La incidencia del salario minimo interprofesional en sectores de bajos salarios.

AutorBanyuls Llopis, Josep

The incidence of minimum wage in low paid activities

SUMARIO

1. Introducción 2. El marco de análisis 3. La política del SMI en España 3.1. El SMI y la política del Gobierno 3.2. Salario mínimo interprofesional, actores sociales y negociación colectiva 4. Salario mínimo interprofesional y su incidencia en tres sectores de bajos salarios 5. Conclusiones 6. Referencias bibliográficas

Introducción

En los últimos años en el contexto de la Unión Europea se han reavivado las discusiones sobre el salario mínimo (SM) y éste vuelve a ser un tema incluido en las agendas de algunos gobiernos. Buena muestra de ello es, por ejemplo, su implementación en Irlanda a partir del año 2000, o su re-introducción en 1999, después de la retirada en la década de los ochenta, en el Reino Unido. También en Austria se ha introducido un SM nacional fijado en convenio colectivo. En Alemania y Suecia, países en los cuales el SM se fija, en su caso, a través de la negociación colectiva, el debate sobre la conveniencia de instaurarlo para todos los sectores productivos ha tomado fuerza recientemente. Detrás de ello se encuentra el aumento del número de perceptores de bajos salarios en Alemania y las consecuencias del Caso Laval en Suecia.

España tampoco ha sido ajena a estas tendencias. El gobierno elegido en el año 2004 se propuso incrementar significativamente el Salario Mínimo Interprofesional (SMI) para recuperar la pérdida de poder adquisitivo que habían tenido en los años anteriores los perceptores de esta renta y conseguir que éste llegara a representar el 60% del salario medio. Para ello el gobierno adoptó dos medidas. Una fue crear un indicador diferenciado para la fijación de rentas sociales (el IPREM), de manera que los incrementos del SMI no tuvieran incidencia sobre las cuentas públicas. La otra medida adoptada consistió en aprobar aumentos del SMI por encima de la evolución del IPC hasta conseguir el objetivo cuantitativo fijado. No obstante, este objetivo al final no se ha cumplido dada la desaceleración de los incrementos desde el año 2009.

Aunque el salario mínimo se relaciona también con otros objetivos como por ejemplo reducir el empleo informal, aumentar la participación en el mercado de trabajo o reducir la dispersión salarial entre hombres y mujeres, el objetivo último es mejorar la situación de los que reciben los salarios más bajos. Es un instrumento que, en última instancia, tiene como función principal fijar un suelo salarial que asegura un ingreso mínimo y que, cuando se incrementa, en principio presionará al alza sobre los salarios más bajos mejorando los ingresos de sus perceptores. Y este es precisamente el objetivo de este artículo: valorar si el incremento tan significativo del SMI de los últimos años ha tenido alguna incidencia en los puestos de trabajo que se encuentran en la parte inferior de la escala salarial.

Desde nuestro punto de vista el salario mínimo es un elemento más de las instituciones que inciden en la fijación de salarios en una economía y su análisis no puede realizarse desligado del modelo de relaciones laborales y de las políticas públicas en materia laboral. Desde esta perspectiva, por lo tanto, los aumentos del salario mínimo inciden de alguna manera en la dinámica de la negociación colectiva y las estrategias de los actores sociales en la fijación salarial. Con estas premisas intentamos responder a la cuestión de si los fuertes incrementos del SMI han tenido efectos en los perceptores de ingresos más bajos y también si se han modificado las estrategias de los actores en la negociación colectiva.

Para responder a estas cuestiones necesariamente hay que remitirse al estudio concreto de sectores de actividad y al análisis de los mecanismos de fijación salarial en la negociación colectiva. Obviamente, es en los sectores de bajos salarios, y dentro de estos sectores en los puestos de trabajo situados en la parte inferior de las categorías profesionales, donde más fácilmente podemos encontrar un posible efecto del SMI en la mejora de las rentas. Para ello se ha analizado tres sectores concretos de actividad y en los que claramente los niveles salariales son bajos: comercio al por menor, hostelería y limpieza de locales y edificios.

Estos aspectos adquieren más relevancia en el contexto de las reformas laborales que están teniendo lugar en la economía española en la actualidad. La crisis económica ha puesto en primer plano la contención salarial y la reforma de la negociación colectiva como vías para salir de la crisis. La desregulación continua a la que asistimos desde la década de los ochenta y que la crisis actual no ha hecho más que intensificar, amplia todavía más el campo de acción empresarial para deprimir los salarios. La experiencia de Alemania indica que sin un suelo salarial los ingresos de los trabajadores y trabajadoras pueden disminuir significativamente si no existe una fuerza sindical capaz de limitar esta tendencia. En el caso de España, el bajo nivel que alcanza el SMI, la existencia generalizada de suelos salariales en todos los convenios colectivos que en la práctica funciona como un SMI sectorial y la tendencia desreguladora de la negociación colectiva plantean la necesidad de una reflexión sobre el papel que a medio plazo puede jugar en este escenario la regulación pública fijando un salario mínimo.

