Estudio introductorio. Carlos E. Alchourrón y la máxima de la mutilación mínima

AutorJosé Juan Moreso/Jorge Luis Rodríguez
Páginas11-38
ESTUDIO INTRODUCTORIO 11
ESTUDIO INTRODUCTORIO
CARLOS E. ALCHOURRÓN Y LA MÁXIMA
DE LA MUTILACIÓN MÍNIMA
José Juan MORESO
Jorge Luis RODRÍGUEZ
I. En los últimos años de su producción teórica Carlos E. ALCHOURRÓN
se dedicó con particular creatividad a profundizar ideas sobre los temas que
lo desvelaron durante toda su carrera académica, tales como la naturaleza de
la lógica, la posibilidad y fundamentación de la lógica de normas, la repre-
sentación de las normas condicionales, los cambios racionales de creencias y
la derrotabilidad. Sus ref‌lexiones al respecto se encuentran plasmadas en los
cinco artículos que hemos reunido en esta compilación, la mayoría de ellos
publicados póstumamente en revistas especializadas.
Los dos autores de este estudio tuvieron la fortuna de conocer personal-
mente a ALCHOURRÓN. José Juan MORESO lo vio por primera vez en un con-
greso español de f‌ilosofía del derecho a f‌ines de los ochenta en Alicante, pero
el respeto que le inspiraba —que era casi miedo reverencial entonces— hace
del recuerdo de esa primera vez como si se hubiese tratado de una aparición.
Después pasó tres meses, el invierno austral del año 1990, en Buenos Aires y,
aunque ALCHOURRÓN estuvo casi todo ese tiempo en Europa, MORESO puede
dar fe de la elegancia de su modo de hacer f‌ilosofía. Jorge Luis RODRÍGUEZ,
por su parte, pudo asistir con cierta regularidad durante los años 1994 y 1995
—los dos últimos años de vida de ALCHOURRÓN, quien falleciera en enero
de 1996— al seminario semanal que, conjuntamente con Eugenio BULYGIN,
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ALCHOURRÓN dirigía en el Instituto de Investigaciones Jurídicas Ambrosio L.
Gioja de la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la Universidad de
Buenos Aires, y así pudo acceder de manera privilegiada a las ideas que se
desarrollan en los trabajos que aquí se publican presentadas por el propio
autor.
Ernesto GARZÓN VALDÉS ha contado algunas veces una anécdota referi-
da a ALCHOURRÓN —una anécdota que, en realidad, nos sucedió alguna vez
a todos los que lo conocimos (en el caso de MORESO, caminando cerca del
lugar donde se halla SADAF, en Buenos Aires)—. Carlos preguntaba muy
educadamente: «¿En qué andas trabajando ahora?»; uno le respondía tratando
de mostrarle un tema que borrosamente era percibido como interesante y la
trama —todavía confusa— con la que creía podría vestir un argumento; Car-
los decía algo como «ya comprendo», y con dos frases exponía claramente
—mucho más claramente de lo que tú nunca hubieras podido— el problema
que a ti te interesaba y articulaba una batería de razones a favor y en contra de
la posición que tú le habías referido. Era un f‌ilósofo de verdad. La experiencia
de escuchar las palabras de un f‌ilósofo de su talla en pleno proceso creativo,
la profundidad, el rigor y la elegancia de sus argumentos, inf‌luyeron de ma-
nera decisiva en nuestra formación y determinaron nuestras propias líneas de
investigación.
Ninguno de nosotros dos puede decir que haya sido formalmente discí-
pulo de ALCHOURRÓN, ni tampoco que hayamos llegado a tener con él una
relación de amistad —su sola presencia nos inspiraba, como se dijo, un insu-
perable temor reverencial—. Precisamente por eso nos gustaría recordar dos
hechos que permiten apreciar sus cualidades, no ya como teórico, sino como
persona y como maestro. A mediados de 1995 ALCHOURRÓN acababa de re-
gresar de un extenuante viaje al congreso mundial de la Asociación Interna-
cional de Filosofía del Derecho y Filosofía Social (IVR) en Bolonia, y ya la
enfermedad que terminara con su vida hacía mella en sus fuerzas, pese a lo
cual concurrió al Instituto Gioja a su seminario de los martes. Debido a que en
dicha oportunidad había muy pocos asistentes, y en atención al cansancio de
ALCHOURRÓN, se resolvió levantar la sesión. Cuando todos estaban retirándose
del lugar llegaron Claudina ORUNESU y Jorge L. RODRÍGUEZ, que viajaban des-
de Mar del Plata —a cuatrocientos kilómetros de Buenos Aires—, para asistir
a la reunión. Al verles llegar, y pese a su insistencia en contrario, ALCHOURRÓN
volvió sobre sus pasos, tomó una tiza e hizo una presentación magistral de su
exposición en Bolonia. Esa fue la última clase que daría en el seminario.
Poco después, en septiembre de 1995, José Juan MORESO regresaba de
una estancia de investigación en Oxford y como ALCHOURRÓN sabía que aca-
baba de ser aceptado un trabajo suyo de lógica deóntica («On Relevance and
Justif‌ication of Legal Decisions») en la revista Erkenntnis (MORESO, 1996),
le pidió una copia. Los comentarios que le hizo por correo electrónico (la co-

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