Licencias parentales y política social de la paternidad en España.

AutorFlaquer, Lluís

Parental leave and the social politics of fatherhood in Spain

SUMARIO: Introducción. 1. El impacto diferencial de la paternidad y la maternidad sobre el empleo. 2. Permisos y licencias de paternidad. 3. El sistema español de excedencias y prestaciones para el cuidado de hijos y familiares. 4. Análisis empírico de datos sobre el uso de licencias de paternidad y de maternidad percibidas por el padre. 4.1. Construcción de un indicador para estimar el uso de los permisos de paternidad y de maternidad disfrutados por padres. 4.2. Evolución y distribución territorial de las tasas de uso de las prestaciones de paternidad y maternidad percibidas por el padre. 4.3. Análisis de correlaciones sobre posibles factores que inciden en el uso de los permisos. 5. Conclusiones. 6. Bibliografía.

Introducción

En los últimos años las pesquisas sobre la política social de la paternidad han ido ganando terreno en la agenda de investigación social (Cabrera & Peters, 2000; Hobson, 2002; O'Brien, 2004; Marsiglio & Roy, 2012), fruto del interés creciente sobre la institucionalización de los modos de articulación entre familia, Estado de bienestar y mercado laboral y de la constatación de que la implicación paterna en el cuidado de los hijos es un factor clave tanto para lograr una mayor igualdad de oportunidades entre mujeres y hombres como para mejorar el nivel de bienestar infantil (Bjornberg & Kollind eds, 1996; Fusulier & Marquet, 2007; Wilson & Prior, 2011; Martial, 2012; Flaquer, 2013). En España existe una buena tradición de investigación sobre estas temáticas, que se remonta a años atrás y recientemente se advierte un renovado interés por la cuestión (Meil, 1997 y 2011; Valiente, 1997 y 2005; Alberdi y Escario, 2007; Lapuerta, Baizán & González, 2011; Escobedo, Flaquer & Navarro, 2012; Salazar, 2013).

La construcción social de la maternidad y su articulación institucional con las políticas sociales ha sido extensamente estudiada sobre todo desde la década de los años noventa del siglo pasado (Leira, 1992; Lewis, 1992, ed 1997 y 2006; Orloff, 1993, 1996 y 2009; Pfau-Effinger, 2004 y 2005). El papel de los padres como proveedores económicos se ha dado históricamente por sentado y sólo recientemente se están llevando a cabo investigaciones sobre su contribución a las familias como cuidadores. Si bien el modelo familiar del sustentador universal se ha convertido en eje referencial de las políticas familiares y sociales actuales, todavía hay una clara ambivalencia en torno a las medidas aplicadas para lograr la igualdad de oportunidades entre las madres y los padres. Con la excepción de los países nórdicos, hay escasas evidencias de convergencia hacia un modelo de familia basado en dos sustentadores a tiempo completo por más que se hayan registrado avances significativos hacia una dedicación más equilibrada y menos desigualitaria de hombres y mujeres al trabajo remunerado. El análisis empírico revela un importante progreso hacia la individualización en la medida en que las políticas sociales promueven y valorizan la agencia y la autosuficiencia individual y externalizan fuera de la familia una parte de la atención a la infancia. Sin embargo, también se advierte la persistencia de un renovado familiarismo. Más que un avance inequívoco hacia un modelo de trabajador individualizado, se está fomentando una familia de doble sustentador con una cierta especialización de género, que estaría a mitad de camino entre las antiguas dependencias y la nueva 'independencia.' (Lewis et al, 2008; Daly, 2011). Así, en general, las madres acceden en mayor medida y con relativa mayor facilidad que los padres al uso de las licencias parentales remuneradas o a la posibilidad de adaptar horarios de trabajo flexibles, en interés de los hijos, excepto en el sector público donde la cultura laboral promueve una mayor igualdad de género.

Si bien es cierto que las responsabilidades familiares paternas en el ámbito de la parentalidad se reconocen cada vez más en la mayoría de los países, la transición hacia el nuevo modelo de sustentador (y cuidador) universal requiere una reorganización fundamental de los Estados de bienestar. Sólo en la medida en que se capacite y promueva la participación de los hombres en el cuidado no remunerado en un nivel similar al de las mujeres, sobre todo a partir de la crianza de los hijos pequeños, se podrá mejorar la igualdad de género y la calidad de los vínculos entre padres e hijos, posibilitando la construcción de una nueva paternidad. La introducción y extensión de cuotas paternas en los sistemas de licencias parentales y la monitorización de su uso por parte de los padres se ha convertido en un referente simbólico, como indicador de este proceso y medida de política social ampliamente reconocida y estimulada en el ámbito de la Unión Europea (Leira, 1998; Kamerman & Moss, 2009). Los resultados de diversas investigaciones han mostrado ya evidencias de que las licencias paternales contribuyen a un cambio decisivo en el desarrollo de unas nuevas pautas de paternidad (Duvander & Jans, 2008; O'Brien, 2009; Brandth & Kvande, 2009).

