La familia migrante y sus redes

AutorNicolás Bajo Santos
CargoReal Centro Universitario «Escorial-María Cristina» San Lorenzo del Escorial
Páginas689-712

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I Introducción

El progresivo crecimiento de la inmigración en España me mueve a seguir publicando algunos capítulos de mi investigación cualitativa sobre los dominicanos en la ciudad de Nueva York1. Los temas abordados, hace apenas una década, pueden ser útiles para estudios de características similares que sin duda resultan cada día más necesarios en nuestro país. El capítulo elegido para este artículo tiene que ver con el hecho, bastante común en los procesos migratorios, de la activación de los vínculos familiares para enfrentarse a los diferentes retos de la emigración. Ésta, en efecto, suele ser en muchos sentidos, como vamos a intentar mostrarlo, un asunto familiar, con la complicidad de otros «conocidos y amigos», creando auténticas redes activas de parentesco o, dicho de otro modo, verdaderas cadenas migratorias.

El término «red» puede sugerir alguna relación de nuestro estudio con los de John Barnes2 y el más conocido de Elizabeth Bott3; o con los muchos que se inspiraron en ellos4, en particular aquellos que se Page 690 ocuparon de grupos migratorios5. Quiero aclarar, sin embargo, que dicha relación es muy parcial en cuanto al contenido, y prácticamente inexistente en cuanto a la perspectiva. Mi análisis aquí, en efecto, se reduce a las relaciones de la familia migrante con los parientes o familiares. De sus relaciones con los amigos y con otras personas o grupos sociales me ocupo en otro capítulo de la investigación. Por otro lado, mi interés no radica tanto en describir la «morfología» de estas relaciones -a lo que podría contribuir el análisis de «red», previa precisión de muchas de las variables implicadas en él-sino más bien en el «contenido» de tales relaciones (formas de apoyo en que se expresan), en su significado para los propios familiares, en algunos factores que influyen en su mayor o menor vigencia a lo largo del tiempo y en los símbolos con que se celebran.

Partimos de un hecho: los retos y desafíos originados por la inmigración por etapas y la consiguiente dispersión, conyugal y familiar, ponen a prueba las capacidades y recursos no sólo del «núcleo familiar doméstico»6, sino también de los demás familiares y/o parientes. Hay, por consiguiente, una presencia y una intervención de esos «otros» familiares en el proceso migratorio y de adaptación al nuevo entorno. Esto es lo que me propongo analizar aquí. Y también quiero extraer algunas consecuencias de carácter teórico para el debate Page 691 acerca de los diferentes tipos o «modelos de familia» y cuál de ellos es el que mejor expresa la realidad de estas familias dominicanas.

II Familiares y parientes en acción

Los dominicanos que llegan a Nueva York ofrecen un claro ejemplo de migración familiar en cadena. Unos familiares «piden» a otros y éstos, a su vez, sirven de enganche para otros y así sucesivamente, en un proceso del que no se vislumbra el final. En las diez familias estudiadas sólo hemos encontrado un primer eslabón de esas «cadenas familiares»: el señor Duarte. Él viajó a Nueva York en 1964, primero «de paseo» (como turista) y luego para quedarse, sin ser precedido ni ayudado por familiar alguno, aunque tampoco puede considerarse como un primer eslabón absoluto, porque sí contó con la ayuda de algunas «amistades». El resto de las personas entrevistadas, sin excepción, son eslabones intermedios: algún familiar les precedió y otros les siguieron y/o previsiblemente les seguirán.

Los eslabones precedentes (precursores), refiriéndonos a los cónyuges adelantados, fueron en unos casos el padre y otros hermanos/as (dos casos), o la madre y otros hermanos/as (dos casos), una hermana (un caso), algún hijo que ya tenía residencia o, incluso, la ciudadanía (tres casos) o algún primo (un caso).

Aparte de los otros cónyuges y los hijos, podemos considerar como eslabones siguientes a los demás familiares que «han seguido, y siguen, llegando». A la pregunta de si tienen ahora mayor, igual o menor número de familiares que cuando llegaron a Nueva York la respuesta fue enteramente unánime: todos tienen ahora más familiares que cuando llegaron, no obstante haberse producido algún regreso, como el de una hermana de Adriana Acosta y varios primos de Berta, la esposa de Benito Baní.

En consecuencia, la distribución de los parientes de estas diez familias entre Nueva York (EE.UU.) y República Dominicana es actualmente favorable a Nueva York, en términos globales. Esto no excluye que algunas personas, en particular las de edad más elevada (los cónyuges Luperón y Reyes), tengan más familiares cercanos (hermanos) en República Dominicana que en Nueva York. También es el caso de Elena, la esposa de Eduardo Espinal, que «no tiene a nadie de su familia aquí». Por otro lado, ninguna de las diez familias Page 692 ha dejado de tener parientes en Santo Domingo 7; así que todas se encuentran en esa condición de eslabones «intermedios», con familiares en una y otra parte.

