Desmontando el mito del teletrabajo desde la perspectiva de género: experiencias y expectativas durante la pandemia.

AutorColom, Sara Moreno

Sumario: 1. Introducción. 2. Marco teórico. 3. Metodología. 4. Resultados. 4.1. Las experiencias del trabajo a distancia durante el inicio de la pandemia. 4.1.1. El conflicto sin responsabilidades de cuidados. 4.1.2. El conflicto con criaturas. 4.1.3. El conflicto con adultos dependientes. 4.2. Las expectativas del teletrabajo. 4.2.1. El teletrabajo como oportunidad para mejorar la calidad de vida. 4.2.2. El teletrabajo como oportunidad para mejorar la conciliación. 4.2.3. El teletrabajo resignado, oportunidad para la obligación moral de los cuidados. 5. Conclusión. 6. Bibliografía.

Deconstructing the myth of teleworking from a gender perspective: experiences and expectations during the pandemic

  1. Introducción

    El teletrabajo representa una realidad minoritaria en el mercado laboral hasta el inicio de la pandemia provocada por el virus COVID-19. A pesar de tener poca presencia, se trata de una modalidad laboral que acumula cierta historia. A partir de la segunda mitad del siglo XX, el desarrollo tecnológico conlleva nuevas formas flexibles de organización laboral entre las cuales aparece el teletrabajo a finales de los años 80. Se trata de una modalidad que evoluciona acorde con aspectos tecnológicos y socioeconómicos dando lugar a la sucesión de tres fases identificadas como: la oficina en casa, la oficina móvil y la oficina virtual (OIT, 2021; Moreno y Borras, 2021). En el contexto europeo, se observa un constante aumento de dicha modalidad a lo largo de las últimas décadas, pero sin representar grandes cifras: la media de personas que teletrabajaban en la UE durante 1999 se sitúa en el 4,5% y alcanza el 11% veinte años más tarde, en 2019. Sin embargo, tras estas cifras se esconden diferencias importantes entre los países miembros según datos relativos al mismo 2019: Suecia, Finlandia y Países Bajos registran más del 25% de teletrabajo, mientras que países del sur de Europa como Italia y España no llegan al 10% (Eurofound, 2020a). En cualquier caso, las medidas de salud pública introducidas para hacer frente a la crisis del COVID-19 establecen el carácter preferente del trabajo a distancia en todas aquellas ocupaciones cuyas actividades lo permitan, total o parcialmente. Como consecuencia, en junio del 2020, crece la media de personas que teletrabajan en la UE alcanzando el 48%, si bien su implementación continúa siendo muy desigual entre los países: desde el caso finlandés con el 59% de la ocupación hasta el caso romanés con el 18%, situándose el caso español a caballo entre ambos países con el 30% (Eurofound, 2020b).

    Más allá de las diferencias territoriales, este aumento sobrevenido del teletrabajo durante la pandemia plantea nuevos interrogantes sobre una modalidad que, hasta el momento, representa una experiencia limitada entre la población ocupada, mayoritariamente aquella con altos niveles de cualificación y salarios (Elldér, 2019). Por el contrario, la pandemia propicia la extensión inédita de esta modalidad como una de las medidas relevantes para reducir la propagación del coronavirus. A pesar de que, dada la excepcionalidad del momento, la adaptación al trabajo a distancia es forzada y precipitada, su amplia implementación ofrece una oportunidad para aportar nueva evidencia empírica a los debates existentes con anterioridad en la literatura especializada (Belzunegi, 2002; Madsen, 2011 Bae y Kim, 2016). En esta tesitura, el presente artículo se plantea hasta qué punto el contexto de pandemia refuerza la idea del teletrabajo como una solución para demandas de índole social y no como una modalidad flexible de organización laboral.

    Para dar respuesta a esta cuestión, se analiza cómo la experiencia vivida durante el confinamiento influye en las expectativas construidas con relación a las potencialidades atribuidas al teletrabajo. Se plantea que ambos aspectos, experiencia y expectativas, están relacionados con las desigualdades de género que persisten tanto en el ámbito laboral como en el ámbito doméstico. Para ello, se presentan parte de los resultados del proyecto Impacto de Género del teletrabajo y rutinas de confinamiento: más allá de lo obvio (IGETECO), financiado por la convocatoria Fondo Supera COVID-19 Banco Santander-CRUE-CSIC. Uno de los objetivos de este estudio es captar las rutinas de confinamiento según un conjunto de variables estructurales que incluyen el género, el ciclo vital y la categoría sociolaboral. A partir de dichas rutinas, el artículo profundiza en el análisis de las experiencias, en términos de conflictos, y las expectativas, en términos de ideales. Como conclusión, se apunta que la experiencia del teletrabajo durante el confinamiento conlleva distintos tipos de conflicto en relación con las esferas productiva y reproductiva según el peso del género matizado por el ciclo vital y la categoría laboral. Dicha heterogeneidad de conflictos condiciona las expectativas acerca de una futura regulación de esta modalidad construida sobre una misma base: el teletrabajo percibido como un derecho. Sin embargo, la homogeneidad de partida difiere según el género y el ciclo vital percibiéndose como una oportunidad para conciliar o, por el contrario, para mejorar la calidad de vida. Con todo, la evidencia presentada invita a cuestionar el ideal del teletrabajo como una solución a problemas de índole no laboral.

