Conclusiones

AutorAlejandro González-Varas Ibáñez
Páginas239-246

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  1. Las páginas precedentes nos permiten observar la conexión que existe en la actualidad entre la libertad de expresión, la libertad religiosa, y el fenómeno terrorista que se basa en unas concretas e infundadas interpretaciones del Islam. Es obvio que sería simplista reducir la relación de estos términos a una fórmula que podría cifrarse en que el terrorismo islámico es consecuencia del mal uso que ha hecho Occidente de la libertad de expresión, y de su falta de respeto hacia todo aquello que tiene que ver con lo sagrado o lo religioso, aquí incluida la libertad religiosa. Antes bien, se trata de un fenómeno complejo que proviene de un cúmulo de factores entre los que se encuentra la crisis política y religiosa que padece el área islámica.

    Salvada esta evidente premisa, podemos también afirmar, no obstante, algunas otras cuestiones de interés. En primer lugar, no deja de ser cierto que los criterios aplicados para la ponderación de los conflictos que se han producido en Occidente –o, al menos, Europa– entre la libertad religiosa y la libertad de expresión han desembocado en la preponderancia de esta sobre aquella. Este fenómeno se lleva produciendo en Francia cuanto menos desde los años noventa

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    del pasado siglo, y se ha trasladado al ámbito del TEDH más recientemente. En este último contexto, cuando Francia estaba aplicando unos criterios que daban lugar al progresivo ensombrecimiento de la libertad religiosa por parte de la de expresión, Estrasburgo estaba aún dictando sentencias como las de los casos Otto Preminger o Wingrove que habían considerado que determinadas imágenes referentes a personajes u objetos de veneración por parte de la población cristiana daban lugar a la lesión de su libertad religiosa. Poco después del cambio de siglo, este mismo Tribunal viró en el modo de valorar esos mismos hechos entendiendo que ese mismo modo de ejercer la libertad de expresión era legítimo y prevalecía sobre la libertad religiosa.

    No es fácil –ni tampoco asumo esta tarea– explicar las causas últimas que han originado esta situación. Tal vez hayan influido fenómenos como la creciente secularización de la sociedad y la consecuente infravaloración de lo religioso, cuando no incluso la difusión de un concepto negativo. Este se correspondería con la identificación de las religiones –especialmente las más conocidas en cada país y de más arraigo– con unos sistemas portadores de ideas invariables que se presentan como auténticas verdades que condicionan la libertad del hombre. Para el relativismo imperante en la actualidad, semejante propósito será inaceptable. Otra consecuencia que se derivaría directamente de aquí es que, habida cuenta del peligro que entrañan las religiones, deberían quedarse recluidas en el ámbito privado, eliminán-dose su presencia en el espacio público. Con ello se evitaría cualquier tipo de posible influencia en las instituciones o, simplemente, que produzcan problemas a una sociedad que podría haberse...

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