Cincuenta años del Anuario de Derecho Civil

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Con los últimos fasciculos de 1997 ha quedado completo el tomo quincuagesimo de nuestro Anuario, lo que equivale, poco mas o menos, a decir que, en estos momentos, cumplimos medio siglo de vida. Los números y las magnitudes poseen su propia magia y encierran otras magias que tienen su origen en lo que en ellos hay de fenómeno cultural, por lo que una actitud puramente reflexiva no debe parar mientes en ellos durante mucho tiempo. Mas es cierto que medio siglo, como se ha dicho recientemente, es una buena unidad de cuenta y, por consiguiente, un buen momento para detener la marcha aunque solo sea un instante, y hacer un mínimo de balance que no tiene por que ser puramente estadístico. Hay que decir, desde ahora, que consideramos ese balance como positivo y que pensamos que ese criterio lo deben compartir también nuestros suscriptores y nuestros lectores, así como los autores que nos brindan sus trabajos originales, habida cuenta la fidelidad y la constancia de todos y cada uno de ellos, a quienes por esta razón debemos expresar nuestro agradecimiento, porque unos y otros son la razón misma de nuestra existencia.

El primer fascículo del primer tomo del Anuario, escrito hace cincuenta anos, se abría con una formulación de votos y de propósitos, tras los cuales no era muy difícil descubrir la figura y la pluma de don Federico de Castro, fundador de nuestra Revista y director de ella durante los primeros treinta y cinco anos de su vida. Los que hacemos hoy el Anuario hemos tratado de mantenernos fieles a su magisterio y trataremos, en el futuro, de seguir siéndolo, pues su ejemplo, sus enseñanzas continúan vigentes para nosotros.

El Anuario nació para cumplir una escrupulosa exigencia de seriedad científica en los estudios jurídicos de Derecho Privado. «Nada más lejos de nuestros propósitos -decía el discurso de apertura de 1948- que predicar o fomentar la laxitud técnica y la arbitrariedad judicial». Se necesita hoy, como nunca, dar todo su valor a la seriedad investigadora y proclamar altamente que no merece el nombre de jurista quien no sienta la exigencia a la correcta formulación científica. Al cabo del tiempo debemos continuar afirmando que el Derecho debe ser tomado en serio e investigado rigurosamente, lo que significa, por una parte, no seguir nunca las modas pasajeras o efímeras y, por otra, no dejarse llevar porPage 6 puras intuiciones individuales de justicia, así como no buscar nunca resultados que hayan sido propuestos de...

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