    El artículo se estructura en cuatro apartados. En primer lugar, se presenta, brevemente, los principales debates existentes en la literatura especializada antes de la pandemia para focalizar la atención en la discusión que surge en torno a las experiencias y expectativas del teletrabajo a tenor de la crisis del COVID-19. En segundo lugar, se detalla la estrategia metodológica llevada a cabo para, en tercer lugar, exponer los principales resultados organizados en dos apartados: experiencia y expectativas. Finalmente, el artículo concluye retomando la pregunta inicial sobre el impacto de la pandemia en la concepción del teletrabajo como una solución o una modalidad laboral.

  2. Marco teórico

    La amplia literatura especializada sobre teletrabajo recoge distintos debates acerca de esta modalidad de organización laboral flexible que tiene como antecedentes el llamado trabajo a domicilio y el trabajo en remoto o a distancia. En la actualidad, con relación a la discusión conceptual, existe consenso en señalar los aspectos que identifican el teletrabajo: la separación física entre la persona trabajadora y la empresa; el uso intensivo de las tecnologías de la información y la comunicación; así como, cierto grado de flexibilidad en la organización temporal (Belzunegi, 2002; Sullivan, 2003). Tomando como referente este consenso conceptual, se observa que los estudios realizados con anterioridad a la pandemia se dividen, a grandes rasgos, entre los que se focalizan en analizar el potencial transformador de dicha modalidad según las ventajas socioeconómicas que pueda reportar y los que hacen hincapié en las dificultades socioculturales que su implementación acarrea (Madsen, 2011; Hilbrecht et al., 2008; Bae y Kim, 2016). Desde la perspectiva de género, esta división se traduce en la discusión acerca de si el teletrabajo favorece la conciliación de la vida laboral y familiar, así como un reparto más igualitario del trabajo doméstico y de cuidados o, por el contrario, refuerza las desigualdades de género existentes (Mirchandani, 2000; Mayo et al., 2011). Más concretamente, por un lado, se argumenta que el teletrabajo: contribuye a una mayor carga total de trabajo para las mujeres a pesar de su mayor flexibilidad temporal (Sullivan y Lewis, 2001; Pérez, 2010; Gálvez et al., 2020); refuerza la responsabilidad femenina en el trabajo doméstico y de cuidados (Haddon y Silverstone, 1993); y puede propiciar situaciones conflictivas entre las exigencias laborales y familiares (Allen et al., 2000). Siguiendo esta línea de investigación, otros estudios señalan cómo el teletrabajo implica un empeoramiento de la satisfacción con el empleo entre madres y padres, así como un mayor nivel de estrés, siendo esta experiencia peor en el caso de las mujeres (Song y Gao, 2019). En contraste, por el otro lado, se defiende que el teletrabajo contribuye a una mayor corresponsabilidad entre las mujeres y los hombres (Huws et al., 1996), beneficiando la gestión cotidiana de las responsabilidades vinculadas al trabajo doméstico y de cuidados (Gajendran y Harrison, 2007).

    Con la extensión del teletrabajo como medida de salud pública en el contexto de la pandemia emerge una nueva línea de investigación focalizada en analizar el impacto de género del trabajo a distancia en una situación de confinamiento. La excepcionalidad del momento sitúa al conjunto de la población ocupada que teletrabaja en la tesitura de gestionar cotidianamente, en un mismo espacio y tiempo, las exigencias domésticas y de cuidados con las responsabilidades laborales. El conjunto de estos estudios reproduce, en buena parte, la discusión teórica existente antes de la crisis del COVID-19 entre las voces que consideran el teletrabajo como una modalidad que facilita la conciliación y las que consideran que reproduce los roles tradicionales de género. En cualquier caso, el escenario sobrevenido que dibuja la pandemia introduce nuevos factores que es necesario considerar como el cierre de los centros educativos o la imposibilidad de contratar servicios para dar respuesta a las necesidades de cuidados (Moreno y Borras, 2021).

    Desde esta perspectiva centrada en analizar la experiencia del trabajo a distancia durante el confinamiento, Andrade y Petiaz Lousa (2021), a partir de un estudio realizado sobre el caso portugués, muestran cómo esta modalidad implica más horas de trabajo, menos autonomía y aumento del conflicto entre lo laboral y lo personal. Cannito y Scavarda (2020), tomando como referente el caso de Italia, también evidencian el aumento de la carga total de trabajo y las mayores dificultades de conciliación. Con relación al caso español, las...

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