2.1. Apoyos recibidos

Los familiares y parientes entran en acción, para colaborar y prestar su apoyo o ayuda en la solución de los principales problemas que se plantean a la familia migrante y que podemos resumir, de acuerdo con los resultados de las entrevistas, en los siguientes: conseguir el visado de inmigrante (la residencia), la acogida y alojamiento en Nueva York (para el cónyuge adelantado), acceder a un puesto de trabajo, la iniciación en el manejo del nuevo entorno, la atención y el cuidado de lo que se deja atrás (cónyuge rezagado, hijos y eventual hacienda), y lograr la vivienda (apartamento) para la reintegración familiar cuando llegue el momento. Éstos son, desde el punto de vista de los beneficiarios y según lo manifestado por ellos mismos, los principales apoyos recibidos de sus familiares.

Es la legislación norteamericana sobre la inmigración, no uno mismo, quien determina en cada caso qué familiar «pide» a otro y le ayuda a conseguir el visado de inmigrante. Se supone que el que puede hacerlo lo hace; y así parece haber ocurrido en todos los casos. De ahí que en las entrevistas se mencione al familiar que les «pidió» (el padre, la madre, un hermano o un hijo) sin connotaciones particulares de ningún tipo. Es algo que forma parte de los «deberes familiares». Sería ofensivo considerarlo como un «favor especial» o algo así.

La recepción en el aeropuerto y, sobre todo, la acogida y el alojamiento del cónyuge adelantado, solo o con los hijos que le acompañen, complementan el apoyo precedente y se rigen por la misma lógica de los «deberes familiares». De la recepción y acogida inicial guardan todos un buen recuerdo. Destacamos el de Martín (9 años, entonces): «Desde que yo llegué, a las 7 de la mañana, de una vez se despertaron mis primos. ¡Tía, tía!, le decían a mi mamá. ¿Por qué no nos ha despertado para ir a buscar a los muchachos?... Y de una vez Page 693 dijeron: ¡Venga, pónganse a desayunar, a comer 'cornflakes'!8 Yo me sentía alegre. Después, me dieron una vuelta por ahí, para ver donde trabajaba mi papá y a conocer las calles por ahí. Y me presentaron a los amigos de ellos, para que me conocieran y todo eso». Celeste, la esposa de Cosme Cabral, se refiere a la «acogida» que siempre le brindaron sus primos en estos términos: «Ellos me ayudaban en palabras, porque en ese entonces ellos no tenían muchos recursos, porque "casimente" vinimos todos juntos en aquella época. Pero siempre yo he recibido ayuda de ellos».

Seis de los cónyuges adelantados (Adriana, Mariana, Benito, Eduardo, Felipe y Raquel) vivieron al principio en casa de hermanas/os; dos (Lorena y Santiago), en casa de uno de sus hijos; y Celeste, en casa de un cuñado. Eduardo lo recuerda así: «Duré cuatro años en la casa de un hermano mío... A mi cuñada le agradezco lo que no le puedo pagar nunca, que me trató como a un hijo. Ellos me dijeron: Como usted tiene deudas, no dé nada en la casa, hasta que usted salga de sus problemas. Y siempre nos hemos llevado muy bien». Un criterio similar, según refiere su esposa, regía las relaciones económicas de Felipe con su hermana: «Para él era muy duro... Él estaba aquí, pero tenía que mantenernos a nosotros allá y él tenía que mantenerse aquí; porque él vivía donde su hermana, pero ayudaba con algo, aunque no se lo exigieran».

Raquel y Santiago, sin embargo, tuvieron algunos problemas. Raquel llegó con tres de sus hijos y fue a vivir donde una hermana que, a su vez, tenía otros cuatro hijos. Dos de ellos se habían criado bajo los cuidados de Raquel en Santo Domingo, al venir su madre a Nueva York, donde nacieron los otros dos. Estos últimos no se entendían bien con los dos primeros, que consideraban y llamaban «mamá» a Raquel, no a su verdadera mamá. La presencia de Raquel en la casa se inauguró con esta advertencia de su hermana: «Cuando aquí se le esté dando una "pela" 9 a un muchacho, no diga nada; esté calladita». Raquel procuró cumplir esta orden de no interferencia. Pero, bien a su pesar, se vio envuelta en los conflictos entre las dos parejas de hermanos y entre ellos y sus padres. Cuando los nacidos en Nueva York hacían alguna «maldad», solían echar la culpa a los que había criado ella en Santo Domingo; éstos apelaban, entonces, a la protección de su mamá Raquel como pararrayos del seguro castigo por parte del padre. Page 694 La madre, no obstante la orden inicial dada a Raquel, era tolerante con esa protección de la mamá Raquel que invocaban sus dos hijos mayores. Parece que, a su juicio, Raquel la reemplazaba en un papel que ella misma no se atrevía a cumplir frente a las conductas algo violentas de su esposo.

Así se puso de manifiesto un día en que la estrategia, por parte de los dos hijos pequeños, de inculpar a sus dos hermanos mayores, no funcionó en su favor, siendo ellos los...

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