La conducta violenta y el maltrato ejercido por el menor

AutorSandra Jiménez Arroyo
Cargo del AutorLicenciada en Derecho. Licenciada en Ciencias Políticas y de la Administración
Páginas93-116
Capítulo III
LA CONDUCTA VIOLENTA
Y EL MALTRATO EJERCIDO POR EL MENOR
1. EVOLUCIÓN DE LA CONDUCTA VIOLENTA
1.1. Inicio
La mayoría de los casos de VFP son situaciones que los progenitores vienen
padeciendo durante un tiempo prolongado hasta que deciden solicitar ayuda o
se informan adecuadamente sobre cómo y dónde hacerlo. Por tanto, la conducta
violenta no se presenta repentinamente, sino que, se va fraguando a lo largo de
los años, existiendo señales previas que muchas veces no son recogidas ni escu-
chadas y que, sin embargo, nos advierten de su aparición 167.
Existe consenso al entender que nos encontramos ante un tipo de violencia que
se produce generalmente en escalada, aumentando tanto su intensidad, como su
frecuencia con el transcurso del tiempo. Comienza con insultos, persecuciones por
la casa y descalificaciones, pasa a amenazas y ruptura de objetos y mobiliario, y fina-
liza con agresiones físicas de índole cada vez más graves, incluso acompañadas de
amenazas con cuchillos, o con robos en el propio domicilio 168. Normalmente, las
situaciones externas desencadenantes de los episodios violentos en la mayoría de
las ocasiones son simplezas, destacando los motivos relacionados con: la imposición
de normas (llegar tarde a casa, consumo de drogas, tiempo dedicado a las nuevas
tecnologías); que el menor no obtenga lo que desea de sus padres (como dinero u
objetos materiales); lo repetitivo de las reprimendas y peticiones paternas (pedirle
que recoja su habitación o que no vuelva a hacer algo concreto de forma inadecua-
da, el tiempo dedicado al ocio, las malas notas o el desempleo) 169.
167 Vid. ABEIJÓN MERCHÁN. “La violencia…”. Op. Cit. P. 26; ROPERTI. “Padres…”. Op. Cit. P. 19.
168 Vid. MARCELLI, D. “Enfants tyrans et violents”. Bulletin de l’Academie Nationale de Médicine,
186 (6), 2002. P. 991; PEREIRA, y BERTINO. “Menores…”.Op. Cit. P. 39; URRA PORTILLO. “El peque-
ño…”.Op. Cit. P. 351.
169 Algunos de estos motivos son puestos de manifiesto, entre otros, por BERTINO, L. La fami-
lia que se amaba con locura. Fusión emocional en familia monoparental, en PEREIRA, R. (Coord.)
Psicoterapia de la violencia filio parental. Entre el secreto y la vergüenza. Ed. Morata, Madrid, 2011. P.140;
CUERVO GARCÍA, A. L., y RECHEA ALBEROLA, C. “Menores agresores en el ámbito familiar. Un
estudio de casos”. Revista de Derecho Penal y Criminología, 3, 2010. Pp. 362 y 363; SEMPERE, M., LOSA,
B., PÉREZ, M., ESTEVE, G., y CERDÁ, M. Estudio cualitativo de Menores y jóvenes con medidas de inter-
namiento por delitos de violencia intrafamiliar. Documentos de Trabajo. Centro de Estudios Jurídicos y
Formación Especializada. Generalitat de Catalunya, 2006. P. 53.
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En particular, el estudio cualitativo desarrollado por MONK discriminó varias
situaciones que pueden provocar incidentes de VFP 170:
cuando los padres tratan de fijar reglas o imponer límites;
cuando intenta poner fin a las demandas del hijo y no satisfacerlas;
como consecuencia de la lucha del adolescente por conseguir autonomía;
cuando el menor intenta evitar conversaciones que no desea;
cuando el padre reprocha alguna actuación errónea al hijo y éste reac-
ciona con violencia como un mecanismo de protección para evitar su
autoinculpación;
cuando el menor utiliza la violencia hacia los padres como una forma de
hacer frente a aquellas situaciones en las que se muestran vulnerables y
sin poder;
cuando aparecen desacuerdos en torno a valores culturales o una confu-
sión del menor sobre su identidad sexual y personal.
Por su parte, PEREIRA describe la secuencia típica de la conducta violenta de
la siguiente forma 171:
1. Se inicia un desacuerdo entre progenitor e hijo o hija.
2. Se entabla una discusión, con los participantes situados en un nivel de
igualdad.
3. Uno de ellos, normalmente el hijo o la hija (aunque también puede ser
el progenitor) inicia un comportamiento evitativo y, sin resolver el con-
flicto, trata de retirarse.
4. El otro, generalmente el progenitor (a veces también el hijo/a), le persi-
gue tratando de evitar su retirada.
5. La persecución bloquea la salida del conflicto incrementando notable-
mente la tensión.
6. Surge la reacción violenta del que ha sido perseguido (ya sea el progeni-
tor o el menor) para terminar la tensión.
Como vemos, los motivos por los que comienza un problema y las razones por
las que se mantiene son distintos. En el caso concreto de la VFP, suele comenzar con
una disputa o controversia entre padres e hijos sobre algún tema en concreto, pero,
una vez que aparece la violencia esta situación se mantiene a causa de los beneficios
secundarios que el menor obtiene con su utilización. Por lo tanto, aunque en el ini-
cio puede ser una violencia reactiva, mayoritariamente, nos encontramos ante una
violencia de tipo instrumental, es decir, dirigida a la obtención de algún beneficio
y, normalmente, acompañada de una clara falta de empatía en quien la ejerce 172.
170 Vid. MONK, P. Adolescent-to-parent violence: A qualitative analysis of emerging themes. Tesis docto-
ral, British Columbia: University of British Columbia, 1997. Pp. 85-87.
171 Siguiendo a PEREIRA, R. “Dinámicas Familiares en la VFP”, en PEREIRA, R. (Coord.)
Psicoterapia de la violencia filio parental. Entre el secreto y la vergüenza. Ed. Morata, Madrid, 2011. P. 118.
172 Recordemos que, al contrario, la violencia reactiva es una respuesta defensiva, en la que no
se encuentran modos alternativos de manejar lo que se está experimentando, ante una agresión per-
cibida o real y presenta dinámicas sociales, cognitivas y emocionales diferentes a la de la violencia ins-
trumental que se utiliza como medio de obtener un objetivo sin provocación previa. Vid. BERTINO,

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