generación recibe dos veces, en su infancia, de la generación anterior, la de los padres, y en su vejez, de la generación posterior, la de los hijos. Como contrapartida, cada generación contribuye también dos veces: para el sustento de los mayores de la generación anterior y para el de los niños de la generación posterior. Las tres generaciones que intervienen en los intercambios se combinan dos a dos en una relación recíproca mediante un flujo descendente de padres a hijos pequeños, cuya contrapartida es un flujo ascendente de hijos a padres mayores. El grupo familiar ha sido tradicionalmente el marco en el que se han organizado estos intercambios recíprocos, y su papel sigue teniendo todavía una gran importancia. La reciprocidad intergeneracional se concreta como derecho de los niños y de los mayores a una parte del producto de los adultos, en cada momento.

    [FIGURA 1 OMITIR]

    La imposible cobertura de los propios períodos de dependencia se resuelve, mediante el grupo familiar, estableciendo un reparto de lo que producen los adultos entre todos los miembros de la familia (Fig 1). En la larga historia de la humanidad, se organizó primero la crianza de los hijos. Sin duda porque representaban una fuerza de trabajo necesaria, aprovechable a una edad muy temprana. En las sociedades que vivían bordeando el mínimo de subsistencia, los ancianos que ya no podían trabajar no tenían derecho a seguir viviendo. Existieron sin duda costumbres y normas, aceptadas por los propios viejos, que obligaban a abandonar a los mayores cuando ya no podían participar en la producción, y simplemente mantenerlos en vida se tornaba una carga insoportable, como cuenta Jack London en su famoso cuento "Ley de vida" (London, 1901) o se ve en la "Balada de Narayama", film de 1983 del japonés Shohei Imamura. El imperativo de mantener a los viejos solo puede surgir en sociedades con excedente, amparado generalmente en que los más ancianos conservan cierto valor para la reproducción social -la transmisión oral del conocimiento, por ejemplo- o ejercen algún poder. Puede decirse que la obligación de mantener a los mayores improductivos es una de las primeras señales de que las sociedades emprenden el camino de civilización que lleva hasta hoy. A partir de entonces, se altera la relación con la propia muerte y se inicia el largo recorrido que, apoyado en el aumento continuo de la longevidad, conduce al concepto actual de individuo y explica en gran medida los progresos materiales y sociales realizados. La transformación de la necesaria reciprocidad intergeneracional en solidaridad familiar es sin duda una de las innovaciones sociales más fundamentales. A ella están ligadas instituciones tan relevantes como el parentesco y la emergencia de relaciones afectivas o basadas en la moral, situadas fuera del ámbito económico.

    La lógica económica de la protección de la vejez se fundamenta en la relación entre consumo y producción a lo largo de la vida: lo producido durante el período activo debe superar el consumo de ese período para cubrir las necesidades de los años de dependencia, además de permitir amortizar el capital utilizado en el proceso productivo. Más allá, el excedente puede dedicarse a la mejora del consumo y a la inversión en innovación e incremento de la productividad económica. A medida que ha ido aumentando la productividad del trabajo, se ha ido retrasando la edad de entrada en actividad para ofrecer un período de formación cada vez más largo, factor determinante a su vez del aumento de la productividad. También se ha adelantado la edad de cese de la actividad para permitir un cierto disfrute de tiempo libre a los trabajadores, en...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR