Por Emilio Gómez Orbaneja,

AutorEduardo García de Enterría
CargoCatedrático de Derecho Administrativo
Páginas25-28

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Emilio Gómez Orbaneja ha sido uno de los hombres más extraordinarios que yo he conocido. Cuando digo extraordinario no me refiero, naturalmente, a socialmente importante, a relevante por su posición social, por su riqueza, por su reconocimiento público. Quiero decir, y no es poco, un hombre fuera de los moldes comunes, lejos de la vulgaridad (lo más lejos imaginable), excelso y refinado por sus cualidades, aunque no hayamos sido muchos los que hemos gozado y nos hemos beneficiado de ellas. Vivimos una época mediática: muy pocas veces Emilio habrá sido noticia en el periódico o en la televisión. Pero quienes fuimos sus amigos -un gran privilegio- tenemos la convicción íntima de que Emilio ha sido un ejemplar humano de excepción.

Había nacido en Valladolid en 1904; su vida ha llenado, pues, casi el siglo entero. En el Libro Homenaje que le dedicamos sus amigos en 1977 se incluyó una preciosa contribución de Jorge Guillén, "El joven Emilio", que es una delicia, y que encontrarán ustedes en el libro que ahora presentamos. Emilio fue un joven tocado por la literatura y por la belleza, como Guillén cuenta, pero, finalmente, en base a la carrera de Derecho que había hecho con rigor en Valladolid, decidió optar por esta dirección, más prosaica. La benemérita Junta de Ampliación de Estudios le envió a Alemania en 1929, donde pasó dos años, en Bonn y en Munich, la Alemania de Weimar, la que destrozó el nazismo. Allí se hizo un procesalista trabajando con Kisch, aunque no olvidó tampoco su veta literaria (trató, por ejemplo, a Tomás Mann). A su vuelta ganó en 1931 la cátedra de Derecho Procesal de Salamanca, que dejaría en 1934 para pasar a ser Secretario del Tribunal de Garantías Constitucionales de la República. Pero mantiene el contacto con la Universidad, especialmente con

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los Cursos de Verano de Santander, de los que fue secretario junto con sus grandes amigos Pedro Salinas y José Antonio Rubio Sacristán.

Fue Emilio uno de los juristas más caracterizados de la buena cosecha de la República: Garrigues, de Castro, Pérez Serrano, Antón Oneca.

Esos devaneos liberales le costaron la cátedra: fue implacablemente "depurado". Por cierto, que entre los cargos que se le formularon uno le reprochaba ser "amigo de X", una peligrosa compañía, al parecer. Pero resultaba que ese X, también funcionario en Valladolid, no había sido depurado él mismo, probablemente, como era sólito, por alguna relación personal con algún titular de los nuevos...

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