En el año 2007, en España se amplió y reformuló el sistema de licencias parentales, y en particular el permiso de paternidad, en el marco de una ley orgánica de igualdad de oportunidades entre hombres y mujeres (Escobedo, 2008). Reuniendo resultados de diversas investigaciones realizadas desde entonces (Escobedo, Navarro y Flaquer, 2008; Escobedo, 2009; Escobedo, Flaquer y Navarro, 2012), el presente artículo se suma al proceso de evaluación del sistema español de licencias parentales, desde la perspectiva de su contribución relativa a la construcción de unas nuevas paternidades y a una nueva política social de la paternidad en nuestro país.

  1. El impacto diferencial de la paternidad y la maternidad sobre el empleo

    El nacimiento de un primogénito constituye una encrucijada en la trayectoria laboral de cada individuo, en la que padres y madres toman decisiones en un contexto de condicionantes institucionales e itinerarios social y culturalmente modelados de forma distinta para ambos sexos. Esta encrucijada se expresa y resuelve de forma diversa en los países de la Unión Europea, según sus tradiciones de política social, de regulación laboral y en materia de servicios de atención y educación infantil.

    El tránsito a la paternidad se asocia con la consolidación del estatus profesional del hombre y de su rol de proveedor de recursos salariales al hogar. En cambio, el acceso a la maternidad se asocia con una intensificación del rol de cuidadora de la mujer en el ámbito doméstico que puede afectar en menor o en mayor medida a la esfera profesional, de forma coyuntural o estructural. Esta especialización de roles en términos de género tiende a producirse tras el nacimiento de un primer hijo y durante los primeros años de vida de éste hasta que se normaliza la participación de los pequeños en la educación infantil y se supera la fase de pequeñas enfermedades frecuentes propias del proceso de maduración de los niños. La afectación temporal de la dedicación de la mujer al empleo depende fuertemente de la calidad y las políticas de servicios de atención y educación infantil, pero también de la implicación paterna en las tareas de cuidado. Lo cual también depende del nivel educativo de la madre: a mayor nivel educativo los diferenciales de género se reducen en intensidad y en duración.

    Tomando como referencia la Encuesta Europea de Condiciones de Vida de 2006, en el conjunto de la Unión Europea la mitad de los menores de tres años son cuidados en casa de forma exclusiva por sus progenitores. La atención parental es básicamente materna y dominante durante el primer año, o año y medio de vida, de forma más o menos protegida mediante los sistemas nacionales de licencias maternales y parentales (Escobedo, 2009). Por otro lado, una cuarta parte de los menores de tres años reciben una atención y educación infantil formalizada, con proporciones que oscilan entre tres cuartas partes de los menores de 3 años en Dinamarca y menos del 5% en países como la República Checa o Polonia (Eurostat, datos 2005-2010). La cuarta parte restante de estos niños pequeños son atendidos mediante arreglos informales--canguros o asistentas retribuidas--o bien mediante ayuda familiar no retribuida. En España la atención parental exclusiva es menor (41% en 2006), mientras que la cobertura de los servicios infantiles formales asciende en torno a 4 de cada 10 menores de 3 años, por encima de la media de la UE, aunque esta proporción presenta una gran variabilidad por Comunidades Autónomas, como efecto de la diversa regulación y financiación pública de estos servicios.

    La reducción de la dedicación al empleo se instrumenta de forma diversa: licencias más o menos retribuidas que protegen un tiempo de cuidado, en el contexto del empleo, pautando la reincorporación al trabajo; reducciones voluntarias y reversibles de la jornada de trabajo, o involuntarias si se producen en un contexto de falta de elección e irreversibilidad; episodios de desempleo remunerado; o bien finalmente mediante la inactividad, es decir mediante la exclusión del sistema contributivo de protección social.

    [GRÁFICO 1 OMITIR]

    Utilizando el Indicador 18.A5, extraído del compendio de indicadores para hacer un seguimiento de las directrices de empleo elaborados por la Comisión Europea con datos de la Encuesta Europea de Población Activa (EU-LFS) se puede estimar el impacto de la maternidad y de la paternidad sobre las tasas de empleo (1). Según se puede observar en el Gráfico 1, ese impacto no sólo es distinto para hombres y mujeres sino que las diferencias entre España y la media europea son bastante significativas. Mientras que en el período considerado 2000-2009 se produce una convergencia entre España y la media de la UE15 en relación con el indicador sobre el impacto de la paternidad, cuya tendencia refleja en España una cierta reducción de la intensificación del...

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