En las páginas que siguen reflexionamos sobre estas cuestiones. Para ello, en primer lugar analizamos las tendencias recientes y el papel del salario mínimo en el contexto europeo, junto con la política del salario mínimo interprofesional en España en los últimos años. En una segunda parte se aborda su papel en la negociación colectiva para, finalmente, estudiar con más profundidad su relevancia en tres sectores de bajos salarios.

2. El marco de análisis

Desde la perspectiva económica convencional se considera que la flexibilidad salarial es el aspecto clave que permite el equilibrio entre la oferta y la demanda en el mercado laboral. También se supone que el salario de cada persona depende de su aportación al proceso productivo y que su remuneración, por lo tanto, está en función de su productividad. En este escenario el salario mínimo no es más que una traba que entorpece el funcionamiento del mecanismo de ajuste del mercado. Mientras el SM esté por debajo del nivel hipotético del salario de equilibrio competitivo no tendrá ninguna incidencia en el funcionamiento del mercado laboral. Pero si en un momento dado su nivel es superior al salario de equilibrio tendrá un efecto destructor de empleo, principalmente entre la mano de obra con baja productividad (1) (OECD 2009).

Sin embargo, y frente a estos planteamientos de la perspectiva económica convencional, desde finales del siglo diecinueve se ha establecido en la mayoría de países algún tipo de regulación que determina un suelo salarial y que garantiza unos ingresos mínimos para las personas con un empleo asalariado. Este nivel salarial, que representa el nivel más bajo de remuneración permitido y que no puede ser recortado a la baja, con independencia del método de remuneración y de la cualificación que posea la persona, está fijado por las autoridades o, en su caso, en la negociación colectiva (ILO 1992:10).

La existencia de un nivel mínimo de ingresos garantizado es un reconocimiento de que el mercado laboral presenta un desequilibrio de poder estructural entre capital y trabajo (Schulten 2006) y que sin una regulación mínima algunos sectores productivos se verían abocados a recortes salariales continuos y una parte de la población asalariada vería disminuir continuamente sus ingresos. El sentido sociopolítico del SM es evidente si consideramos la idea de salario justo. No es extraño, por tanto, que la Organización Internacional del Trabajo tenga dos convenciones (convención no. 26 establecida en 1928 y la no. 31, establecida en 1970) (ILO 1992) que confieren al SM el papel de norma laboral universal.

Aunque el objetivo central del SM como instrumento de política laboral es la redistribución de ingresos a favor de los colectivos que reciben bajos salarios, normalmente a lo largo del tiempo se ha asociado con otros objetivos, como por ejemplo la mejora de la protección social, disminuir las desigualdades de género, favorecer la inserción laboral, etc. (ver por ejemplo Freeman 1994, Freeman 1996, Rubery 2003, Rodgers y Rubery 2003).

En los objetivos asociados al SM que acabamos de señalar los aspectos instituciones que regulan el funcionamiento del mercado laboral condicionan sus posibles efectos como instrumento de política laboral. Aspectos como por ejemplo el modelo de negociación colectiva, las estrategias y objetivos de los actores, la capacidad de control sobre la aplicación efectiva de las medidas, las prácticas de gestión laboral, entre otros, van a determinar el resultado final del SM. De hecho la incidencia del salario mínimo no se puede separar del modelo de relaciones laborales de cada país. En general se señala que en los casos en los cuales la negociación colectiva es institucionalmente fuerte (actores bien organizados, elevada coordinación de la negociación y altas tasas de cobertura de la misma) no suele haber salario mínimo para el conjunto de la economía y los niveles mínimos salariales están fijados en la negociación. Sería el caso por ejemplo de Alemania, los países escandinavos y Austria. Por el contrario, se señala también que normalmente el SM general se encuentra en países con instituciones de negociación colectiva y organización de los actores sociales débil (European Commission 2008).

Sin embargo en la práctica estas afirmaciones generales no se cumplen con mucha exactitud y encontramos contraejemplos en ambos casos. Más que tipologías cerradas lo que explica los niveles del SM en los distintos países es un conjunto de aspectos que está relacionado con las estrategias de los actores y sus actuaciones en la negociación colectiva y los acuerdos sociales (Grimshaw y Rubery 2010). En un...

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