Editorial

AutorDimitris Kyriakou y Giorgio Di Pietro
CargoIPTS

La ciencia y la tecnología (CyT) -el progreso técnico, en términos más generales- modulan la velocidad e incluso la dirección del cambio en nuestras sociedades. Por otra parte, la gobernación consiste en tomar decisiones con vistas a gestionar este cambio, y hacer de él un amigo y no un enemigo, con el fin de salvaguardar y fomentar el bienestar de la población. Dicho simplemente, al hablar de "ciencia y gobierno" nos referimos a los mecanismos, y al reto de diseñarlos, para permitir que la ciencia y los procesos de toma de decisiones en la sociedad funcionen al unísono de forma efectiva, creíble, responsable y transparente.

Los artículos de este número especial reflejan las ponencias de los autores en el seminario organizado por el Centro Común de Investigación (JRC) en Bruselas el 29 y 30 de marzo, sobre el tema de la ciencia y el gobierno. Una de las ideas que surgieron de este seminario fue que es indispensable un sistema común de referencia de CyT para afrontar el reto de la ciencia y el gobierno. Tal sistema podría ser un conjunto de organismos y actores construido, regido y utilizado de forma conjunta, que se mantenga unido mediante un conjunto de relaciones y procedimientos para aportar la experiencia y el apoyo científico necesarios para el proceso de toma de decisiones políticas.

Preparar el terreno para este sistema de referencia científica implica más que un mero aporte de asesoría; el sistema debería suscitar confianza y un sentido de responsabilidad compartida, mediante el desarrollo de redes, y debería tener un fuerte anclaje institucional. También debería aportar un componente científico a la iniciativa del Presidente Prodi sobre la forma de gobernar en general. El JRC de la Comisión puede desempeñar un papel central y catalítico en este proceso de construcción de un sistema de referencia científica (obsérvese que estos asuntos serán estudiados más profundamente en una conferencia que el IPTS va a organizar en otoño).

Entre los retos a los que ese sistema tendrá que hacer frente se encuentran: la necesidad de ser tan exhaustivos como sea posible a la hora de considerar información/análisis relevantes, sin diluir el proceso hasta el punto de hacerlo ineficaz; conservar su independencia y su carácter científico pero también favorecer la revisión, la flexibilidad y evitando toda pretensión de omnisciencia. No debe tratar sólo de lo que sabemos sino también de lo que no sabemos, e incluso de lo que no sabemos que no sabemos. Debe comenzar por explorar quién está haciendo qué en este campo, en los sistemas existentes en las diferentes partes del mundo, y comprender las diferencias clave -"constitucionales"- que subyacen, por ejemplo, en los diferentes sistemas jurídicos. Esto supondría una mejor relación con la sociedad y los medios de comunicación. En último término se reunirían en un prudente equilibrio las cualidades de traductor de los conocimientos relevantes a los responsables políticos y partes interesadas, de comunicador del común denominador de acuerdo sobre los diversos puntos de vista y de asesor en puntos de desacuerdo.

La importancia de un vínculo satisfactorio entre la ciencia y el gobierno es vital. Por una parte, la CyT es responsable sustancialmente de impulsar el cambio. Aún más, la CyT es una contribución indispensable al proceso de hacer política: contribuye a aclarar los términos del debate, los intereses en juego, las repercusiones de las alternativas consideradas. Puede contribuir a eliminar afirmaciones infundadas y revelar la satanización de los oponentes por lo que son, y así permite el diálogo y el debate para examinar los cimientos sobre los que descansan las opciones políticas. Dando lugar a un debate inteligente, y a las opciones políticas consiguientes, la CyT presta ayuda tanto al gobierno como a sí misma. La forma de gobernar y las opciones políticas se legitiman en un proceso asesorado por la CyT con el fin de convertirse en algo más que en una mera selección arbitraria derivada de luchas por el poder, sin domar por los hechos y el análisis frío. Por otra parte, la CyT pierde su espléndido aislamiento en la proverbial torre de marfil académica así como la imagen decrépita de pistolero a sueldo que ofrece sus servicios (y ajusta su veredicto) al mejor postor.

