Fact-checking y enviados especiales: dos formas de buscar la verdad en la guerra de ucrania

AutorPaula San José López. Ernesto Villar Cirujano
Páginas969-987
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CAPÍTULO 5
FACT-CHECKING Y ENVIADOS ESPECIALES:
DOS FORMAS DE BUSCAR LA VERDAD EN
LA GUERRA DE UCRANIA
PAULA SAN JOSÉ LÓPEZ
ERNESTO VILLAR CIRUJANO
Universidad Villaneva
1. INTRODUCCIÓN
La invasión de Ucrania por parte de Rusia, iniciada el 24 de febrero de
2022, es el último de los conflictos armados en los que los reporteros de
guerra, enviados especiales y corresponsales desarrollan su labor. Pero
es también el primero en el que la figura de las agencias de verificación
de fuentes o fact checking desempeñan un papel importante ya como
modelo periodístico consolidado.
Tanto el papel de la Prensa en primera línea, junto a las tropas de uno y
otro bando, como el de los verificadores que trabajan “en la retaguardia”,
es fundamental para evitar la desinformación en una guerra que ha puesto
de manifiesto hasta qué punto internet y las redes sociales pueden com-
plicar la labor de los periodistas para contrarrestar las noticias falsas.
A lo largo de la historia, todos los enfrentamientos armados han llevado
acarreada una batalla paralela no menos importante, la del control de la
información, que ha reflejado en sí misma también la propia evolución
de las formas, técnicas y herramientas de la información y en cómo ésta
llega a los públicos. Después de la irrupción de la radio, la televisión
supuso una notable “revolución” que ahora se ha visto superada por un
nuevo formato, internet. Las mentiras corren más rápido, impactan más
y tienen una mayor repercusión, pero ¿hasta qué punto somos capaces
de reconocer si toda la información que llega a nosotros desde diferentes
canales, en múltiples formatos y en distintos tiempos, es verídica?
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Los periodistas se plantean a diario esa cuestión, ya que son ellos el pri-
mer muro de contención para frenar los bulos. A lo largo de la historia
han ido cambiando las herramientas y los formatos a través de los cuales
se expanden estas informaciones falsas, pero no tanto los contenidos. La
propaganda y la desinformación han acompañado siempre a las guerras
aun cuando no había tantas formas de acceder a los datos como ahora
(Flores, 2007), consolidando la información como un arma silenciosa
(Tortosa, 200). Esto ha sido especialmente acusado tras la aparición de
las redes sociales en conflictos como el de Ucrania y Rusia (Oyedeji,
2022), lo que ha dificultado enormemente la labor de los periodistas, que
deben en todo momento garantizar la veracidad de sus crónicas (Sánchez
de la Nieta Hernández et al. 2020).
El término “desinformación”, especialmente en su vertiente de arma tác-
tica en la guerra, se incorporó a los diccionarios a principios del siglo
XX (Colom-Piella, 2020), y ya en 192 se impulsó la creación de una
organización para localizar este tipo de informaciones difundidas por la
Unión Soviética y utilizadas por la policía bolchevique para lograr que
se consolidara el comunismo (Cathala, 198). En 1982, Ronald Jacquard
la introdujo en el diccionario Larousse como la “acción de suprimir la
información, de minimizar su importancia o modificar el sentido” (Jac-
quard, 198 citado en Moreno Espinosa, 1995), pero 4 años antes el
lexicógrafo ruso Sergey Ivanovich Ojegov la había incluido en su dic-
cionario bajo el término ruso ‘desinformatsiya’ (Schultz et al. 1984), que
sería muy utilizado para describir tácticas de confusión muy habituales
en agencias como el KGB, la CIA o el Servicio Secreto de Inteligencia
de Reino Unido (Volkoff, 198).
Estudios recientes han revisado todos los significados que se ha dado a
la literatura científica al término fake news en los últimos 20 años, con
variantes como fabricación, manipulación, publicidad, propaganda o in-
cluso sátira o parodia (Tandoc et al, 2018), y han constatado que redes
sociales como Twitter contribuyen a propagarlas a una gran velocidad,
más que otro tipo de informaciones (Vosoughi et al, 2018).
También han insistido en la necesidad de enmarcarlo dentro del debate
de la posverdad (Lewandowsky, S. et al, 2017) o en contextos muy con-
cretos en los que la desinformación puede encontrar un mayor eco, como

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