Éste ha sido un asunto importante durante cierto tiempo, y cada vez lo es más, alimentado por el papel cada vez más central que las consideraciones científicas y tecnológicas desempeñan en la toma de decisiones, así como por una ola de desconfianza de la sociedad en la ciencia y/o por los medios de proporcionar aportaciones científicas a la política. Por ejemplo, a la luz del relanzamiento de las negociaciones comerciales y de las inevitables tensiones en la asignación de prioridades a las obligaciones que emanan de la OMC frente a los acuerdos temáticos tales como el protocolo sobre bioseguridad firmado recientemente, podría parecer un buen momento para llamar la atención sobre estos asuntos y sus implicaciones.

El objetivo, pues, en este contexto, es integrar la ciencia de calidad con el gobierno responsable, y potenciar su interfaz de una forma responsable, transparente, completa, imparcial y creíble, y que contribuya a centrar el debate político en las virtudes de las acciones propuestas. Tal integración proporcionará información y análisis de referencia de calidad, presentando de manera fácil lo que sabemos y lo que no, y el nivel de incertidumbre y de riesgo implicado en cada una de las alternativas.

Sin esa integración, el debate puede llegar a recordarnos un diálogo de sordos, con prejuicios e ideas preconcebidas que determinen las posiciones y en el que conceder una ventaja al contrario sea similar a una conversión religiosa. La credibilidad y la imparcialidad son cruciales: la imagen de cada parte exhibiendo a sus "sabios" (sus "sabios digitales" podríamos decir en la presente era digital) de foro a foro es el camino más rápido para conseguir que el público se vuelva cínico y no desee mantener un debate serio.

Si fortalecer esta integración de la ciencia y el gobierno es necesario en un país, todavía lo es más cuando se aborda la dimensión internacional del gobierno. A través de las fronteras no existe un único ejecutor, un único gobierno con el monopolio sobre el uso legítimo de la fuerza. Por eso, cuando los entes soberanos tienen que elegir un modo de proceder, la persuasión y el debate con base científico-técnica se hacen incluso más importantes.

Las recientes disputas en el seno de la UE sobre la importación de carne de vacuno británica, y los diferentes veredictos y recomendaciones de los expertos sobre los distintos puntos de vista, son un recordatorio de que no estamos inmunes a tales problemas en la UE. Este caso pone de manifiesto la importancia de una plataforma permanente a nivel de la UE que merezca la confianza de todas las partes (mejor que un comité ad-hoc), capaz de proporcionar información de referencia de calidad y de basarse, de forma continua, en toda la experiencia acumulada en cada uno de los países.

A un nivel incluso más general, la ausencia de un organismo en el ámbito de la UE que actúe como interlocutor y coordinador significa perder una oportunidad para cortar de raíz lo que más tarde se convertirían en espinosos problemas comerciales entre la UE y EE.UU. relativos a la CyT (por ejemplo, la aprobación en EE.UU. de los alimentos modificados genéticamente se llevó a cabo de forma completamente independiente de las actitudes europeas y de los futuros obstáculos a su comercialización en Europa).

Ya sea en el caso de los asuntos internos de la UE en los que un programa de gobierno efectivo tiene que basarse en una información en CyT de referencia y de calidad, no corrompida por la más mínima sospecha de posible parcialidad, como en los casos de asuntos internacionales en los que interviene la UE junto a otros países no miembros, es necesario un sistema a nivel de la UE para proporcionar los medios para un sistema de información de referencia de calidad aplicable en toda la UE.

Tal sistema podría estructurarse sobre redes de centros de excelencia, catalizadas por la Comisión, que proporcionen una base común de conocimiento como referencia en CyT, y un interlocutor entre los agentes y los responsables de las políticas. Este podría ser un paso crucial hacia la solución del reto "ciencia y gobierno". Además, se vería en el contexto de la iniciativa de Área de Investigación Europea del Comisario Busquin, y estaría propiciado por ella, y verdaderamente podría ser un escaparate de lo que esta iniciativa podría aportar cuando se lleve a cabo la reunión de esfuerzos en investigación que propugna.

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